3. El Guerrero de la Libertad

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Al concluir el gyojin con los preparativos, varias mucamas entraban para transportar los exquisitos manjares destinados a la aristocracia global. El resonar voraz del estómago de Luffy captó la atención de Sanji. En respuesta, volvió su mirada hacia el guardia, quien, abandonando su postura erguida, se inclinó de manera desigual, acariciando su vientre que, como un exigente señor, le pedía alimento.

El capitán de los Sombrero de Paja era conocido por su apetito insaciable. Seguramente, ser el chef de la tripulación suponía todo un desafío para mantenerlo bien alimentado. Con este pensamiento en mente, se acercó al capitán con un plato de comida que preparó especialmente para él. Luffy recibió el gesto con un efusivo agradecimiento.

Sanji se volteó discreto, abriendo la cerradura de su casco que le permitía un espacio para su boca y comenzó a comer, sorprendido de verdad por la creciente mejora que ha tenido en el transcurso de los años.

El pirata percibió unas presencias acercarse y de inmediato se puso su casco, parándose como era debido e informando a Sanji que alguien se acercaba, este último le dio un bocado a su comida para volver a cerrar el casco.

Dos figuras entraron a la cocina, los dos hijos de los nobles quienes tenían los ceños fruncidos y tics en sus sienes. No estaban nada contentos, la pregunta, ¿por qué estarían furiosos?

—Tú —el niño regordete señaló con su dedo índice al gyojin, acercándose a pasos agigantados hasta estar a un metro del chef— ¿Cómo es posible que sepas cocinar mejor que yo? No sabes la humillación que me has hecho pasar en el comedor. Todos halagaron tu comida, ellos no debían hacerlo.

Era evidente que la envidia llegó de visita, como un caprichoso susurro en el viento. El joven pelirrojo rechoncho presumía unas mejillas ruborizadas y abultadas, semejantes a su prominente barriga, que parecía a punto de reventar como un globo inflado en exceso. A su lado, su hermano de complexión más delgada y con lentes disfrutaba de una paleta de azul intenso, que teñía su lengua de un tono llamativo. Contrario a su hermano corpulento, su sonrisa casi podría catalogarse como diabólica.

—Tu comida es deliciosa, pez —confesó, permitiendo que su lengua danzara con la paleta a la vez que ajustaba sus lentes—. No esperaba que tuvieras tales talentos en la cocina. Pero, como puedes apreciar, has herido los sentimientos de mi apreciado hermano y debes saber que se vuelve una verdadera tormenta cuando se enfada.

Un pie comenzó a tamborilear inquieto sobre el suelo de mármol, y ese pie pertenecía al pirata quien a pesar de su creciente inquietud, se convencía de no intervenir, consciente de que hacerlo acarrearía consecuencias no deseadas. No obstante, los jóvenes parecían desafiar su paciencia y autocontrol con cada palabra que emitían.

—En primer lugar, te ordeno quitarte ese odioso casco —masculló el pelirrojo, hinchando aún más sus mejillas y haciendo chasquear sus dedos—. He oído que eres feo, y quiero verlo con mis propios ojos. Estoy dispuesto a utilizar mis puños para hacerte parecer aún más feo, hasta el punto en que necesites no uno, ni dos, sino tres cascos para cubrirte.

—¿Cascos? Para nada, una bolsa de basura con agujeros para los ojos le vendría mejor —comentó el joven con gafas mientras daba los últimos sorbos a su paleta y arrojaba el palillo cerca del esclavo.

Sanji evitó fijar su mirada en ellos. En ese momento sentía un deseo inusual de golpear a un joven noble, sin embargo, su conciencia luchaba contra ese impulso. La perspectiva de enfrentarse a un almirante, listo para acabar con él, era comprensiblemente aterradora. Así que, en lugar de actuar impulsivamente, unió sus manos con nerviosismo, buscando contener esa lucha interna que se libraba en su interior.

—Lo siento —murmuró con voz suave, pero firme—. No puedo quitarme el casco.

—¿Ah? ¡Es la orden de un noble! —Gritó el de lentes, enfurecido. Siempre despreció a los esclavos que se atrevían a desobedecer sus mandatos. Y, para él, la mejor parte de la situación venía de tomar la justicia por sus propias manos. Sin dudarlo, sacó un arma de su pantalón, presto a presenciar la sangre sucia manchando el suelo de mármol. Quizás después podrían quitarle el casco del cuerpo inerte.

Hito de Libertad「 LuSan Three-Shot 」Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu