Capítulo II ♥️

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Onyrix era un reino hermoso lleno de luz y un mar esplendoroso, pero casi sumido en la pobreza debido a las malas decisiones de sus reyes pasados y la ignorancia de su actual monarca, el cual solo pensaba en como salvarse él y no a su desfallecido reino.

-Mi rey estamos teniendo problemas nuevamente con los campesinos de la zona sur - expreso el jefe de la guardia real con la mirada fija en el suelo

-Pero como es posible, que ustedes hombres entrenados para servir se dejen vencer por un par de brutos campesinos que apenas saben manejar el asado con el que trabajan - dijo el rey molesto y golpeando en la mesa y masajeándose las sienes

-Señor - Expresa el consejero real Lord John Narcisse, el cual acababa de irrumpir en la sala.
Dime al menos una buena noticia - Dijo sin mucho animo el rey y haciendo un gesto con la mano para que su jefe militar se retirara del recinto, el cual salió tras hacer una reverencia y saludar con un movimiento de su cabeza a Lord Narcisse

-Lamento que no su majestad -
Dijo el consejero acercándose hacia donde estaba el rey- La mayoría de los reinos vecinos no quieren comercializar con Onyrix ni que ninguna de sus hijas contraiga matrimonio con alguno de los príncipes.

-Por favor Narcisse me dejas solo un momento - Dijo el rey con una voz casi inaudible y una oscuridad en sus ojos, el consejero salió y el rey se adentró en uno de los tantos pasadizos secretos que tenia aquel castillo para así llegar al único lugar en el que se permitía ser vulnerable. Era una sala pequeña que contenía en su interior un pequeño clóset, un escritorio y una silla; era ese su lugar secreto , el lugar donde lloraba y le contaba sus desventuras a su único amor, su flor , su musa aquella mujer por la que su reino estaba en la ruina y su corazón devastado

-Por qué , por qué todavía después de muerta me sigues haciendo esto , por qué no me das paz , por qué no me perdonas de una vez - gritaba el rey al amplio cuadro de oro que tenía detrás del escritorio y en el cual se encontraba la pintura de la dueña de sus desvelos, sus desgracias y su corazón

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