Capítulo VII.

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Aunque al principio el beso es suave, rápidamente se vuelve salvaje. Kenma no puede evitar tirar del cabello de Kuroo así como Kuroo no puede evitar arrugar la camiseta del otro entre sus manos. El teñido muerde el labio inferior de su mejor amigo completamente extasiado cuando un sonido estrangulado hace eco desde el fondo de su garganta.

En cuestión de minutos, Kenma le permitió al pelinegro que tire de su cuerpo hasta quedar a horcajadas sobre su regazo, mientras que sus manos agarraban sus caderas con una necesidad que nunca antes le había visto exhibir. Por supuesto que la necesidad es mutua, y Kenma se lo hace saber mientras toca su piel.

Kuroo se separa del otro, con sus labios rojos, las pupilas dilatadas y su respiración agitada.

—¿Puedo...? —las manos del pelinegro agarran el dobladillo de su camiseta y la alzan un poco como insinuación. Kenma simplemente levanta sus brazos y permite que lo retire en un ágil movimiento.

El de ojos dorados vuelve a colocar sus manos sobre el cuello de su mejor amigo y lo atrae a él para volver a chocar sus labios en un beso desesperado y lleno de anhelo, al mismo tiempo que las manos de Kuroo mueven su cuerpo suavemente para generar fricción entre ambos. En poco tiempo, sus besos se acentúan con gemidos mientras que se aprietan más contra el otro debido a la lujuria y necesidad.

Aún así, debajo de ese deseo incontrolable, hay algo que corre entre ellos. Kenma sabe que ha estado ahí por semanas, acompañándolo silenciosamente en el fondo de su mente, pero ahora, estando aquí, con Kuro tocándolo de esa manera, ha cobrado vida y ya no puede apagarlo, ni quiere hacerlo.

Kuroo comienza a besar su cuello como antes, pero esta vez sus besos son todo menos castos. El pelinegro besa, succiona y muerde mientras que una de sus manos acaricia la espalda de Kenma como cuando se acuestan a dormir, por lo general, el movimiento es calmante, pero en esta situación, el más pequeño siente como el roce provoca un arqueo en su espalda que provoca que sus torsos se peguen. El vaivén entre sus caderas aumenta y los suspiros también, en cuestión de tiempo, Kenma se baja de su regazo con lentitud, colocando una mano sobre el pecho del pelinegro, empujando de este suavemente hasta que el más alto apoya su espalda sobre la cama.

—Déjame hacer esto ¿sí? —el más pequeño murmura y Kuroo pasa una de sus manos por su pelo ya desordenado, asintiendo.

—¿Eso quieres?

—Sí —Kenma también asiente y luego deja un beso húmedo sobre el torso del más alto—. Muchísimo.

Kuroo jadea llevando sus manos hacia sus pantalones cortos, levanta las caderas y en un rápido movimiento se deshace de su ropa, dejando caer la prenda a un costado de la cama antes de observarlo.

El pene de Kuroo es tal como lo recordaba aquella vez en el baño, aunque mucho más atractivo ahora que se encontraba erecto, con un tono rosa en el glande y gotas de líquido preseminal perlado corriendo de él. Kenma envuelve su mano alrededor de su eje adorando el calor que emana sobre su piel y lo acaricia suavemente acostumbrándose al grosor.

—Sólo quiero... —Kenma se inclina y pasa su lengua por el glande, recogiendo el líquido preseminal acumulado allí. A cambio recibe un gemido ahogado por parte de Kuroo mientras que este ocupa su brazo para cubrir sus ojos por un breve momento.

Kenma le da un beso al glande antes de continuar lamiendo, deleitándose con los sonidos que salían de la boca de Kuroo. No tenía duda de que, con una voz tan hermosa, sus gemidos serían igual de atractivos.

Cuando envuelve sus labios alrededor de su pene y succiona suavemente, siente la mano de Kuroo recoger su cabello. Kenma lo mira sin dejar de mover su boca, tomando cada vez más del otro.

Mejores amigos ; kuroken (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora