Capítulo 9: La Yegua

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A lo largo de su vida, Daenerys Stormborn había conocido a muchos hombres, desdei esclavos hasta grandes señores, sirvientes y khales. Muy pocos resultaban por lo menos interesantes, la mayoría no eran más que rostros que su memoria traía de vez en cuando como parte de una historia. Muchos trataron de impresionarla, admirarla o minimizarla. No necesitaba recordar sus nombres para reconocer a ese tipo de hombres. Aemond Targaryen, sin embargo, seguía siendo un enigma. Su historia le parecía simple: un simple príncipe buscando ser recordado. Su personalidad era mucho más rara, a veces podía ser amable, pero la mayor parte del tiempo era altanero e insoportablemente desconfiado.
Era evidente que ella le causaba intriga, quería conocerla, pero ya se había decidido a verla como a una enemiga.

—La historia que mi padre y yo contamos es la realidad, si usted decide no creerme, es problema suyo —respondió la khaleesi.

Él elevó una media sonrisa.

—Supuestamente eres una dama criada con los mejores modales, sin embargo aún no has pedido que me retire de tu habitación —su ojo brillaba fugazmente con la luz de las antorchas—. ¿Sabes lo impropio que es que yo esté a solas contigo en este momento? Cualquier doncella lo sabría, lo más importante para cualquier mujer es su reputación.

—No tengo una reputación que me importe conservar —replicó ella sin amilanarse—. ¿Qué es lo peor que podrían decir de mí, que me acuesto con un príncipe?

—O con dos —dijo él—. Estoy seguro que Aegon también la visita sin ningún de supervisión. Y le haces ciertos... Favores, debo decir. No sé que recibe a cambio, pero estoy seguro que recibe algo, conozco a mi hermano y jamás le haría un favor a una mujer hermosa sin tener algo a cambio.

—¿Eso es lo que piensa? —Danny prefirió omitir sus comentarios acerca de su belleza—. Cree que Aegon y yo nos reunimos aquí, nos acostamos como salvajes y luego le ordeno hacer...

—Cosas terribles estoy seguro —Aemond alzó la voz sin dejarla terminar—. Lo ví salir de la torre del Maestre, yo sé de su afición por ciertas plantas, pero ahora era diferente, porque cuando entré al salón de cuervos, encontré cartas recién llegadas con recomendaciones de los Vysselmont.

El plan de Aegon era bueno, pero no contaba con que cierto tuerto veía más de lo que aparentaba.

—¿Tan poco confía en su hermano que piensa que traicionaria a su familia por una mujer?

—No por una mujer cualquiera —replicó el príncipe—. Por usted... Es normal que lo tenga como un maldito cachorro moviendo la cola por un poco de atención, siempre lo veo a su alrededor, saltando como un idiota, haciendo bromas absurdas, y usted riendo como si...

—¿Cómo que si qué? Ya bastante me faltó el respeto, que más da si termina su idea.

Él pareció dudarlo por unos pocos segundos, pero finalmente lo soltó.

—Cuando está con Aegon parece que le agrada.

Si no fuera por la situación, el segundo hijo incluso pasaría por un hombre celoso.

Daenerys descartó la idea de prisa, además, así lo fuera, lo último que necesitaba era algo relacionado al interés masculino.

—Aegon me agrada —admitió—. No como amante, jamás me lo ha pedido si quiera y yo jamás lo aceptaría. Somos amigos, no conozco a nadie aquí y Aegon es agradable.

—No le creo —Aemond se revolvió en su asiento sin mirarla.

—No me importa —dijo ella a su vez—. Ningún hombre volverá a tener mi atención de esa forma, ¿Lo entiende? Ningún hombre me agradará como amante, porque no volveré a admitir a uno en mi cama, mucho menos, en mi corazón. No estoy usando a Aegon, somos amigos, algo de lo que usted evidentemente carece.

