30. Encuentros con el destino

41 19 8
                                    

Sara

Llego al jardín en donde se realizara la boda, apenas unos minutos antes de que comience.
Últimamente, mi vida como neuróloga me mantiene cada vez más ocupada y hoy no es la excepción, ya que tuve que hacer una serie de rondas en el hospital antes de dirigirme aquí. Apenas tuve tiempo de arreglarme, haciéndome un maquillaje sencillo y peinando mi cabello en una coleta desarreglada, que complemento con un vestido largo y liso de tono lila.
Aunque con toda la cantidad de trabajo que tengo, es un milagro que mis dos zapatillas sean del mismo par. Pero a pesar de todo eso, no hay forma de me pierda esta boda, aún si tuviera que asistir con el mismísimo uniforme quirúrgico y la bata, yo estaría aquí.

Al entrar, puedo contemplar mejor la extensión del jardín. Los árboles están adornados con delicadas series de luces, que hacen juego con los pequeños brotes de claveles blancos que crecen alrededor. Las sillas, delicadamente decoradas con listones azules, están acomodadas ordenadamente en filas, dejando un espacio en el centro para que pase la novia. Además, justo al frente, se encuentra un arco finamente elaborado de madera, que decora el espacio principal con luces y listones entrelazados entre sí y justo debajo de él, puedo visualizar al novio, elegantemente vestido con un traje negro y una camisa blanca de la que resalta una corbata azul y unos zapatos tan bien lustrados que creo poder reflejarme en ellos. Se ve nervioso y emocionado a la vez, seguro pero también tímido. La variedad de emociones que se ven pasar por su rostro me resultan hasta cierto punto, tiernas. Casarte con la persona que amas puede despertar sentimientos en ti, que no sabías que tenías.

Dejo de mirar al chico, temiendo que si nota todas las miradas que se dirigen a él, vaya a ser consiente de la presión que lo rodea y con ello, causarle más nerviosismo del que ya tiene. Lo último que necesita una boda, es que el novio se desmaye antes de que inicie. Así que, asumiendo que el evento empezará pronto, me apresuro a caminar entre los demás invitados para dirigirme a un asiento.

—¿Sara? —pregunta una voz detrás de mí.

Cuando volteo para ver al responsable de la voz, me encuentro con un hombre formalmente vestido con unos pantalones negros, una camisa y un chaleco elegante, que deja a relucir una versión de él que nunca antes había visto en los pasillos del hospital.

—¿Johanson?

—Si, el mismo —contesta con una suave sonrisa.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, dirigiéndome a él.

—Soy invitado del novio —contesta con naturalidad—. ¿Y tú?

—Soy invitada de la novia.

—Que pequeño es el mundo —comenta, relajando un poco su postura. Es como si, por primera vez en lo que lleva aquí, se sintiera seguro.

—Pero, ¿cómo conoces al novio? —pregunto con un ligero toque de curiosidad—. ¿No es demasiado joven como para ser amigo de un anciano como tú? —bromeo, con una sonrisa en mi rostro.

—No soy tan viejo. Aún sigo en mis treintas, igual que tú —defiende, mientras la leve sonrisa que se esforzaba por mantener va disminuyendo lentamente—. Es solo que... él es mi paciente.

Sus palabras también desvanecen la sonrisa que yo estaba tratando de mantener.

—¿Es el chico del caso difícil? —pregunto, recordando nuestras conversiones en la cafetería del hospital.

—Si —asiente con una pesadez que trata de desvanecer enseguida—. Pero bueno, no es momento de sentirse tristes, es un día feliz. —La sonrisa vuelve lentamente a su rostro, ocultando cualquier rastro de tristeza anterior—. ¿Y tú? ¿Cómo conoces a la novia?

—¿Acaso crees que no tengo vida social? —pregunto con ironía—. Además, dijiste que es un día feliz. Entonces hay que estar felices.

Johanson me mira con desconcierto por un momento, sin saber que relación tiene una cosa con la otra. No es hasta que nota mi vestimenta que un leve sonrojo se asoma tímidamente por sus mejillas.

—Por cierto, es la primera vez que te veo fuera del hospital. Te ves muy bien.

Ahora son mis mejillas las que se ponen rojas por su comentario. Es cierto que es la primera vez que nos vemos en una situación fuera del trabajo. Además, ambos lucimos elegantes y ahora el está haciendo cumplidos. Muchos escenarios pasan por mi cabeza, haciendo que mi sonrojo sea más evidente.

—Chicos, ¿ustedes también están aquí? —nos interrumpe alguien.

—Victoria —la llamo, encontrando en ella, una manera de escabullirme para ocultar mi cara avergonzada—. ¡Que bueno que llegaste! Ahora que lo pienso, la boda no debe tardar en empezar, hay que ir a sentarnos.

Johanson da un paso al frente, con la intención de seguirnos.

—Espera —lo detengo—. Se supone que los invitados del novio van en las sillas de un lado del pasillo y los de la novia en el otro, ¿no es así?

—¿Qué? —preguntan Johanson y Victoria a la par.

—Si, así es —prosigo—. Solo que no recuerdo cuál es cuál. ¿Los invitados de la novia van en la derecha? ¿o era en la izquierda?

—¿Acaso importa? —pregunta Johanson.

—Claro que sí —contesto. La verdad es que es más un excusa para poner distancia entre nosotros y que no note que me sonrojo con cada palabra que dice. Pero si me es de ayuda, usaré toda la información que tenga, sea cierta o no—. Son tradiciones y hay que seguirlas, así que nosotras iremos por aquí y tu irás por allá —digo, dándole un pequeño empujoncito y tomando a Victoria del brazo para dirigirnos a las sillas—. Bien, nos vemos en la recepción.

—Pero, yo conozco a ambos novios —protesta Victoria.

—Apuesto a que conoces más a Emma —digo con nerviosismo, tratando de calmar a mi agitado corazón.

Ambas tomamos asiento al lado del pasillo, mientras que Johanson, un poco confundido, recupera rápidamente la compostura para ir a sentarse en la siguente fila de sillas, de igual manera, al lado del pasillo. De modo que eso es lo único que nos separa a ambos y nos deja justo al lado del otro, con un gran espacio entre nosotros.

Sin darme oportunidad para avergonzarme más o cambiarme de lugar, la boda comienza. Todos los invitados se ponen de pie, y centran su vista en el pasillo por donde entrará la novia. Pero en ese momento, puedo sentir que yo solo tengo ojos para Johanson y Johanson solo tiene ojos para mí.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Notas Para ElíasWhere stories live. Discover now