Capítulo XXVI

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Leslie jamás había sido una chica pretenciosa, ni mucho menos remilgada

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Leslie jamás había sido una chica pretenciosa, ni mucho menos remilgada. A diferencia de Amanda, ella podría dormir feliz en un sofá viejo mientras que no pasara frío. Así qué, la habitación de huéspedes del apartamento de su amiga —que resultaba una vergüenza para la rubia—, para ella era un tesoro con el que se había llegado a encariñar.

Suspirando, se despidió de aquellas paredes color crema que la habían acobijado las últimas semanas y de esa pequeña ventana, que tanta inspiración consiguió regalarle. Sabía que volvería pronto, pero aun así no podía evitar sentirse un poquito melancólica al respecto, quizás ignorar con exactitud la fecha de «cuando volvería» era lo que despertaba ese sentimiento.

Miró por última vez las maletas sobre la cama individual, cerciorándose de que nada le faltara. Los nervios tenían su interior hecho nudos, Andreas se había ido hace una semana y por más que mantuvieran contacto por mensajes, lo extrañaba como si se hubiera ido hace un mes.

—¿Ya no tomas las pastillas milagrosas? —preguntó Amanda sacudiendo el frasco entre sus manos.

—Treviño me dijo que como quizás no pueda conseguirlas cuando se me acabaran, mejor era reemplazarlas por otras..., desde la recaída no las tomo.

—Y has estado más sana que nunca, ¿no será que te caen mal? —Leslie se encogió de hombros, desde hace semanas pensaba lo mismo, pero no lo había hablado con nadie—. O, puede ser que la terapia este funcionado.

—¿Terapia?

—La terapia de sexo italiano que te recomendó el doctor —respondió Amanda con una sonrisa mientras le arrojaba las pastillas, Leslie se sonrojó como una colegiala y puso los ojos en blanco al atraparlas—. Vamos, antes de irse pensé que te habías mudado con él, no te vi por una semana entera.

—¿Envidiosa? —replicó con picardía mientras cerraba las maletas.

—En absoluto, Rodrigo hace un muy buen trabajo..., quizás no tan milagroso como el italiano, pero... —Leslie le arrojó una almohada a la cara—, ya, ya, está bien, no es necesario usar la violencia —dijo con una carcajada.

—Cambiando de tema, ¿iras a ver a tus padres?

—¿De verdad tengo que hacerlo?, ¿no crees que exageras?

—Amanda...

—Es que tengo muchos compromisos con la galería y no puedo permitirme...

—Me dijiste que irías...

—¡Lo sé!, pero, vamos..., Jason no ha hecho nada y dudo que lo haga, a menos que quiera acabar tras las rejas.

—No podemos confiarnos, por favor, hazme caso, por lo menos unos cuantos días...

—A ver, Treviño te habló de esto hace semanas y no ha pasado nada, quizás dramatizó o algo —Leslie se encogió de hombros, por su cabeza pasó que tal vez Amanda tenía razón, pero aun así no deseaba confiarse.

El ocaso entre nosotros.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt