1924. Señora Graham

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Era una hermosa casa de dos niveles, cuatro habitaciones y jardín a las afueras de New York. La habitación principal era muy espaciosa, con baño privado, tina, vestidor y balcón desde donde se divisaba el extenso jardín trasero. La sala era grande, con chimenea y amueblada con muy buen gusto. Un comedor con una mesa para 12 personas y una cocina amplia con una mesa familiar para seis. El invierno aún persistía a principios de febrero, pero los días empezaban a ser un poco más soleados, anticipando la primavera.

Era de noche. La hermosa casa estaba iluminada con electricidad, pero el camino de entrada estaba flaqueado por antorchas que entibiaban el aire para los pocos invitados a la ceremonia: La Hermana María y los niños más grandes del Hogar de Pony, entre los que se encontraba Karla, quien desde esa noche pasaría a ser la hija mayor de la familia Graham; Tom Stevenson y su esposa, Jimmy Cartwright con su novia eran todos los invitados por parte de la novia. Por parte del novio: Robert Hataway y su esposa, Karen Kleis y su prometido, El Duque de Grandchester y Eleonor Baker, encargada de mantener a raya a los pequeños Ardlay.

El Duque no había logrado convencer a su vástago de asumir sus obligaciones nobiliarias. Terry se negó rotundamente a viajar a Inglaterra para asumir el ducado. Su vida estaba en New York, su familia estaba en New York y no renunciaría a ella por un rancio título en el que no creía y por el que tenía toda la posibilidad de arruinar a su familia. Así que para él la decisión era fácil. Ni siquiera logró el Duque que aceptara usar el apellido Grandchester. Terry lo cambió legalmente a Graham porque quería construir desde cero su propio nombre, su propia historia. Hacer él mismo su propio legado. El Duque no dejó se sentirse muy orgulloso.

El novio estaba muy gallado con un traje de diseñador de tres piezas azul marino, con camisa blanca y corbata negra con pequeños destellos dorados. Su pelo corto resaltaba la madurez de su rosto y sus razgos exquisitos. Los largos y finos dedos de sus manos de pianista consumado mostraban orgullosos un anillo sobrio de una sola esmeralda.

La novia vestía un diseño largo de seda en color champang con el pecho y los brazos cubiertos de encaje dorado y bordado con pequeños cristales dorados que parecían llenarla de un halo de luz. La falda que caía amplia desde sus caderas lucía hermosos apliques del mismo encaje y resaltaba de forma muy natural las hermosas curvas de su figura. Tenía el pelo recogido con hermosos rizos en forma de cascada sobre su pecho, lo que permitía ver la blanca espalda sólo cubierta por encaje y una hilera de diminutos botones brillantes. Discretos aretes de perlas y diamantes y un colgante a juego completaban el atuendo de una novia con sonrisa radiante y chispeantes ojos verdes quien con mucha ilusión caminaba al altar del brazo de Albert. A nadie escapó que en su mano derecha llevaba un anillo de topacio azul y una argolla de matrimonio que no abandonaría nunca. Delante de ellos caminaba Ely y Candy Rose tirando puñados de pétalos de rosa blanca, más hacia los invitados que hacia la alfombra y detrás, Julieta y Will caminaban muy solemnes con los anillos.

El notario leyó el acta de matrimonio y antes de firmar, Terry le dijo ante todos los invitados:

- Mi amada Candy, hoy se cumple para mí un sueño largamente anhelado. Mi corazón te agradece tu amor, tu paciencia, tu perdón. Prometo serte fiel, protegerte, amarte y hacerte feliz todos los días de mi vida.

- Te amo Terry y te prometo estar siempre para tí, procurar siempre tu felicidad, cuidarte, protegerte, apoyarte y amarte todos los días de mi vida.

Terry tomó la argolla matrimonial del pequeño cojín que le ofreció Julieta y la colocó sobre el anillo de zafiro de la mano izquierda de Candy. Ella por su parte, tomó la argolla que le ofrecía el pequeño Will y la colocó en el dedo anular de la mano izquierda de su marido. Se besaron con un beso cargado de pasión contenida.

- Solo quiero raptarte y llevarte al cuarto ahora mismo...Señora Graham - Le dijo Terry al oído disimulando con una sonrisa.

Ella le respondió con una mirada que revelaba sus mismas ganas y con un susurro a su oído:

- Solo un momento más.

Firmaron el acta y lo mismo hicieron todos los invitados, empezando por Albert quien fue también el primero en felicitar a los novios.

- !Cuídala bien, desobligado!.. o te corto las bolas - Fue la amable felicitación al novio

- !Por supuesto que lo haré! - respondió seriamente el aludido, lo que dejó tranquilo a Albert. Sellaron su entendimiento con un apretón de manos.  

Un Nosotros de TresWhere stories live. Discover now