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Se acurrucó contra la ventana, viendo con desprecio el paisaje rural, hacía tiempo que los numerosos edificios y las luces de la ciudad habían quedado atrás, dando paso a las montañas y los extensos bosques que el tren recorría a gran velocidad.

La idea de ir a vivir con su tío había perdido su encanto, dejar a sus padres y la cómoda vida en la ciudad ensombrecía la razón por la cual había decidido regresar al pueblo en el que nació, aun sin todo el caos en la ciudad nada le aseguraba que desaparecieran, después de todo en la ciudad o en el campo las personas morían, aunque mantenía la esperanza de que la tranquila vida rural no diera cabida a las almas atormentadas de los fantasmas.

Desde que tenía memoria podía ver a personas que no se encontraban del todo presentes, y aunque su padre le enseñó a no temerles, el pequeño puñado de fantasmas que había visto mientras vivía en Ignacia aumento terriblemente desde que se habían mudado a la ciudad debido al trabajo de su madre, los fantasmas de abuelos queriendo cuidar la tierra en el que su familia había vivido por generaciones desapareció y los espíritus atormentados aumentaron, Lloyd tenía suerte si podía pasar más de un día sin ver alguno. Había podido vivir con ello, paso los últimos diez años ignorando a los espectros lo mejor que podía, haciendo caso omiso a las súplicas de ayuda de muchos de ellos, terminando en problemas peores cuando sucumbía a la petición. Todos sus conocidos lo veían como un fenómeno al encontrarlo hablando aparentemente solo, cuando terminaba en la comisaria testificando ante un crimen que la policía había dado por cerrado.

Su madre le había dicho que no tenía que sentirse prisionero de su don, que podía hacer cosas buenas con él, ayudar a esas almas a encontrar el descanso; hubiera dado cualquier cosa por no tenerlo, de haber sido normal, los fantasmas no se fijarían en él, aquel espíritu no lo habría seguido hasta su casa y no hubiera lastimado a su papá, sin ese don hubiera tenido una vida normal y no tendría por qué abandonar su hogar.

Saco su teléfono, tomando una fotografía del paisaje cuando el monasterio de su familia se hizo visible en el horizonte. Envió la foto a su madre junto a un simple "ya llegué" que se apresuró a borrar y cambiar por "Ya los extraño". Pronto había llegado al pueblo que parecía más grande de lo que recordaba, las casas y locales se extendían por el valle junto a varios edificios y plazas, pudo reconocer algunos lugares en los que solía jugar cuando era niño, el recuerdo lo hizo sonreír, quizás no sería tan malo un cambio de aire después de todo.

El tren aminoró su velocidad, llegando finalmente a la estación, se apresuró a bajar su maleta del compartimiento esperando que su tío ya se encontrara en el lugar, dejo la maleta en el suelo con un ruido sordo, se asomó por la ventana una última vez logrando ver a un joven de cabello oscuro que constranstaba con la piel pálida y los ojos grises, parado en el medio del andén, se dio cuenta demasiado tarde de que se trataba de un fantasma cuando la mirada sorprendida del chico se cruzó con la suya, tomo sus cosas apresurándose en salir del vagón, caminando directo a la entrada de la estación negándose en mirar atrás para confirmar si el espíritu lo había seguido.

-¡Tío Wu! -llamo alegre al viejo monje con larga barba.

Su tío le dedico una sonrisa, ofreciéndose a tomar su maleta cuando estuvo frente a él, cosa a la que se negó gentilmente.

-Has crecido demasiado sobrino, es un gusto tenerte devuelta -hablo dando un fuerte abraso a su sobrino.

-Muchas gracias tío. -correspondió el abrazo- El viaje ha sido largo, quisiera poder descansar un poco -comento suplicando con la mirada al mayor salir de ahí.