Antes de obtener una réplica, Sir Erryk llamó a la puerta de la joven. La noche estaba lejos de terminar, le anunció que su padre aguardaba afuera. El caballero estaba pálido, pensando en la reacción que tendría el Maestro de Monedas por haber permitido que la dama estuviera a solas con un príncipe.

—Es mi deber dejarlo entrar, mi Lady —dijo avergonzado.

Danny solo pudo sonreírle, aquél cuidado que tenían por el nombre y el honor de una señorita le parecía por demás exagerado.

El Viejo León ingresó sin sorprenderse mucho por la presencia de Aemond.

—¿Estás haciendo nuevos amigos, querida? —le preguntó con falsa ternura.

—El príncipe ya se iba —dijo Danny.

—Oh, no pretendía interrumpir—replicó él—. Pero, príncipe, debo pedirle que evite este tipo de visitas a estas horas, muchos pueden verlas con malos ojos y si llegara a ocurrir algún malentendido, me tomo que haría lo que fuera por defender el nombre de Daenerys.

—Lo lamento, mi Lord, era una conversación urgente.

—¿Tan urgente como para dañar de forma irreparable bien nombre de mi hija? No lo creo —Daenerys no entendía que estaba pasando, estaba segura que todo eso era una parte más del juego que ese Lannister empezaba a armar—. Pero acepto sus disculpas por esta ocasión, si su conversación es tan importante le pido se reúna con ella el día de mañana en el rosal de la reina Alysanne. Sir Erryk la acompañará, y también una doncella. No prohíbo que se acerque a mi hija, solo pido que lo haga de la forma correcta.

—Pensé que podría tener los mismos privilegios que mi hermano —le dijo Aemond, con evidente burla en su voz.

La respuesta no cayó de inmediato, Tywin sin embargo no se alteró.

—Por supuesto, príncipe Aemond —replicó el viejo león—. Todos saben que los primogénitos poseen privilegios muy por encima de un simple segundo hijo.

Hubo un duelo de miradas tan rápido que duró apenas un respiro. Nadie agregó nada, Aemond simplemente se retiró sin dar confirmación o negar el encuentro pactado para el día siguiente.

—¿Qué cree que hace arreglando encuentro con ese...? —rabió la khaleesi tan pronto tuvieron privacidad.

—¿Con ese príncipe? —respondió su falso padre—. ¿Conoces la historia de la Danza, verdad? Aemond Targaryen fue tan importante como Aegon, tal vez incluso más. Ahora tiene una evidente fascinación contigo, quiere descubrirte...

—Descubrirnos —corrigió ella.

—Como sea, está obsesionado con deshacerse de cada capa que tengas, como una cebolla, hasta saber quién eres exactamente. Si usas eso a tu favor, puedes manipularlo a tu antojo, es un hombre al fin y al cabo, algunos hombres son bastante simples.

Daenerys soltó una risa ahogada.

—Eso suena a que quiere que lo seduzca —bromeó la Targaryen.

Cuando no obtuvo una negativa, sintió una punzada espesa en la nuca.

—No puedes pretender enviarme como una yegua de cambio para hacerte de un nombre en esta época —dijo furiosa—. No soy Cersei, no soy tu hija.

—No te estoy diciendo que te acuestes con él —hizo una breve pausa para considerar sus palabras—. Si no quieres, por supuesto... Solo digo que podrías distraerlo, hacer que su mente se enfoque en otras cosas y no en apoyar una usurpación inminente.

No era un mal plan, no involucraba algún contacto físico o enamoramiento, era solo mantenerlo distraído. El tuerto era un hueso duro de roer, no era amigable como Aegon, tampoco accesible o bondadoso. Era extraño.

—Hay algo más —dijo el Lannister—. Llegó un cuervo desde Dragonstone. Rhaenyra, Daemon y sus hijos estarán aquí para el torneo. En una semana vas a conocer a tus ancestros.

La Princesa Del Mañana | Daenerys x AemondWhere stories live. Discover now