Todo lo que quiero, lo tengo en mis brazos.

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Día 3: Paternidad.

Porco cruzó el umbral de la puerta de su dormitorio y vio a Pieck sentada en el borde de la cama, meciendo suavemente la cuna de Marcela. 

—¿Se despertó?

Con una sonrisa en su rostro, Pieck negó con la cabeza sin apartar la vista de la bebé. Con una mano palmeó la cama a su costado izquierdo, indicando a él que se acercara a ambas.

—No. Está dormida aún, solo quería ver su rostro... Ven aquí —le sonrió.

Las comisuras de sus labios se elevaron y sus ojos grises se conectaron con Porco. Él se acercó a ella y tomó asiento a su lado, rodeó a Pieck con un brazo enganchando su mano en su cintura, mientras que la otra mano la posó sobre el borde de la cuna. Marcela emitió un sonido pero se quedó dormida.

—Tiene tus ojos, espero pero que no tenga tu carácter —comentó Pieck.

Porco se rió en respuesta, dejando un suave beso contra la mejilla de Pieck. Ella se inclinó a su toque pero continuó meciéndola.

—No es bueno saber que ella no tendrá que pasar por todo lo que pasamos tú y yo —murmuró Pieck, apoyando la cabeza en su hombro.

Porco ladeó la cabeza para dejar un beso contra su frente, pero no despegó sus labios de ella, se quedó ahí, analizando todo.

A veces resultaba extraño tener esta paz, esta calma y esta vida. El ambiente era tan tranquilo como una noche que había visto por años, solo la luz de la luna y de las estrellas, no guerra, no más gritos nada. Solo calma. Abrazando a Pieck mientras ambos mecían a su hija, en su habitación.

Hace años, Porco nunca hubiera creído que podría tener esto. Tenía todo lo que quería en sus brazos.

—Es bueno... Veremos crecer a nuestros hijos y envejeceremos juntos. Y no más peleas, no más guerra... —comentó, con alivio en la voz.

Era un alivio, a veces aún dolía saber que no tenía a Marcel a su lado, lo mucho que habían perdido.

—¿Quieres un hijo más? —preguntó Pieck, levantando la mirada a él.

—Tal vez uno más, no lo sé. ¿Qué opinas tú, Pieck? —inquirió él.

Tomó el rostro de Pieck con su mano, soltando la cuna para trazar el rostro de su esposa con la yema de sus dedos. Guardando cada rasgo de ella en su mente. El cabello negro y ondulado desordenado a su alrededor, su rostro cansado pero con una gran sonrisa en sus labios, derritiéndose en su toque.

—Cuando ella sea más grande tal vez, dos bebés me parecen agotadores —ella murmuró.

Porco sonrió y asintió con la cabeza.

—Entonces tendremos que comprar una casa más grande que está. Para que también puedan tener una mascota —él dijo.

Pieck se rió suavemente, cerrando los ojos, dejando que la mano de Porco ahuecó su mejilla y acariciar la piel de su mejilla con en pulgar.

—Un perro, pueden tener un perro... Pero ¿Dónde nos mudaremos? —preguntó ella.

—Podemos buscar un lugar más grande y tal vez no tan lejos de la civilización. Habían decidido mudarse un poco lejos de todos cuando se enteraron de que iban a tener un bebé. Por más que les gustara vivir en Paradis, aún querían disfrutar a su bebé para ellos, sin tantas visitas o sin todos encima de ellos. Todos los demás respetaron su decisión e incluso habían visto a Marcela el día que nació y después unas cuantas veces. Aparte de eso, todos estaban ocupados con sus propias familias.

—También creo que es afortunada de tener tantos tíos y tías, además de tener amigos con los que jugar... —dijo Pieck.

Porco inclinó su cabeza a la de Pieck, sus labios capturaron los de ella quien contestó sus acciones inmediatamente. Una mano la dejó en la cuna mientras que la contraria la posó en la nuca de Porco asegurándose de que él no se alejara con los movimientos frenéticos que ambos ejercen en el beso. Hasta que un sonido externo los separó abruptamente.

Marcela comenzó a llorar, Pieck arrugó la nariz y protestó. Porco dejó un besó contra su entrecejo y luego se alejó de ella para acunar a la bebé entre sus brazos, la pequeña se acomodo contra él y su llanto disminuyó a suaves quejidos. Sus ojos se abrieron y encontraron lo de su padre.

—Sí que tienes mis ojos, princesa —murmuró él.

Acercó a la bebé a su rostro y sus labios depositaron un besó suave contra su pequeña frente, Marcela se rió moviendo sus brazos por el aire sin un patrón específico, Pieck sintió como su corazón se aceleró, mientras que Porco sonrió ampliamente dejando más besos en la frente de su hija.

—Va a ser una niña de su papá, vamos dámela, tengo que darle de comer —Pieck habló.

—Alguien está celosa de que prefieras a tu papá —comentó.

—Callate, damela, Pock.

Él dejó un último besó contra su mejilla y pasó su cuerpo con cuidado a Pieck, quien la acunó y se movió por la cama para apoyar la espalda en la cabecera de la cama mientras descubre su pecho y dejaba que Marcela comenzará a comer. Porco se movió a ella, acomodando las almohadas para que se encontrara cómoda y luego cubría las piernas de ella con una manta.

—Tiene tu cabello, negro, abundante y ondulado —agregó él.

—Al menos algo tenía que tener de mí, no lo crees.

Porco lanzó una leve carcajada y luego se levantó de la cama, antes de salir por el marco de la puerta, se volvió a ver a sus chicas. Pieck acariciaba lentamente la cabeza de la pequeña, mientras ella se quedaba tranquila en los brazos de su madre.

—¿Quieres algo, Pieck? —preguntó.

Ella negó con la cabeza.

—Todo lo que quiero está aquí, se está haciendo tarde. Ve rápido, ahora la acostaré en su cuna.

Porco asintió. Fue a la sala, apagó las luces y volvió con Pieck, se acostó a su lado, observando con detenimiento a sus chicas. Pieck acariciaba a su bebé con la yema de los dedos mientras la arropaba con una canción, que Porco ya conocía, era la misma canción que le cantaba a Falco, Gabi y los demás cuando tenían entre cinco y seis años.

—¿Cómo debería llamarse nuestro segundo hijo, Pieck?

—No lo sé, te aseguro que algo surgirá Porco... ahora, silencio y deja que ella se duerma.

Todo lo que quería lo tenía en sus brazos. 

PokkoPiku Week 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora