El archivo: Nuevos comienzos

31 6 0
                                    


Tomó el dispositivo y lo proyectó en su retina. En la primera página del archivo encontró solamente dos oraciones, que leyó en voz alta:

Si no logro grabarles toda mi verdad. "Sepan que este mundo no es real". El gobernador los engaña.

Y ahora sí, déjenme contarles mi historia...

"Mi nombre es..." —Y a continuación, esa palabra estaba tachada. Chess continuó leyendo—: llámenme como deseen, tengo muchos nombres y aquellos que me conocían ya me olvidaron.

Chess pasó la página y se vio obligado a sumergirse en el relato:

Desperté aquella mañana, con un fuerte puntapié que impactó en el centro de mis costillas. En ese momento, creí que algo se había roto, pero luego de unos días de dolor sabía que no había sido nada grave. Con la visión nublada, lo primero que encontré fue un cielo tan limpio y celeste que me sorprendí. Ese color tan nítido me obligó a contemplarlo por un breve instante hasta que recordé que alguien me había golpeado hacía solo unos segundos. Moví la cabeza y vi una silueta preparándose para lanzarme nuevamente otro golpe.

—¡Levántate, maldito vagabundo! —rugió la voz.

Esta vez reaccioné velozmente y, como pude, hice una bola con mi cuerpo para protegerme el área de las costillas, logrando amortiguar el golpe con mi brazo. Afortunadamente, sabía que la secuela de ese puntapié dolería menos que el anterior.

Intenté ponerme de pie, pero mi cuerpo se estremecía desde las piernas hasta el último recodo de mi cabeza, al punto de estallar. Con dificultad, logré ponerme de pie y noté que el atacante se alejaba, otorgándome el espacio suficiente para dejar que mi debilitado cuerpo encontrara el equilibrio. Lancé una rápida mirada escrutadora. Lo primero que observé fueron sus botas; parecían antiguas, como de otra época. Al levantar la mirada, descubrí que el uniforme del agente hacía juego con lo antaño de su calzado. A su costado llevaba una porra de plástico y del otro lado unas esposas de acero.

—¿Cómo te llamas? —preguntó con un tono apacible. No entendí el cambio repentino de cordialidad, pero lo acepté con entusiasmo.

—Soy... —pensé por un instante, pero extrañamente mi boca no soltó ninguna palabra.

No recordaba quién era ni cómo había llegado allí. Me examiné el cuerpo y de inmediato mi mirada se posó en un artilugio dorado que rodeaba mi muñeca. Algo se activó en mi mente, el primero de los muchos flashbacks que experimentaría en los días siguientes. Varias imágenes acompañadas de nuevos recuerdos llenaron mi memoria como un rompecabezas. Acababa de comprender para qué servía esa pulsera y el estatus social que representaba. Descubrí que solo unos pocos afortunados podían usar las doradas. Era información importante la que había recibido, aunque aún no sabía a quién pertenecía este cuerpo.

Durante el tiempo que el agente me dio para examinarme, observé el paisaje que me rodeaba, resultándome familiar. Estaba casi seguro de que me encontraba dentro de SIFA. El clima y la naturaleza eran similares a lo que recordaba, aunque tenía mis dudas. La vegetación que me rodeaba era exuberante y los edificios parecían más clásicos y menos ostentosos de lo que recordaba. Entonces, llegué a la conclusión de que me encontraba en algún suburbio de la zona. Pero no pasó mucho tiempo para darme cuenta de que me había equivocado.

Parado allí, frente al policía, comprendí el motivo del repentino cambio de actitud. Cuando vio la pulsera, sintió temor ante la represalia que recibiría por haber golpeado a alguien de mi posición social.

—¿De dónde vienes? ¿Qué te sucede? ¿Estás ebrio? —me indagó con desdén.

Sus preguntas solo sirvieron para aumentar mi confusión. Tal vez este hombre tenía razón. Una noche de copas era una de las posibilidades, pero la descarté de inmediato. ¿Por qué recordaría ciertas cosas y otras no? Por ejemplo, ¿quién demonios era yo y cómo había llegado a ese lugar?

DOS MUNDOS - Time IIWhere stories live. Discover now