Wu capto el mensaje haciéndole una seña para que lo siguiera fuera de la estación. Pronto se encontraba abordo del carro de su tío, subiendo la colina en la que se encontraba el monasterio que fue su hogar en su infancia. Apenas llegar no pudo evitar inspeccionar cada rincón del lugar, no recordaba mucho del templo y casi había olvidado la gran estatua de dragón que se podía encontrar apenas entrar, se dirigió a su antiguo dormitorio repleto de cientos de cajas indicando que la mudanza había llegado antes que él, abrió una dispuesto a comenzar a ordenar sus pertenencias, las dudas se habían desvanecido y el deseo de una vida tranquila comenzaba a parecer posible.

-Limpie un poco la habitación -hablo su tío desde la entrada de la habitación -, creí que te gustaría acomodar el lugar a como lo tenias en casa

-Gracias tío Wu -agradeció sacando un descuidado peluche de lobo de la caja-. No puedo creer que mamá guardará esto -se quejo apenado de recordar que solía dormir con el muñeco hasta poco después de entrar a la secundaria.

El anciano se río de la reacción de su sobrino, tomando el peluche que había sido dejado de lado.

-No deberías desastre de él -aconsejo dejando el animal sobre el pequeño mueble al lado de la cama-, los objetos que han sido preciados como muy bien sabes contienen una parte de nosotros, abandonarlo significa abandonar los recuerdos que tuvimos con él, los buenos y los malos -explicó tranquilo, emanando la sabiduría que sólo alguien con su experiencia podría tener.

Hizo una mueca a sus espaldas- Por supuesto que tienen recuerdos -se quejo amargo procurando que su tío no lo escuchara.

Escucho al mayor hacercarse a él- Se que no te agrada tu don, Lloyd, pero es una cualidad que ha estado en nuestra familia por generaciones -hablo compasivo.

Se volteo hacia el dispuesto a pedirle que dejara de lado el tema, encontrándose con su tío desenvolviendo un pañuelo frente a él, revelando una cadena con la figura de un pequeño dragón en la punta que no tardo en identificar.

-El amuleto del abuelo -soltó sorprendido de ver que el adorno aún existía.

-Lamento no habértelo entregado antes, pero tu abuelo quería que lo tuvieras cuando fueras mayor -se disculpó colocando el obsequio entre las manos del rubio-. Resuena ante la presencia de los espíritus, su sonido puede alejar a los espectros malignos -explicó cepillando su barba con sus dedos-, no hará que los fantasmas dejen de buscarte, pero te otorgara protección contra ellos

Apreto el amuleto entre sus manos- Muchas gracias tío, no se que decir, lo cuidare bien -prometió.

El mayor le dedico una sonrisa tranquila, marchándose de la habitación.

Paso la tarde entera organizando su habitación, tratando de que las cosas quedarán lo más parecido a su cuarto en el departamento de sus padres, dejándose caer sobre la cama una vez todo estuvo en su lugar, no pudo acomodar todo como quería, pero la familiariada de unos cuantos objetos lo hacían sentir que tenía algo de control sobre la situación. Se quedó viendo el techo que era apenas iluminado por el crepúsculo a través de la ventana, dio una mirada a la habitación siendo conciente de pronto tenía más espacio del que habia tenido nunca, que el lugar estaba tan calmado que en vez de el tumulto de automóviles podía escuchar el cantar de las sigarras, que no había visto ningún fantasma mirar a su ventana desde lejos.

-Podría acostumbrarme a esto -sonrió complacido estirándose sobre la cama.

En dos días comenzaría las clases y esta vez se aseguraría de que nadie se enterara de su pequeño secreto, si tenia que escuchar una vez más "Ghost boy" iba a explotar.
Saco el amuleto que su tío le había entregado de su bolsillo, viendo destella el oro contra la luz, se sento sobre la cama para poder acomodar la cadena al rededor de su cuello.

Esta vez sería una persona normal.

Murning GraveWo Geschichten leben. Entdecke jetzt