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LAS HORAS PARECÍAN PASAR MÁS LENTO DE LO NORMAL. Los participantes en general comenzaron a pensar en ese detalle, pero sólo a la castaña esto le inquietaba.
Llevaban exactamente media hora subiendo una gran escalera que parecía no tener final. Killua avanzaba con determinación, sin embargo, no dejaba de lanzar miradas hacia atrás, en algún momento Yuri había comenzado a tropezar, una, dos, tres veces. Captó el momento exacto en el que está perdió el equilibrio y, con un suspiro de frustración, se apresuró a su lado.
— ¡Maldición Yuri, concéntrate! — exclamó Killua con cierto enfado. Sin decir nada más, se agachó y, con un movimiento fluido, levantó a la chica sobre su espalda. El contacto cercano hizo que el corazón de Yuri se acelerara, no por el cansancio sino por la proximidad tan repentina que estaba teniendo con el albino.
—¡¿Q-que crees que haces?! — gritó rápidamente exaltada. Sus mejillas estaban coloradas y un leve temblor se hizo presente en su labio inferior.
— No voy a dejar que te quedes atrás — respondió Killua con firmeza. Yuri apretó los dientes, sintiendo una mezcla de gratitud y culpa. Si seguía corriendo con ella encima, era muy probable que pronto se quedara sin energías.
— No volveré a tropezar — murmuro, más para sí misma que para el albino.
— No puedes prometer eso — contesto. Su voz era un gruñido suave de advertencia.
Yuri quizo protestar, pero inmediatamente la mirada de Killua le cortó las palabras. Era una mirada fría que veía a través de su orgullo y le dejaba en claro que la ayudaría, incluso en contra de su voluntad.
El silencio se instaló entre ellos, roto solo por el sonido de sus pasos y el de los demás aspirantes. Gon, que había estado observando la escena, se acercó con una sonrisa amable hacia la chica.
