El archivo: Edmond Dantés

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El día de la elección había pasado hacía unos días y, al haber predicho el resultado, no me sorprendió en nada el resultado. Fuimos a ver a Salvador en la plaza principal, era imponente verlo parado en una tarima engalanada con banderas rojas dando su primer discurso en público. Afortunadamente, me había inscrito en el Partido Libertad unos días antes. Ahora, solo unos pocos privilegiados tenían la oportunidad de ingresar, a menos que poseyeran alguna habilidad especial que resultara útil para el Partido.

Me corté el cabello y dejé crecer mi barba. Parecía estar de moda en aquel momento. Al mirarme al espejo sentí una sensación rara, aunque estaba igual de atractivo que antes, y creo que a Chloe le gustaba. Nunca me lo dijo, aunque pude verlo en sus ojos el día que me afeité.

Viví un tiempo en casa de Chloe. Tenía mi propio espacio en un rincón de una pequeña habitación, junto a una ruidosa lavadora automática que el partido le había proporcionado para lavar los uniformes de algunos miembros. Nos encontrábamos en el desayuno y luego cada uno se marchaba para cumplir con nuestras obligaciones hacia el Partido. Ambos teníamos trabajos fijos: Chloe era secretaria en la División de Logística, mientras que yo era el encargado de cargar los camiones que distribuían cajas de alimentos a diferentes zonas de USEE, o eso creía en aquel momento. Porque algunas de ellas estaban cerradas herméticamente y nadie podía abrirlas hasta que llegaban a destino.

Los camioneros eran los mejor remunerados, por lo general llevaban una vida solitaria y eran poco dados a socializar. Experimentaban el efecto relativista al viajar a las afueras de la USEE, y ninguno de ellos que tuviera una familia deseaba volver después de una semana en la carretera, solo para descubrir que su esposa e hijos habían estado esperando su regreso durante casi dos semanas o más, dependiendo que tanto se alejaban de la singularidad.

Me habían ofrecido la oportunidad de convertirme en camionero, pero mi intención era unirme a SIFA en lugar de alejarme aún más. Además, la idea de estar lejos de Chloe, la única persona que conocía, no me atraía en absoluto.

—¿Cómo te fue hoy en el trabajo? —preguntó ella mientras, de reojo, leía un libro apoyado en la encimera y preparaba la cena.

—Como todos los días. Subo una caja tras otra hasta llenar el camión —respondí, mientras ella percibía la carga de agobio en mi voz—. ¿Qué estás leyendo?

—Estoy aprendiendo francés. Lo necesito si quiero ascender en mi puesto.

En ese instante mi cabeza estalló de dolor. Tuve otro flashback en el que apareció la cara de una mujer que parecía tener el doble de mi edad, y me hablaba en otro idioma que reconocí de inmediato.

—Puedo enseñarte —le aseguré, mientras el dolor en mi cabeza comenzaba a aliviarse.

Comencé a darle clases de francés, sentía que le estaba devolviendo algo de todo lo que ella había hecho por mí. Era la única motivación que me impulsaba a aguantar mi extensa jornada laboral. Solo ansiaba llegar a casa para cenar y poder sentarme junto a Chloe, escuchando cómo pronunciaba cada palabra con un acento tosco mientras las repetía. Lo disfrutábamos.

Uno de esos días, después de salir del trabajo, decidí pasar por un negocio para conseguir ingredientes y prepararle la cena a Chloe. Cuando entré al local, noté los primeros indicios de escasez de productos. Solo logré comprar una bolsa de patatas para almacenar y tener algunas provisiones. Cuando salí del lugar, divisé a ese hombre. Era el mismo individuo que me había visto en el callejón el día en que llegué a USEE, aquel que descubrí espiándome a través del vidrio de la antigua oficina de Chloe. Decidí seguirlo, aunque me resultaba difícil ya que llevaba más de veinte kilogramos de patatas sobre mis hombros y, para empeorar las cosas, se dirigía en la misma dirección de donde yo había venido, lo que significaba que tendría que hacer ese camino dos veces con ese peso encima.

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⏰ Last updated: May 15 ⏰

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DOS MUNDOS - Time IIWhere stories live. Discover now