[ UN PLAN ]

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Golpeó la pizarra con el palo de madera.

- Bien, empezaremos con una cita, Liam le pedirá a Milverton que se encuentre con él en un sitio lejano. - Explicaba mientras dibujaba monigotes en la pizarra y hacía movimientos exagerados con la mano vacía.

- Él es inteligente. No estará solo en un sitio lejos, nosotros tampoco estaremos solos. - Siguió William con las manos a la espalda.

- Estamos armados y en compañía del gobierno, bueno, solo algunos del MI6, los de confianza. - Dibujó más monigotes y miró a su público.

- ¿Tenéis el sitio? Porque si a donde iremos muere alguien estaremos en problemas si hay cámaras o turistas.

La pareja se miró, Sherlock asintió y William habló.

- Conozco un sitio solitario, peligroso pero no tenemos otro.

- ¿Cómo sabes que Milverton aceptará ir? - Preguntó Moran.

- Oh por favor, es Liam el que hablará con él, ya se le ocurrirá algo si no lo tiene ya. - Fardeó Sherlock de su novio.

- Negociaremos. Le pediré que liberen a Albert a cambio de mi mansión. - Anunció sin emociones.

Todos lo miraron con sorpresa y susto y algunos hasta gritaton un "¿Qué?". Nadie dudaba que William era capaz de hacerlo.

- No lo haré, tranquilizaos. - Aclaró al verlos dudosos.

- Hay algo que quiero confirmar. - Habló Jack levantando el antebrazo con la palma abierta. - ¿Es venganza?

- Soy yo por lo que vamos a por Milverton, tengo una misión. - Aclaró Sherlock. - Sabiendo que los guardias favoritos del capullo estarán con él, y él con vosotros, tendré más oportunidad para meterme en su despacho y robar los documentos que muestren millones de estafas. - Explicó mientras dibujaba el plan.

- ¿Y eso en qué nos beneficia? - Preguntó Moran. - Puede que perdamos a uno de los nuestros.

- A vosotros no sé pero... - Miró de reojo al rubio con una sonrisa. - Hay probabilidades muy altas de poder sacar a Albert de prisión.

William, sin perder la compostura miró rápidamente al detective con un brillo intenso en los ojos. Se estuvieron mirando hasta que Herder habló.

- ¿Y a qué estamos esperando?

- Ah... - Sherlock miró al de ojos vendados. - A que me digan dónde vive.

El público soltó un sonoro suspiro al unísono.

- Vive cerca de un acantilado, lo seguí un día después del encierro del Sr. Albert.

- Bien, pues en definitiva, vosotros a por la chusma y yo a por los documentos. - Antes de que sea interrumpido por los demás, William habló antes.

- ¿Irán sólo? Puede hacer las negociaciones Herder e iré contigo.

- ¡Tú vienes con nosotros! - Gritó Moran provocando que los demás dijeran lo mismo.

- Liam, estaré bien. - Se acercó a él y posó la mano sobre su hombro. - No me pasará nada. - Sonrió, William lo imitó y asintió lentamente.

- ¿Qué sois? - Preguntó Jack menos comvencido de que sean amigos.

- Amigos. - Dijeron al unísono.

- Ahora que tenemos claro el plan ¿podéis dejarnos a solas unos segundos? Quiero discutir un tema con Sherlock.

Cuando todos salieron, el peliazul se quedó con la mirada hacía William, confundido preguntó.

- ¿Y bien? ¿De qué tema es? Sabes que no dejaré que me acompañes

Se fue acercando al rubio. Este, que de verdad quería discutir sobre ir con él a la mansión de Milverton, comenzó a ponerse nervioso y no quitó los ojoa de los labios ajenos hasta que su espalda chocó con la pared y Sherlock lo tenía acorralado.

Carraspea. - Pues.. Si no me dejarás ir... Quiero que me prometas que si muero sacarás a mi hermano.

Chasqueó la lengua. - Lo harás tú con tus propias manos y esfuerzos, es tu hermano, no el mio.

- Es posible que si sale, me meteran a mi.

- No, tampoco entrarás en la cárcel. Les diré a la policía y al planeta entero que El Serñor del Crimen, William James Moriarty está muerto, solo hace falta mi palabra para que me crean e igualmente buscaré un certificado falso donde lo ponga. - Frunció el ceño y apretó los labios, se acercó a su cara con lentitud mientras la rodilla apretaba la entrepierna ajena.

William, que iba a soltar un suspiro, se llevó la sorpresa de que un beso apasionado le atacó en cuanto abrió la boca. Las manos del rubio recorrieron la ajena con ansias, como si realmente fueran a perder la vida, y Sherlock, repetía la presión de la rodilla en su pene despierto.

- E-espera. - Soltó entre suspiros. Alejó su cuerpo agarrándole desde el pecho - Aquí no.

Como era de esperar, eso solo encendieron aún más las llamas de la lujuría, siguió besando hasta el cuello. Justo cuando planeaba desvestirlo salvajemente Jack apareció, la tensión en ese momento se podía cortar con un cuchillo. Jack miraba a ambos con el ceño fruncido y las pupilas del tamaño de una uva si es que eso era posible, William, por instinto propio apegó a Sherlock aún más hacía su cuerpo pues su amigo el destripador quería destriparle con la mirada.

- Señor William...

- No se suponía que lo supieras así. - Comentó el peliazul.

Al fondo se veía el coche negro, reconocible para todos, acercándose lentamente hasta llegar frente a ellos.

William y los demás no movieron un pelo, ni siquiera cuando Milverton bajó la ventanilla y sacó un silenciador. No dispararía, al no haber nadie no sería gracioso.

- ¿Por qué no nos reunimos en un sitio con más personas? - Salió del coche y con una sonrisa guardó el silenciador.

- Cualquiera que viera tu coche huiría. - Dio media vuelta. - No hay diferencia en comparación de este lugar. - Contempló el garaje donde vivía de pequeño junto a Louis. - Hablemos dentro.



Veía a los guardias parlotear sobre sus familias, quejarse o alegrarse eso le daba igual, el objetivo era apartarlos de ahí y eso era complicado, tuvo la mala suerte de encontrarse con tres guardias en las afueras vigilando el balcón que daba al despacho de Augustus y no tenía otra que entrar e ir directamente subiendo hasta su destino. Bajó algunos escalones y dejó caer sus llaves de la moto al escalón de delante, los guardias enmudecieron y se acercaron al ruido, Sherlock estuvo atento a cada paso y en cuanto los tuvo delante los empujó escalones abajo, tuvieron suerte de que solo fueran pocos escalones, aun que sí tuvieron la mala suerte de quedar inconscientes por el golpe.

Corrió al despacho, sin olvidar el sigilo ni la prudencia por supuesto, si no, no hubiera llegado y sacado la constraseña de la cajafuerte de un cajón con contraseña, la cual era bastante fácil: 1986. Su primera estafa.

- Bien. - Sonrió satisfecho en cuanto vio que tenía en sus manos una caja entera de estafas como la del político más importante hasta el de un vagabundo. Se giró hacía la puerta y avanzó hasta la puerta, sin embargo, se llevó un golpe por la espalda que lo dejó tirado en el suelo.

SALVADOWhere stories live. Discover now