Capitulo 20

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Conociendo la verdad.

Terry se dirigía con rabia en busca de Neil hacia lo que quedaban de la enorme mansión. Esta vez no se sentía temeroso ni quería huir de él. Esta vez iba en su búsqueda y una gran furia lo movía.

Al estar frente a la reja, que apenas se tenía en pie, la abrió y gritó. —¡Neil!— el eco se dejó sentir en todo el lugar.

Terry no halló respuesta de adentro en la casa enorme y en ruinas. Le llegaron flashes de Candy siendo una pequeña, vio los maltratos de los Leagan hacia ella, a Eliza y su soberbia, a Neil siguiéndole la corriente a su hermana, pero a escondidas espiaba a su pequeña pecosa.

La casa estaba llena de imágenes, recuerdos. Ahora lo entendía todo, vio a Eliza, Susana y Annie, juntas hablando y riendo de su gran triunfo.

—Hermanito —Eliza se adentró al cuarto de Neil ante los confundidos ojos de Terry.

—¿Qué quieres Eliza?, sabes que deseo estar solo —Neil miraba con pena por la ventana— Déjame solo, sé que solo quieres burlarte de mí —Neil miró a Eliza con sus ojos derrotados—. Hermana, tal vez no me creas, pero en verdad amo a Candy —concluyó Neil.

—Lo sé y yo a ti. Por eso te aguanto que tengas un gusto tan... —Eliza rodeo a Neil— Bajo —concluyó—, no digo que no sea deseable, pero solo eso. Es de esas mujeres que se tienen ocultas en las sombras, para cometer bajezas, saciar los bajos instintos, esos que los hombres desahogan con mujeres baratas para respetar a sus esposas —Eliza lo miró con asco, pero con malicia al mismo tiempo.

—Eliza, subestimas a Candy, ella es más rica que nosotros y el dinero es lo más importante —dijo su hermano.

—Ya, allá tú y tus gustos baratos, ella siempre será una dama de establo así tenga toda la riqueza del mundo. Pero para que veas que te amo, te tengo un regalo — Eliza susurra a su oído.

—¿Un regalo? Eliza no quiero un tonto obsequio —Neil volvió a la ventana.

—Te tengo una yegua para que la domes. Se que te gustará, la llamé Candy, ya que es tan salvaje como ella y debe ser domada —Eliza lo abrazo por la espalda.

—Que broma de mal gusto Eliza, déjame solo por favor —insistió Neil —Y si te digo que tú regalo es la misma...

—¡Candy! —la pelirroja miró la expresión de sorpresa de Neil con agrado. —Qué dices, ¿Candy? ¿En el establo? —Neil retomó la atención en su hermana.

—Neil la cacé para ti, mira hermanito, tú la amas y solo hay una solución, tómala y tendrá que ser tu esposa quiera o no.

Los ojos de Neil brillaron con intensidad ante la mirada de ira de Terry, quien era invisible para ellos.

—Tómala, está en el establo, es tuya, la traje para ti y quiera o no, tendrá que ser tu esposa.

Neil se quedó perdido en su mente, y luego miró incrédulo a su hermana. —¿Tienes a Candy aquí? —Neil estaba en shock.

—Sí y la traje para ti —Terry observó con el más profundo odio a los dos hermanos.

—No. No lo permitiré. —Terry trató de golpear a Neil y frente a Eliza dijo— Maldita, ¿donde tienes a Candy? —Terry ardía en furia.

—Vamos, ¿quieres verla? —Eliza y Neil continuaron sin perturbarse por el hombre castaño del cual desconocían que estaba ahí.

La pelirroja tomó a su hermano de la mano y salió con él. Terry los siguió, la angustia lo invadía. Los hermanos bajaron las escaleras y salieron de la casa, por alguna razón Terry veía la casa en su aspecto real, pero al parpadear la veía hermosa. Salió a toda prisa tras ellos, entró en el establo y vio como tras una caballeriza abandonada se adentraron y Eliza moviendo paja y unos leños con ayuda de su hermano, descubría una puerta que los llevaba a un pequeño cuarto, una bodega.

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