El mundo no estaba preparado para que el tigh end más reputado de los Kansas City Chiefs se metiera en la vida de la cantante del momento y que tal vez terminasen en un fenómeno mediático.
El jugador de fútbol americano, Travis Kutcher; está dispu...
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5 de febrero, 2024 Los Ángeles
Minutos después a nuestro anuncio de compromiso, la tensión se intensificaba de manera inexplicable. El nudo en el pecho, los acelerados latidos del corazón, la respiración entrecortada, el sudor frío... todo era relativo para ambos. Fue cometer un gatillazo en toda regla para nuestra relación pero a la vez, un punto de inflexión en lo que juntos habíamos creado.
Sujetando los tres galardones de la noche, Travis y yo nos subíamos en un modelo Range Rover en color negro que nos llevaba directamente a la fiesta privada, organizada tradicionalmente, por Vanity Fair como afterparty a la gala de premios a la que acudían todas las personalidades más emblemáticas de la alfombra roja.
Nerviosa, me sujeté a la mano de Travis mientras él transmitía serenidad con una sonrisa dibujada en su rostro en cuantos el coche avanzaba al lugar del evento en medio de una ráfaga de flases de los paparazzi queriendo captarnos. Sentí que había sembrado el caos...
—No te presiones por lo que has dicho delante de toda esa gente, tus sentimientos prevalecen por encima de todo —admiraba él dándome un beso en la mejilla en cuanto respiré profundamente —. Ha sido un acto de amor verdadero que jamás olvidaré.
—Quiero vivir este frenesí de la manera más intensa posible, como nunca antes —aseguré apoyándome en su hombro —. Solo quiero que todo esto salga bien.
Nuestras miradas quedaron conectada entre sí, pendientes de una ilusión que traspasaba pulsaciones. Mirarle a sus ojos café me devolvía la tranquilidad que tanto deseaba, era como despertar en un remanso de paz.
Al cabo de unos minutos llegábamos al Wallis Annenberg Center, una excéntrica villa en Beverly Hills que arropaba el ritual más elegante de la ciudad. Con una alfombra en gris, las celebridades posaban en un photocall que lucía el nombre de la revista con grandes letras en acero sobre una pared terciopelada en color azul marino.
Travis se aferró a mi mano y sin soltarla, nos bajábamos del Range Rover para adentrarnos a la villa, muy serenos con los presentes y con una sonrisa tímida de oreja a oreja. Una gerente de publicidad nos hacía varias señas para que nos colocásemos en la alfombra ante un bullicio marcado por la prensa que permanecía al frente sin perder detalle de cualquier movimiento.
El caos estaba servido en bandeja.
Travis posaba como de costumbre; tocándose el cuello de su camisa, mentón levantado y mirada chulesca. En cambio yo miraba de reojo a los paparazzis, mano en la cintura y la otra relajada sobre la curva de mi cintura. De vez en cuando miraba a Travis o le insinuaba para que sonriese un poco. Ambos reíamos pero sin perder la elegancia que llevábamos.
—¡Ey, Travis! —mencionaba un paparazzi entre varios flashes intentando captar la atención de Travis —. ¿Qué se siente dejar de ser el leónidas del equipo a ser el calzonazos de una diva del pop?
