Capitulo 2

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El golpeteo de mis nudillos apenas roza la puerta antes de que esta se abra sorprendentemente por sí sola. Grito el nombre de Katniss pero no obtengo respuesta y sin esperar más, decido adentrarme en su casa, dejando la cesta de pan sobre la mesa sucia de la cocina.

A medida que avanzo, una atmósfera densa llena la casa, cargada con el fuerte olor de vacío, moho y humedad. Mi corazón se retuerce de lastima y dolor al notar la desolación que impregna cada rincón. Lamento no haberme dado cuenta antes de lo mal que estaba, absorto en mis propios pensamientos y alimentando la ilusión de que unos panes podrían ser la solución.

Continuo buscándola pronunciando su nombre, abriendo puertas, enfrentándome a la soledad de habitaciones vacías y a la ausencia de respuestas. La preocupación crece, y el nudo en mi estómago se aprieta con cada instante de incertidumbre.

La idea de que Katniss pudo haber salido a cazar al bosque cruza mi mente, y encuentro un respiro momentáneo al imaginarla fuera, dejando la puerta entreabierta. Sin embargo, al dar la vuelta, la realidad me golpea con fuerza. Su rostro, marcado por la suciedad, se alza frente a mí, apuntándome con su arco, la flecha dirigida directamente a mi cabeza.

El horror me consume en un segundo, como si el alma amenazara con abandonar mi cuerpo.

La expresión en su rostro cambia al reconocerme y encontrarse con mis ojos y en un instante, el arma cae al piso, y ella comienza a llorar desgarrada.

Me quedo inmóvil por un momento, asimilando la situación. Los segundos parecen eternos mientras sus lágrimas caen, y puedo ver la mezcla de sorpresa y alivio en sus ojos. Sin decir una palabra, me acerco lentamente.

-Katniss, ¿qué está pasando?- pregunto con voz suave, consciente de que hay algo más profundo detrás de su reacción. Ella solloza, incapaz de articular una respuesta de inmediato. Opto por abrazarla, envolviéndola en un gesto cálido y reconfortante.

Mientras la sostengo, percibo el temblor en su cuerpo, como si todo el peso que lleva sobre sus hombros estuviera a punto de hacerla colapsar. La casa, antes impregnada de un aire sombrío, se torna aún más claustrofóbica cuando me doy cuenta de la magnitud de su sufrimiento.

-Estás aquí...-murmura finalmente, su voz quebrada. -Pensé que...-sus palabras se desvanecen entre sollozos. La estrecho con más fuerza, tratando de transmitirle que no está sola.

Sigo teniéndole lástima, apretó mi mandíbula para no llorar junto a ella porque a decir verdad, me está rompiendo el corazón.

-Tranquila, Katniss, te prepararé un té- le digo cuando finalmente se aparta y se seca las lágrimas con las mangas sucias de su suéter. Aunque no quería dejarla sola, necesitaba un breve respiro; su respuesta me abrumó y, en este momento, desconfío de mí mismo; me cuesta mantener la compostura. También me desconcierta su fragilidad, no la recordaba así.

Mientras limpio el sudor de mi frente, me dispongo a poner la tetera. Sin embargo, al observar la suciedad y el desorden irreparable, con platos sucios de semanas y un hedor insoportable, mi estómago se revuelve involuntariamente.

Aprieto los ojos como reflejo y, con lo que puedo, preparo un té para Katniss, quien me espera avergonzada en el sillón de tres cuerpos.

-Lamento que hayas tenido que ver este desastre- Me dice al recibir la taza, con la cabeza gacha.

Intento decir que está bien, pero me resulta difícil mentir.

-Te traje bollos de queso- menciono, y los ojos de Katniss se iluminan mientras se levanta rápidamente para buscar la cesta. En cuestión de segundos, devora la mitad. Suspiro sin comprender completamente lo que siento al verla así. -¿Hace cuánto que no comes, Katniss?-

La vida de un vencedorWhere stories live. Discover now