Capítulo 32: Culito de rana.

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︿︿︿︿CULITO DE RANA︿︿︿︿︿
·   ·   ·   ·Proviene de la frase de arroro para cualquier daño físico que cualquier niño tenga. Es decir: "Sana, sana, culito de Rana. Sanará hoy o sanará mañana."

Esta frase hizo recordar a Eir, la presencia de sanación humanitaria de su abuela Yayis, su abuela paterna. El motivo por el cuál se hizo enfermera.
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Leah iba conduciendo un auto especial(Toyota land cruiser prado) de su pelirroja hacia el aeropuerto de Seattle, donde prometieron juntarse por el riesgo que hubiera en ambos bandos contra el nuevo vampiro en la zona. Eir se encontraba con el asiento totalmente bajado hacia atrás, porque su espalda dolía tanto que cobrar vida inmortal le costaba demasiado retormarlo, era un dolor imposible de ignorar y cada vez que lo intentaba, terminaba en un coma de tres días.

Corroborarlo fue sustos en angustia para Leah, que dudaba que aquello fuera normal en un vampiro. Pero al cuarto día, Eir Young recobraba conciencia y trataba de calmar a la nativa, diciendo que esto aunque no fuera normal solo le había pasado una vez con un fiel amigo.

Ahora sabía que ese fiel amigo tenía nombre, Alonso y era un vampiro médico eficiente. Mucho mejor que el Doctor Colmillos en Forks, si sabía tratar a su impronta, quería decir que era el mejor médico de la época.

—¿Todo bien acostada así, cariño?—pregunta de reojo Leah.

—Todo lo bien que se puede, cucciola. ¿Ya estamos llegando?—pregunta curiosa, levantandose de golpe, un quejido se escucha ante el golpe de la frente y cabeza de la pelirroja contra el techo.—Creo... que me quedaré acostada, es lo mejor...

Leah detiene el auto ante aquello, preocupada por su impronta. Que se encontraba tapando con su gran mano su frente, mientras su labios se inclinan al lado derecho en una mueca.

—Debes tener más cuidado, Eir. Podríamos haber tenido un accidente mayor con esto —murmura quitando la llave del contacto cerrando las puertas previamente con seguro, y luego procede a bajar su respaldero hacia tras para verla mejor. —Dejame ver el raspón que te has hecho.

—¿C-como ... Crees? No pasó nada. —pregunta nerviosa la pelirroja.

Leah gruñe tras ver la actitud de su compañera, amada y tonta pelirroja.

—Sin excusas, vamos a ver. —murmura seria, bajando la mano palida de la pelirroja, ahoga un siseo de dolor empatico al ver que si se había hecho daño. Chasquea la lengua, deja la mano de su impronta sobre su vientre— Por favor, no lo toques. Te auxiliaré.

La pelirroja murmura una respuesta afirmativa, bastante avergonzada.

—¿El botiquín está en la parte trasera o lo moviste?—pregunta Leah al no palpar la caja en la parte trasera de los asientos de la segunda cabina.

—Detras de tu asiento... Me temía que mi torpeza pasara factura pronto... —admite Eir guiándola donde se encuentra el botiquín.

Leah resopla al tener que subir a su posición correcta el asiento conductor, desactivar el seguro del auto, abrir su puerta para salir del auto y seguidamente abrir la puerta detras de conductor para poder acceder al botiquín. Toda una maniobra para rebuscar rápidamente unas cosas: gasas, agua oxigenada, algodon y ungüento antibiótico, parche adhesivo.

—Tendrás que aguantarte el dolor, te raspaste feo. —explica Leah, acercándose a la pelirroja. Mientras se asienta y elabora la limpieza básica de la herida con el algodon empapado levemente en agua oxigenada, luego procede a limpiar con cuidado la zona, sacando la sangre que ya había empezado a brotar. Eir sisea ante la punzación—Resiste un poco mas, cariño.

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