Sofía (Temática Lésbica)

Capítulo 10.

Febrero.

-No sé si se llame Sofía, no recuerdo el nombre, pero es ésa a la que defendiste- soltó sin importancia, alzándose de hombros y tomando un bocado del pincho de tortilla que había pedido para él.

Aria siguió mirándolo fijamente, aún no le habían llevado su bocadillo de calamares y la jarra de cerveza sudaba, escurriéndole en la mano un agua gélida que le causaba tantos escalofríos como la noticia que no terminaba de procesar.

-No entiendo por qué te rayas tanto, hablaban de la chica brasilera y tu tutor es de Brasil, sería demasiada casualidad que no fuera su hija, tampoco hay tantas personas de Brasil viviendo en España- explicó como si fuera lo más obvio del mundo.

-Se dice brasileña no brasilera- rodó los ojos. –Y sí que hay personas extranjeras viviendo en Barcelona, es turística y enorme, no sería tanta casualidad- cruzó los brazos por debajo del pecho-. A ver, en plan, me rayo porque es imposible, la mujer esa hablaba de una chica de apellido Carvalho- recordó. Sergio asintió. –Cristiano es Gomes. No puede ser su hija si no llevan el mismo apellido- esa explicación sonaba bastante lógica en su cabeza.

-¡Uno de calamares por aquí!- Canturreó el mesero del bar, dejando el plato con el bocadillo y una bolsita de mayonesa frente a la chica, quien susurró un tímido gracias, le avergonzaba que el hombre hubiese escuchado su conversación por muy banal que fuese.

Sergio tomó una servilleta y se restregó los labios en ella con una mueca de suficiencia, arrugó el papel y lo dejó a un lado de la mesa, tomó la cerveza y le dio un largo trago bajo la mirada alterada y expectante de su amiga:

-Aria, en Brasil los apellidos van al revés que aquí, la gente lleva de primero el apellido de la madre, y de segundo, el del padre- explicó, haciéndola sentir como tonta. –La tía debe ser Carvalho Gomes, seguramente.

El razonamiento tenía bastante sentido, pensó en alguna manera de poder comprobar el segundo apellido de Sofía, pero llegó rápidamente a la conclusión de que lo mejor era preguntarle a Cristiano directamente quién era su hija.

Siguió comiendo en silencio, con cada bocado aparecían más argumentos en su cabeza. Sofía era adolescente, la hija de Cristiano iba al instituto, por ahí, vale... Pero no había parecido entre ellos, ¿se parecería ella a su madre? No podía decirlo, no conocía a la ex mujer de su tutor. Lo único que sabía era que habían sido padres durante su época universitaria, que habían vivido unos años en España mientras él continuaba sus estudios y que finalmente se habían separado porque la mujer le era infiel con su mejor amigo de la universidad, con quien estaba casada actualmente.

¿Y si Sofía era en realidad hija del mejor amigo y no de Cristiano? Bueno, eso ya sería pasarse, sonaba como argumento de telenovela, se le había ido la olla. Pero tomando en cuenta lo rayada que estaba, cualquier explicación que evitara relacionar a la chiquilla con su tutor, le parecería válida.

Suspiró y reflexionó, no había visto a Sofía durante toda la semana y Cristiano estaba en un congreso toda la semana. Vamso, que sí podía ser su hija. Solo le quedaba encontrar la manera de preguntarle directamente a Cristiano, necesitaba salir de dudas.

|...|

La noche de cierre del congreso, Sofía se quedó sola en su habitación mientras su padre iba a la cena y el acto de cierre. La chica suspiró aliviada de que su padre no le sugiera acompañarlo, aunque habían pasado varios días viendo exposiciones de arte y disfrutando de los atractivos turísticos, necesitaba también un tiempo a solas.

Se dio una ducha caliente, se vistió con unas mallas cortas de color negro, unos simples calcetines tobilleros y una sudadera negra gigante de Rammstein que había comprado de la sección masculina de una tienda local que había descubierto por accidente en uno de los callejones recónditos del centro de Sao Paulo, su abuela se había opuesto en un principio ante tal compra pero a ella poco le importaba, la prenda era enorme, cómoda, calentita y de una banda musical icónica. No había argumento suficiente que la convenciera de no comprarla y, por supuesto, usarla.