Atlántida.

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— ¿Por qué no tuvieron otro hijo?

Aziraphale deja la copa de mimosa al lado de su desayuno. — ¿Disculpa?

Harry arrastra la  silla del jardín de aquel magnífico hotel y se acomoda cuan largo es. — ¿Por qué papá y tu no quisieron más hijos? —la negra bata se ha pegado a su pálido cuello, secando todas las gotas de agua que encuentra. 

— ¿Querías un hermano? —cuestiona curioso. 

La mirada de su vástago se desplaza hacia la climatizada piscina de aquel hermoso lugar. Su papá sigue flotando y girando dentro de la misma, recluido en su propio mundo. —O una hermana, tal vez. 

El ángel rasca detrás de su nuca, tratando de entender por qué la pregunta. —Sí te soy totalmente sincero, no lo sé. Tenerte a ti siempre ha sido suficiente. 

Harry es casi idéntico a Crowley, son pocos los detalles que los distinguen pero extrañamente, son totalmente diferentes. —Oh por favor, di la verdad.

—No queríamos distracciones en tu desarrollo. 

— ¿Eh?

Aziraphale lo leyó en alguna parte, no va directamente así pero es la parte que más recuerda. —Me refiero a que toda la atención que tú recibiste, se hubiera tenido que dividir y bueno, no siempre hay buenos resultados.

— ¿Así qué... querían estar concentrados en mí?

—Harry... tu papá y yo no teníamos ni la menor idea de lo que es tener un hijo. —asegura el ángel mientras toma la pálida mano de su vástago. — ¡No es tener un bebé y ya! Hay muchísimo de por medio.

Harry se encoge un poco. — ¿No querían echarme a perder?

—Cuando tenías ocho y tu papá te preguntó si gustabas de un nuevo compañero, aseguraste que no cabía un humano más sobre la superficie de la tierra. —rememora el ángel. —Tu papá se refería a un nuevo gato y tu entendiste que...

—Me preguntaba sí quería un hermano. —concluye Harry. —Deben saber qué no es la mejor manera de preguntarlo. 

— ¿Por qué tantas preguntas? —es el turno del ángel de interrogar. — ¿Has cambiado de opinión? ¿Quieres un hermano?

— ¡Ew! ¡No! ¡Ya están viejos para eso! —en una ligera fracción de segundos Aziraphale nota como la espalda de su hijo se endereza levemente e inmediatamente su cómoda postura cambia a una de alerta. 

— ¿Viejos para qué? —Crowley se ha acercado, también arrastrando una bata.

El ángel sabe que Harry detecta casi por instinto cuando su papá Crowley está cerca, asume que sigue conectado por el delgadísimo collar que aún cuelga del cuello de su demonio favorito. —Somos perfectamente capaces de tener un nuevo bebé, Harry.

— ¡Ew! —es el turno de Crowley. 

 Aziraphale trata de entender. Se esfuerza en comprender los motivos de su hijo en no decirles que está en una relación, según su conocimiento, amorosa con el ex anticristo. ¿No debería existir la suficiente confianza para compartir ese detalle tan importante?

Tres horas y un almuerzo después, mientras Aziraphale toma una larga siesta Crowley escucha el cielo retumbar y las gotas de lluvia inician a golpear el finísimo vidrio de la ventana. El frío en París, durante el decembrino mes es criminal, pero con lluvia se convierte en algo casi insoportable. 

Podría chasquear los dedos, pero la tecnología ha avanzado tanto que con girar el interruptor es suficiente para que la chimenea se encienda. Debajo de la misma hay una decente cantidad de trozos de leña perfectamente cortados y ordenados; y Crowley no pierde oportunidad de acomodarse cerca del calor. 

Azira-papá.Where stories live. Discover now