CAPÍTULO 6 CAOS.

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Me aseguro de que todas las ropas de mis pequeños están en su lugar, los zapatos en sus pies correctos y los jeans colocados del derecho y no del revés. Paso mi mano por el pelo de Jungkook, colocando en su lugar un mechón rebelde antes de acercarme a su armario y sacar dos cazadoras de cuero, una verde y otra azul. -Ni se les ocurra jugar en el parque sin la chaqueta. Aunque haga calor. -Doy un beso en la frente de cada uno, asegurándome de que está todo listo antes de cambiar de lugar con Jimin cuando está arriba a mi hogar.

Suspiro en el ascensor, arreglando mi corbata frente al espejo. Espero que estas horas extras me permitan pasar más tiempo con mis niños durante las vacaciones de invierno. Hace tiempo que no puedo dedicarles unas horas de calidad más allá de alguna película en el sofá o un fuerte en la habitación.

Sé lo mucho que ellos disfrutan de estar en el exterior, pero últimamente siento como que me lo estoy perdiendo todo, viéndolos por la mañana antes de dejarlos en clases y luego por la tarde, sus tareas ya hechas, sus momentos de actividad perdidos. Cuando llego a casa, la mayoría de su energía se ha esfumado, el omega cuidándolos a la perfección todos los días. Sólo me faltaba incluir también los sábados al plan. Temo cerrar los ojos una noche y encontrarmelos adultos al abrirlos al día siguiente.- Espero de verdad poder compensarlos.

Cuando llego al trabajo, todo parece un caos. Sin embargo, no dejo que me afecte. Aquí siempre es así, la mitad de los que trabajan aquí están locos, pero siempre conseguimos que el trabajo salga adelante. Todo el mundo tiene su talento, y nadie es indispensable pero al mismo tiempo todos somos necesarios y con los años hemos conseguido formar un gran equipo.

Siempre he estado agradecido por la oportunidad que se me dio para trabajar aquí. En la mayoría de empleos no quieren omegas y si los tienen es para repartir cafés o con un sueldo muy inferior al de alfas o betas. Si que es cierto que soy de los pocos omegas de la empresa, pero hay más además de mi y no hay diferencias salariales entre mi sueldo y el de mis compañeros alfas. Ni tampoco diferencia de trato. Mi trabajo es igual de valorado y apreciado que el de cualquiera de los otros trabajadores.

Saludo a Eun Woo de camino a mi pequeño estudio, robando uno de los donuts de su escritorio. Recibo una protesta como toda respuesta, sacándole la lengua mientras camino de espaldas hasta cruzar la puerta abierta de mi estudio, cerrándola con uno de mis talones antes de dejar mi cartera sobre la mesa. Si mis hijos me vieran comiendo donuts, me taladrarían con esas miradas suyas hasta que fuese con ellos a por una caja de donas para ellos dos.

Sonrío enternecido al pensar en mis pequeños monstruos y limpio mis manos, concentrándome en el tablón frente a mi, lleno de bocetos e ideas. Quizá, si consigo mis objetivos temprano hoy, pueda salir de aquí y sorprenderlos en el parque. Seguro que eso les gustaría. Hace mucho que no pasamos tiempo fuera de casa los tres juntos y son tan buenos chicos que se lo merecen todo.

Me prometo a mi mismo hacer mi mejor esfuerzo para terminar temprano hoy y me enfrasco de lleno en mi próximo proyecto, la foto de los mellizos siempre clavada en un rincón del tablón, siempre mi inspiración.

Cuatro horas más tarde, los borradores y bocetos están pulcramente ordenados en una carpeta y el tablón despejado a excepción de la foto de mis cachorros. Echo el cierre al maletín y me despido de Eun Woo a la salida, evitando tocar su caja de donas al ver su mirada salvaje. Con suerte, Jimin y los chicos siguen en el parque. Podemos comer unos fideos y retozar en el césped hasta que los chicos se agoten.

Cojo el metro hasta la parada más cercana del parque, sacando mi móvil en cuanto salgo del andén, esperando a volver a tener cobertura. Es entonces cuando me percato de las seis llamadas perdidas de Jimin y otras dos de un número desconocido. ¿Qué demonios?

Marco el número del omega, llevándome el dispositivo al oído mientras me adentro en el enorme parque, atento a mi alrededor por si anduvieran cerca. -¡Hoseok!¡Al fin! - La voz de Jimin suena aliviada al otro lado del teléfono, aunque parece exhausto. -Dime por favor que los niños están contigo...

Siento como una fuerza invisible estruja mi corazón, miles de malos pensamientos cruzando mi mente en cuestión de décimas de segundo. -¿Conmigo?¿Cómo van a estar conmigo?¡Se supone que estabas cuidando de ellos, Jimin!¿Dónde están mis hijos?

Logro encontrarme con el chico veinte minutos más tarde, mi corazón palpitando con fuerza, cargado de furia y preocupación. -De verdad que se han escapado, Hoseok... ha sido visto y no visto, he ido a por una botella de agua y se la han jugado a Namjoon... ya sabes cómo les gusta molestarlo... - no puedo enfadarme con Jimin, no ahora. Lo primordial es encontrar a los chicos...¿pero dónde podrían estar? Nunca habían hecho algo como esto...

-¿Seguro que no había nadie más cerca?¿Alguien que se los pueda haber llevado? -La angustia me está matando. Pensar que alguien quiera hacer daño a mis niños... dos pequeños completamente inofensivos... Las manos me tiemblan cuando decido llamar a la policía y es Jimin quien tiene que coger el teléfono de mis manos cuando no logro decir más que palabras sin sentido.

No es que la policía resulte muy útil cuando aseguran que será una travesura y que deberíamos ir a casa a esperar por ellos. ¡Ja!¿Cómo esperan que esté en casa tan tranquilo con mis dos niños solos en Corea? Creo que voy a volverme loco y de paso locos también a Jimin y Namjoon, y a media docena de personas en el parque que están ayudándonos a buscar a gritos a los gemelos cuando mi móvil suena de nuevo y respondo angustiado, aún cuando el número me resulta completamente desconocido.

-¿Papá? - Noto como el alma escapa de mi cuerpo al oír la dulce voz de mi pequeño Tae al otro lado. -¡Taehyung!¿Dónde demonios están?¿Están bien, cariño?- Las preguntas y los reproches se acumulan al mismo tiempo en mi paladar, pero muerdo mi lengua a la espera de oír de nuevo su voz, su respiración nerviosa al otro lado del teléfono. -Muy bien, papi... eh... nosotros... nosotros estamos... -suspira al otro lado de la bocina y noto como el teléfono que está usando cambia de manos.

-Hoseok.-esa voz firme y seria... podría reconocerla en cualquier parte. E incluso si no pudiese, el pinchazo en mi cuello reacciona ante él, enviando un escalofrío por todo mi cuerpo. -SeokJin...

Oh, por Buda... voy a matar a esos niños.

SIEMPRE TE SENTÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora