20.- Holly, el Pokemon Libre (2/4)

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Pero entonces Priscilla se abalanzó sobre él y le dio un cabezazo. Holly cayó de espaldas, desconcertado y adolorido.

—¡Ay! ¡Oye!

—¡Bobo! ¡Ya te perdí una vez! ¡No pienso hacerlo de nuevo!— exclamó Priscilla, enfadada.

Por un instante, Holly se amedrentó. Tener a una imponente Gengar sobre él, justo luego de que le diera un golpe, lo hizo sentir como un niño indefenso. Pero luego ella sonrió. Su enorme mueca, grotesca y a la vez cómica, le dio nuevamente seguridad.

—Si haces todo tú solo, no seríamos una pareja— le indicó, mientras le tendía la mano— mis heridas son tus heridas, y tus heridas son mías. Los deseos de uno son los deseos de ambos. Somos uno, y los dos queremos esa piedra alba. Ahora vamos.

Holly la miró desconcertado un momento. Luego se fijó en su mano tendida. La sujetó, y de un tirón, Priscilla lo levantó. Holly se vio apresado en sus gruesos brazos. No sabía si estaba bien sentirse como una damisela, pero en ese momento se sentía como una, lleno de amor y admiración por su príncipe encantador, su traviesa Gengar.

—Eh... está bien— asintió al fin.

Priscilla también asintió. Ambos irían con todo.

Salieron con cuidado de la caseta de guardias, en silencio e intentando moverse por las sombras. Miraban constantemente hacia arriba por si pillaban a Hydreigon, pero era difícil cuando el cielo estaba despejado y el sol brillaba intenso. El dragón tenía la ventaja, por eso debían ser especialmente cuidadosos.

Se desplazaron poco a poco, priorizando mantenerse escondidos en vez de avanzar rápido. Después de todo, siempre había una posibilidad de que Hydreigon se cansara de buscar y se fuera. Así avanzaron un buen trecho, casi la mitad del trayecto hacia el templo, hasta que de repente se encontraron con un espacio abierto. Había unos cuantos árboles hasta el próximo edificio, pero no los suficientes para esconderlos completamente. Tampoco había una línea clara de construcciones que seguir y la mayoría no se encontraban en perfecto estado. Hoyos y paredes derrumbadas eran comunes y los hacían visibles desde arriba aunque intentaran esconderse.

—Vamos a teletransportarnos de árbol en árbol— le indicó Holly a Priscilla.

—¿Cuántas veces puedes hacerlo?— quiso saber ella.

—Bastantes, descuida.

Aunque no estaba de más preocuparse. Teletransporte tenía muchos usos, pero era finito; no podían permitirse encontrarse a alguien como Hydreigon sin unos usos de reserva.

Se tomaron de la mano y se teletransportaron al primer árbol. No hicieron ruido ni nada que alertara a sus perseguidores. Holly miró al cielo, entre las ramas del árbol, pero no lo encontró por ningún lado. Por la distancia, tampoco podía sentir la mente de la persona que iba sobre él.

Se teletransportaron al segundo árbol, luego al tercero. Sin embargo, Holly calculó mal y parte de su cuerpo quedó expuesto, fuera de la protección de las hojas. Inmediatamente los teletransportó junto al edificio más próximo. Nervioso, esperó que Hydreigon no hubiera visto nada.

—Sigam...— iba a decirle a Priscilla, pero en eso advirtió una sombra siniestra pasar de un lado a otro, tan rápido que apenas se notó.

Holly miró a los alrededores: habían llegado a una de las calles principales, que llevaba al templo. Estaban cada vez más cerca de su objetivo, pero no podían descuidarse. Miró en cielo, no encontró nada.

—Parece que no nos vio— pensó Holly.

—Vamos— lo apremió la Gengar.

Holly asintió.

Holly, el Kirlia MachoWhere stories live. Discover now