El baño

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No iba a mentir, me encantaba que me mirara, me encantaba tener llamadas calientes, pero yo quería que me propusiera ser su novia.

Algo que hasta ahora no había pasado.

Eso me molestaba demasiado, así que, ideé un plan que era imposible que saliera mal. Durante la última semana, fui al instituto con ropa escotada y con una pollera de color negro muy corta, solo suficiente para provocarla.

Durante la clase de química, ella no dejaba de mirar hacia atrás, en donde estaba yo. Sus ojos descendían hasta llegar a mis piernas apretadas.

Abró la boca levemente, mientras mordía su lapicera para ahogar un gemido.

Me gustaba verla así, que suplicara y se humillara. Quería venganza y la iba a tener.

De pronto se levantó de su escritorio y le preguntó al profesor si podía ir al baño, él la dejó y se fue del salón.

Luego pasaron quince minutos y el profesor me había mandado a buscarla, ya que, temía que se sintiera mal.

Estaba segura que sentía de todo, menos algún mal.

Al entrar al baño silenciosamente oí un gemido.

—La odio, la odio, la odio —susurró la rubia.

Había tres cubículos, dos con la puerta abierta y uno con la puerta cerrada.

—Alex... —gimió.

Me excitaba saber que gemía mi nombre.

Mi sexo comenzó a mojarse lentamente, al oír los quejidos y el placer que Samantha sentía.

—Dilo más fuerte, idiota —al oír mi voz, ella se detuvo.

Oí un leve "click", había abierto la puerta del baño. Me acerqué para verla y observarla así me dejó aún más excitada que antes.

Mi sexo comenzó a palpitar al notar la transpiración que había en su cuerpo, su cabello mojado por ella estaba pegado a su rostro y cuello, sus pantalones y sus bragas estaban en el suelo y tenía su mano metida en su sexo, con cuatro dedos dándole placer.

Tenerla así de lista para mí, era glorioso.

—Mira lo que hiciste, imbécil —gruñó.

—Tócate —ordené.

—Quién te cree que eres para decirme que...

—Hazlo —interrumpí—. La que está necesitada desde hace dos semanas, eres tú, zorrita —dije burlonamente.

—Y ¿cómo no estarlo? Vienes con ropa corta y provocativa, me ignoras y haces como si no existiera.

—Entonces ahora sabes cómo me sentí yo durante todos estos años —me crucé de brazos y me apoyé contra la pared.

—Púdrete.

—Tócate.

Rodó los ojos, para luego cerrarlos y comenzó a jugar con sus dedos ahí abajo. Abrió su boca levemente, dejando a mi merced esos labios carnosos que podrían chupar todo lo que quisiera, pero debía sufrir.

—Alex... —suplicó y sonreí.

Sin contestación.

—Alex...

-¿Qué?

—Hazme tener un orgasmo, por favor.

No quería ponerle un solo dedo encima, pero tenía una idea que podría funcionar. No respondí a lo que me dijo, simplemente me acerqué a ella y me sentí sobre su sexo y su mano, con una pierna a cada lado de la cintura.

Relatos lésbicosWhere stories live. Discover now