Los besos que le brindaba eran su delirio, cada roce su más profundo anhelo y su firme voz el motivo de sus pecados.
Todo en él la enloquecía, era la cúspide de su lujuria y estaba dispuesta a todo por complacerle, no importaba si estaba comprometid...
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Un exquisito aroma a carne guisada y verduras invadía la nariz de Millie, proveniente de la cocina de nuestro amado profesor. Aquel apetitoso olor se hacia más disfrutable a medida que ella bajaba las escaleras descalza tras una relajante ducha.
— Huele bien — felicitó ella con dulzura al llegar junto a él.
Shota la recibió sonriéndole en silencio admirando su vestimenta que solo constaba de una camiseta negra; su camiseta negra, aquella prenda que le había obsequiado el día que se conocieron. Todo esto mientras ella se sentaba a su lado, en la encimera de la isla de la cocina donde él estaba cocinando.
Le quedaba como un vestido, uno muy corto que dejaba ver sus muslos con algunas marcas producto de los fuertes agarres del mayor hace un par de horas atrás tras la pequeña intensa sesión de sexo en su sala.
— ¿Terminaste tus tareas? — evaluó Aizawa en su típico tono desganado.
— Si, creo que merezco un beso por eso.
Oh, como le gustaba provocarlo.
Shota apagó la cocina, la cena ya estaba lista. Tampoco tardó en colocarse entre las piernas de su estudiante aún sentada notando con gracia como es que en esa mesa tan elevada él seguía siendo más alto que ella.
Contempló ese par de apetitosos labios aduraznados que deseosos esperaban que su maestro los pruebe.
— Me vas a volver loco...—murmuró mientras las dulces manos de su amada acariciaban su rostro y lo atraía hasta ella para devorarse.
— Volverte loco es mi especialidad — se burló orgullosa mientras él dejaba un húmedo camino de besos por su cuello y ella acariciaba sus negros cabellos.
Sus fuertes manos acarician sus desnudos muslos provocando enamorados suspiros por parte de la menor que se perdía entre besos y caricias. Con facilidad sus dedos se deslizaban entre sus nalgas bajo la negra camiseta sabiendo bien lo que estaba provocando mientras le amasaba ese culo que moría por ser destrozado nuevamente.
— Shota...—suplicó.
— Dígame, señorita — burlesco no detuvo su amorosa actividad.
— Shota... — gimoteó en otro suspiro.
Quien estaba enloqueciendo era ella, loca por su maestro.
— Parece que alguien está un poco necesitada...
Ella suspiraba extraviada entre el deseo y el calor del momento; drogada del varonil aroma de aquel hombre tan hermoso.
— ¿Mi princesa está necesitada? — indagó burlón mordiendo seductor el lóbulo de la oreja de su protegida.
Emily batallaba por mantenerse serena, pero no podía contra él.
Al no tener respuesta de pronto con brusquedad él toma su rostro con una sola de sus manos apretando las sonrojadas mejillas de la adolescente, la mira con deseo y furia, hambriento de su inocente presa, su pequeña gatita.
