༻El señor Fell y Anthony༺

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Hacía una mañana espectacular, el cielo despejado y los rayos del Sol colándose por las ventanas, recién había comenzado el día para Aziraphale, este abrió los ojos con lentitud y observó el techo del dosel soltando un suspiro largo. Hizo un recorrido con su vista hacia la ventana dispuesto a levantarse de la cama.

Entró al baño para comenzar su rutina diaria, luego de una ducha se paró frente al espejo secando las gotas de agua con la toalla que recorría la piel blanca y suave como seda, peinó el cabello rubio y esponjoso igual al algodón o alguna nube, observó a su alrededor con la mirada, sus tan ojos preciosos como los diamantes de una corona, el mar cristalino o el cielo azul.

Buscó su cepillo de dientes observando su imagen en el espejo, su nariz perfilada y sus labios finos lo hacían ver de una forma hermosamente angelical. El hombre poseía estatura estándar, y quizás tenía unos kilos de más gracias a su amor por la comida, pero esto no le hacía menos hermoso.

Aziraphale era sin dudas un sujeto apuesto, con una sonrisa preciosa que encantaría a cualquier persona. Poseía buenos modales y era muy querido por casi todos sus conocidos, incluso sus sirvientes le tenían un gran cariño.

El rubio bajó las escaleras topándose a una o dos sirvientas que caminaban por los pasillos arreglando las habitaciones, se detuvo en seco frente al ventanal del segundo piso observando por este todo lo que le permitía ver.

Sonrió de medio lado y prosiguió hacia su destino principal, el comedor, donde desayunaría sin interrupciones para luego dar un paseo por el jardín delantero.

Para él toda su vida estaba en aquella mansión que le había visto crecer, gustaba de pasear por el jardín, disfrutar de una taza de chocolate caliente en el invernadero, pasando la mayor parte de su tiempo libre en la biblioteca privada, posiblemente tendría allí más libros que la del pueblo.

Por el momento llevaba una vida muy tranquila, si hablamos de los talentos que poseía podríamos mencionar que sabía hablar otros idiomas, cocinaba bastante bien, y era hábil con la lectura.

Recorrió el jardín en silencio disfrutando de las flores, las mariposas que revoloteaban, la sombra de los árboles y la belleza del lugar en general. Estaba distraído en su mundo cuando una de las sirvientas se acercó a él un poco agitada tras correr escaleras abajo en busca suya, llamando al hombre por su apellido.

— ¡Señor Fell! Disculpe que moleste su paseo matutino pero ha ocurrido algo y necesitaba notificarlo a usted —comentó la mujer, tomando aire mientras Aziraphale palmeaba su espalda.

— Tranquila madame, tómese su tiempo y cuénteme qué ocurrió —brindaba una sonrisa, guiándola hacia una de las bancas que adornaban el lugar—. ¿Desea un trago de agua?

— Oh, muchísimas gracias señor, pero no, gracias —sonrió, negando—. Pues, hace unos días perdimos al jardinero.

— ¿Murió? —Azira abrió sus ojos con demasía, con expresión de confusión.

— No, nada de eso, tuvo que ir de emergencia a Londres para atender a su hermana enferma, envió una carta de renuncia —sacó de su bolsillo el papel entregando este al rubio—. Como puede leer, no volverá otra vez debido al problema y también por su edad, entonces, nos hemos quedado sin jardinero.

— Esto es terrible, inaceptable, ¿cómo dejaron que se fueran sin recibir su paga? Hágame un favor Silvhya, le enviaré un cheque al jardinero con una suma de dinero, debido a su situación y ya que ha estado durante largos años trabajando para la familia, merece una recompensa, necesito que usted se encargue de llevar la carta con el cheque al correo antes del mediodía.

La Eternidad De Las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora