Capítulo 7: La Espina

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Aemond retrocedió un paso y le tendió la mano para ayudarla a ponerse de pie.

Daenerys la tomó con recelo, pero no tuvo tiempo de reaccionar cuando el príncipe se llevó su dedo dañado a la boca y sorbio un poco de su sangre.

—¡Pero qué..! —antes de dejarla terminar, el tuerto la soltó y se sacó una pequeña espina de entre los dientes.

—Es peligroso quedarse con una espina adentro —le dijo—. Dicen que puede avanzar por tu torrente sanguíneo y llegar a tu corazón, te terminaría matando tarde o temprano... Esta pequeña espina —le mostró el pedazo que era tan pequeño que apenas era visible.

—Gracias —respondió ella, y se limpió las lágrimas con la manga de su bata.

Aemond se sacó un pañuelo del bolsillo y se lo ofreció. Otra vez, ella lo aceptó.

Pasó la suave tela por su rostro, hasta que la seda se empapó con sus lágrimas saladas. Por los dioses que odiaba que alguien la viera en un estado tan deplorable.

—Debo preguntar, mi lady, ¿qué hace afuera tan tarde?

—Quiero ver a mi dragón —estaba cansada, ni siquiera quería mentir y crear una excusa menos extraña—. No lo he visto desde que llegué.

—Podria verlo mañana —replicó el príncipe—. Ahora vuelva a la cama.

Daenerys no tenía fuerza, pensar en Jon la destruía emocionalmente. Solo quería ver a Drogon, sentirlo a su lado.

—Por favor... —musitó con tal súplica que oyó a Aemond tragar saliva.

—¿Es tan urgente? —ella asintió—. Bien, entonces déjeme llevarla con él, pero luego debe volver a su recamara.

Danny dijo un gracias tan bajo que él no pudo oírla. Caminaron en silencio por largos pasillos y pasajes. Más jardines, más flores, pero esa flor de invierno seguía clavada en su mente y en el dolor que la punzada dejó en su dedo.

—No fui amable con usted la última vez que conversamos a solas —dijo Aemond—. Admito que sigo sin creer la historia que usted y su padre contaron en la cena, pero hasta que no tengamos pruebas de que es una mentira, siento que no hay motivos para ser hostil.

—¿Tan seguro está de que es una mentira?

Aemond asintió suavemente.

—Algo en ustedes dos me parece muy extraño, cuando nos vimos la primera vez dijo que Fuego y Sangre también era su lema, no dijo nada de los Vysselmont o de su padre.

Era cierto, Danny no lo recordaba, se sentía muy ofuscada en esa primera conversación y nunca pensó que decir que también era una Targaryen sería un problema.

—Cuando lo dije me refería a que tenemos la misma sangre —habló pausadamente, pensando en cada palabra—. Ambos tenemos sangre de la Vieja Valyria, somos jinetes de dragones. Y mi padre... Bueno, no imaginé que él vendría por mí, menos aún que llegaría antes que yo. Hice varias paradas antes de llegar aquí, supongo que por eso tardé más.

—Fingiré que le creo —dijo él—. Y hasta demostrar lo verídico o lo contrario, intentaré ser más cordial. No quiero que llegue a llorar sintiéndose ajena en este lugar.

Una sonrisa bailó en los labios de la madre de dragones.

—No lloré por eso, príncipe. Son esas rosas —dijo más despacio.

—¿Entonces sí fue por el dolor de la espina?

—No —respondió, mientras negaba con la cabeza—. Me trae recuerdos muy dolorosos, de una vida que ya no es mía.

Él no dijo nada hasta llegar al lugar en dónde estaba Drogon, el dragón se apresuró a avanzar hasta su madre. Sus escamas escarlatas brillaban muy suave, Danny apoyó la cabeza contra su cuello. El calor de su dragón derritió el frío dolor de las rosas invernales.

—Nos quedaremos aquí por un tiempo —le dijo—. Te prometo que mañana iremos a volar, podemos ir a dónde quieras. ¿Quisieras visitar Meeren?

Aemond solo la observaba, ella tenía una unión diferente con su dragón. Él y Vhagar eran cercanos, pero Drogon parecía ser una parte de Daenerys.

Tal vez estaba pensando de más, pero podía jurar que ese dragón estaba sintiendo el dolor de su jinete. Él se preguntó que habría de especial en esas rosas invernales, estaba casi seguro que el único lugar en el que crecían además del jardín de Alysanne, era en el Norte, dónde el clima frío hacia fácil su producción. El calor árido de Essos no permitiría que florezcan, ¿cómo es que algo tan lejano le daba tristes recuerdos?
Era un punto más a sumar a su serie de historias con inconsistencias. Ella y su padre no se parecían ni un poco, Daenerys era preciosa, tan Valyria como él, pero había más en ella que solo sangre de dragón. Llamaba a investigarla, a saber más de ella, y tenía la mirada demasiado triste para alguien de su edad. No debía tener más de diecisiete años, pero daba la sensación de cargar el pesar del mundo en sus hombros.

Su padre por otra parte era imponente e inteligente sin duda alguna, tenía los ojos fríos y astutos. Un temple de hierro que no se dejaba amilanar aunque la situación estuviera en su contra, Aemond necesitaba averiguar qué ocurría con los recién llegados, porque si todo seguía como hasta ahora, Tywin terminaría siendo Maestro de Moneda, un hombre del que nadie sabía nada pero tenía una labia poderosa y había impresionado a su abuelo.

Se volvió a Daenerys que estaba acariciando la barbilla de Drogon.

_«Vaya nombre absurdo»._ Pensó de nuevo el tuerto.

—¿Por qué lo llamaste Drogon? —preguntó, atrayendo la atención de la Lady y de su bestia.

—Porque es un dragón —replicó como si fuera la cosa más evidente—. Ningun dragón había nacido en años, casi parecían criaturas de fábula, y de pronto, él estaba ahí, saliendo de un huevo que llevaba siglos petrificado.

—¿Por qué tú familia nunca vino a Westeros si sabía que nosotros estábamos aquí?

Danny se alejó de su dragón y se volvió hacía él.

—Porque no sabíamos si nos recibirían con los brazos abiertos o con una daga entre las manos —respondió—. Había quien decía que nos recibirían con banderas y fiestas, pero la realidad podía ser muy diferente, éramos extranjeros después de todo. Y por mi primera conversación con usted, aquella imagen quedó aún más clara.

Aemond avanzó un paso hacia ella, era muy pequeña, su cabeza apenas y le llegaba a los hombros.

—Ya le pedí disculpas, mi Lady.

Daenerys asintió.

—Hasta probar que soy una mentirosa, ¿cierto?

—Cierto —ambos mantuvieron el contacto visual por unos pocos segundos, hasta que él se apartó—. Bien, ya vio a Drogon, ahora volvamos.

La Khaleesi se despidió de su hijo y tomó el camino de regreso con el príncipe, esta vez hablaron de un par de cosas sin importancia.

—¿Entonces mañana viajará a Meeren? —preguntó él.

Ella asintió despacio.

—Tal vez, debo hablarlo con... Mi padre —dijo—. Pero sé que Drogon extraña volar en Essos.

—Mi Lady, no quiero ofenderla, pero espero entienda que tenerla volando de un continente a otro es muy sospechoso,y ya que está bajo las leyes de hospitalidad de mi familia, creo que tendré que acompañarla.

—¡Sería hermoso conocer a Vhagar! —respondió emocionada—. Es uno de los dragones de la conquista, y la segunda más grande. Por los Dioses que imaginé verla a ella o a Balerion muchas veces.

—Entonces veo que no será un problema —Aemond esbozó una ligera sonrisa, le gustaba que admirarán a Vhagar—. Hasta mañana Lady Daenerys.

—Hasta mañana, príncipe Aemond.

La Princesa Del Mañana | Daenerys x AemondOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz