Capítulo: XXIX

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El frescor y el embriagante olor de la primavera endulzaban un poco más el radiante panorama montañoso; la familiaridad de ese lugar mágico para su infancia despertaba en Andreas gran emoción y ansiedad, deseaba llegar lo más pronto posible al lag...

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El frescor y el embriagante olor de la primavera endulzaban un poco más el radiante panorama montañoso; la familiaridad de ese lugar mágico para su infancia despertaba en Andreas gran emoción y ansiedad, deseaba llegar lo más pronto posible al lago de Tovel, hace tanto tiempo que no lo visitaba que todo su cuerpo picaba por la anticipación.

No obstante, su felicidad se veía un poco opacada por el estado de ánimo de Leslie; Andreas la conocía bien, lo suficiente como para darse cuenta lo mucho que se estaba esforzando por fingir que nada pasaba. Llevaban cuatro horas de viaje en carretera, con Fabrizzio al volante y Annabella como copiloto, Andreas pensaba que la incomodidad de su novia se debía a las constantes discusiones de su hermana y cuñado, quienes por más que afirmaran que se amaban al infinito y más allá, por algún motivo no dejaban de pelear por cosas infantiles.

Andreas tenía claro que esa relación no llegaría lejos, pero después de manifestar sus opiniones con ímpetu y que no fueran escuchadas, decidió darse por vencido, si su hermana quería cometer un error, era su decisión. Agotado de la décima discusión de los futuros esposos, suspiró y concentró su atención en alguien que si lo merecía.

Leslie movía de vez en vez la pierna, deteniéndose cuando se percataba que delataba su estado de ánimo, cualquiera podría decir que disfrutaba del paisaje perdida en sus pensamientos, sin embargo, Andreas podía darse cuenta de cómo sus dientes mordían el interior de sus mejillas y como inconscientemente, sus dedo comenzaban a jugar son las cutículas, rompiendo su piel como si no fuera capaz de sentir dolor; tomó su mano con cariño y besó sus nudillos, trayendo su mente de nuevo a la tierra.

—¿Todo bien? —le preguntó en un susurró, aunque no se preocupaba porque la pareja frente a ellos escuchara, estaban demasiado concentrados en insultarse mutuamente como para eso. Leslie sonrió con timidez y asintió encogiéndose de hombros—. Te estás haciendo daño —volvió a besar sus nudillos, mientras que sus dedos acariciaban la cutícula rota que sangraba levemente—. Un dólar por tus pensamientos.

—No es nada —murmuró encogiéndose en el asiento.

—Les...

—¿Y si no les agrado? —masculló de repente, con su voz quebrándose en el acto.

—¿Eso es lo que te preocupa?, amore, dudo que eso sea posible, ya verás les encantarás —Leslie retiró su mano y se cruzó de brazos, frunciendo el ceño.

—Pero ¿qué tal si sucede?, ¿si les caigo mal? —murmuró pasando saliva.

—No pasará, pero en la remota posibilidad de que ocurra..., pues que se jodan —Leslie dio un salto en el asiento.

—Es tú familia, son importantes para ti... —Andreas acarició su mejilla.

—Lo son, pero tú también lo eres. Sé que te van a amar, pero si no lo hacen, haré que lo hagan. No te preocupes por ellos, solo sé tú misma.

El ocaso entre nosotros.Where stories live. Discover now