𝐃𝐢𝐚𝐛𝐥𝐨 (𝐅𝐢𝐧𝐚𝐥)

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"... Solté al mundo para sujetar tu mano.

Soltaste mi mano para sujetar tu mundo..."


El guardia llegó hasta la reja como cada noche a saludarme y ver si seguía vivo.

Le miré extrañado, levantando una ceja cuando le abrir la puerta.

—Choi, puedes irte— dijo con una sonrisa cansada.

Mis pies se negaron a moverse del sitio.

—Me estás jodiendo, no estoy de humor para estas bromas— aclaré.

—A mí no me hagas preguntas, mueve tu culo fuera y lárgate de aquí— soltó dándome un empujoncito para que saliera.

De repente temblé al caminar.

La imagen de mi padre enfurecido dándole la orden a sus hombres de seguridad que me golpearan se me atoro en la cabeza.

Quería morir, si, pero tenía miedo.

Sabía que me esperaba algo peor que la cárcel al salir de aquí.

Subí pesadamente las escaleras y me acerqué al mostrador de la entrada.

Uno de los policías me entregó una bolsa de plástico con mis pertenencias dentro, yo ni siquiera revisé el contenido para ver si estaba todo.

Simplemente metí la mano y saqué el teléfono.

Lo encendí y fui directo a ver la foto de Beomgyu, al menos la miraría por última vez.

—Te esperan fuera— me dijo señalando las puertas de cristal que daban a la calle.

Me costaba avanzar por la debilidad y el terror que sentía en mi pecho.

Crucé las puertas rogando a mi madre que me diera valor para lo que venía.

Me tensé buscando con la vista a los secuaces de mi padre, pero no estaban por ningún lado.

Mi mirada se detuvo en la imagen de un chico que estaba apoyado en la pared lateral a mitad de las escaleras.

Llevaba un tejano negro roto, con una sudadera azul unas tallas más grande de la que le correspondía.

Tenía una gorra negra y un cubrebocas también negro.

Nadie le reconocería, pero yo podría distinguir esa silueta entre un millón de personas, aun si estuviera de espaldas.

Apoyé la espalda en la puerta de cristal seguro de que en cualquier momento caería.

Podría jurar que mi corazón se detuvo y volvió a latir inconstante un par de veces.

El aire se negaba a entrar a mis pulmones y mi cerebro colapsó.

Le vi acercarse saltándose algunos escalones y de un tirón en la manga de mi chaqueta me dijo: — ¿nos vamos?—

Ni una palabra salió de mi boca.

No podía verle los ojos por la gorra, imaginaba su color, pero aunque quisiera no podía adivinar la expresión que tenían ahora mismo.

Me reincorporé y empecé a caminar detrás de él.

Desaceleró el paso para caminar a mi lado, pero sin mirarme.

Tampoco dijo nada.

Seguimos así en silencio todo el camino a mi casa.

Abrí con las manos temblorosas después de buscar como un borracho las llaves en la bolsa.

Ni siquiera atiné a cerrar la puerta tras de mí.

𝐄𝐥 𝐩𝐞𝐜𝐚𝐝𝐨 - 𝐘𝐞𝐨𝐧𝐆𝐲𝐮Where stories live. Discover now