De mí - Julián Álvarez

Capítulo 2: Si no estas

Qué no sé a dónde voy
No es real
Hace ya tiempo te volviste uno más
Y odio cuanto estoy
Lleno de este veneno
Y oigo truenos si no estás

Agustina Gallardo

― ¿La muñeca de plástico no vino? ― Julián me miró mal cuando le abrí la puerta con una sonrisa irónica. Era sábado en la noche y uno de nuestros amigos en común organizó una cena en su casa. Con Julian intercambiamos unos mensajes después de que me llamara, habíamos quedado en hablar un poco hoy y que después de eso iría a ver a Clara. En algún punto yo estaba ganando tiempo: quería que fuera ella la que me contacte y no él.

― No empieces Agus ― Julián rodó los ojos, a la vez que yo cerraba la puerta tras él. Sé que le ofuscan esos comentarios, a mí me divierte hacerlos. ― ¿Quién está?

― Ya llegaron Pala, Tefi, Lu ― su carcajeo me llamó la atención, aunque no dijo nada. Nunca dice nada de nada con respecto a Lucas. ― creo que viene ¿Enzo? ¿Hablaste vos?

Los dos caminamos hacia la cocina, recién entonces noto que Julian traía unas bolsas que deja sobre la mesa. Bebidas y algunos snacks. El resto de los chicos lo saluda con un beso y un abrazo y él toma asiento lejos de mí, junto a Agustin Palavecino, del otro lado de la mesa. No me responde si Enzo vendría o no, por lo que me saque la duda con Estefania, que me miraba confusa y me confirma que no lo hará.

― Hija ― un rato más tarde me suena el teléfono. Al ver quien era tomo mi vaso de fernet y salgo al patio a hablar ― ¿Cómo estás?

― Hola Pa. ¿Pasó algo?

No eran raras las llamadas de la nada. Eran usuales, cada tanto, él me llamaba. Cinco minutos, dos minutos, diez, no importa, pero sé que necesita escuchar mi voz. Una vez me lo dijo mientras estaba internada: mi voz es la voz de la mujer que amó y que murió tan joven. Y lo hace, me habla por unos minutos preguntándome boludeces y me corta. Lo atiendo siempre, de alguna manera siento que lo dejo tranquilo y le devuelvo algo de todo lo que hizo por mí. Porque si lo hizo, inclusive en momentos donde su agenda estaba apretada y la vida de mis hermanos también se tornaba complicada. Mi papá era mi cable a tierra y creo que jamás podría hacer algo que lo lastime.

― Te dejo hija, pásala lindo. Disfruta. ― Después de algunas palabrerías sobre su noche y lo linda que estaba la temperatura, se despidió. Yo sonreía mientras me acomodaba en una de las sillas del patio, mirando el cielo que estaba despejado y llenó de estrellas.

Al cortar el teléfono lo guardo en mi campera y saco un cigarrillo. No fumo seguido, pero me ayuda a relajar o simplemente pasar el momento. Al encenderlo siento que alguien toma lugar a mi lado y mis músculos se relajan al ver a Julián. Me mira con un vaso grande lleno de fernet. Me ofrece un trago que acepto a la vez que me llevo el cigarrillo a la boca e inhalo humo. La sensación que me atraviesa es de paz. Siempre nos pasa, siempre me pasa al estar con él. Siento como su mano acaricia mi pierna, sin decir nada y tampoco sin invadirme demasiado. Sé que Lucas le dijo algo cuando lo veo dudar en hablar, se pone dubitativo, comienza a moverse nervioso, hasta vuelca algo de fernet en el suelo. Odio a veces conocerlo tanto.

¿Qué me has hecho? ¿Dónde estoy?
Se me aparecen mil planetas de repente
Esto es una alucinación
Quiero ver tu otra mitad
Alejarme de esta ciudad
Y contagiarme de tu forma de pensar

La casa de Julián Álvarez era un departamento desastroso donde todas las cosas estaban tiradas por todo el living. Con Clara habíamos decidido hacer deberes en su casa después de la escuela, el trabajo que teníamos que entregar la semana siguiente nos tenia locas, pero no tardamos demasiado en dejarlo de lado. Porque siempre era así con Clara, dejar de lado la obligación y divertirnos juntas. Creo que ella necesitaba en ese momento tanto como yo alguien con quien reír y aparecimos la una en la vida de la otra. Y bueno, yo si que lo necesitaba: la hija anoréxica de Marcelo Gallardo estaba sola por los pasillos del Monumental.