Susurros

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—Recuerde que por ahora solo tenemos disponibles boletos de ida ¿Aun así desea viajar? —cuestiona la encargada por segunda vez.

Los jóvenes se miran entre ellos. Lo único que tenía en común ese grupo de amigos era la edad, todos en sus dieciocho recién cumplidos. Esa etapa caótica de la vida que algunas veces nos hace tomar decisiones sin vuelta atrás.

—Sí —repitieron Adara y Jocelyn al unísono.

—¡Todo sea por la adrenalina! —dice Clay señalando al dibujo que había hecho minutos antes en su brazo.

Era una llama de fuego, simulaba muy bien un tatuaje, pese a ser tinta de bolígrafo.  Era todo a lo que podía aspirar el chico, teniendo en cuenta lo estrictos que eran sus padres.

En poco tiempo el grupo de tres partió hacia un destino al azar. Todo lo que habían dicho era:
—Un boleto para el próximo destino.

No sabían a dónde iban, pero estaban seguros de solo una cosa… querían escapar. Cada uno de cosas diferentes, de monstruos internos, o monstruos con los que convives bajo el mismo techo. No sé, imaginaban lo mucho que desearían no haber abordado el avión jamás.


A dos horas de viaje sabían un par de cosas. Por ejemplo, que se dirigían hacia Málaga, España y que todavía quedaban horas de viaje. La tragedia inició cuando anocheció y aún faltaban treinta y cinco minutos para aterrizar.

La primera en sentir las voces fue Jocelyn, quien comenzó a darse golpes en los oídos repetidamente mientras ponía los ojos en blanco.

—¿Qué te pasa? —pregunta Adara asustada.

Clay, desde el asiento delantero, escuchó los ruidos provocados por Jocelyn.

—¿Qué haces Jo? —grita llamando la atención de todos los pasajeros.

Unos los miran aterrorizados, y otros con lástima.

Una aeromoza se acerca a ellos intentando comprender la situación. Pero todo se torna aún más extraño cuando los síntomas pasan a dos pasajeros más, desconocidos para los jóvenes. Todos hacían lo mismo, gritaban y golpeaban sus oídos. A Jo le comenzó a sangrar la nariz, pero no era sangre común, sino más oscura y turbia de lo normal.

Aterrorizados, los chicos agarraron de las manos a su amiga para evitar que se lastimara más, pero fue en vano, parecía tener mucha más fuerza que ellos dos juntos. La aeromoza intentó ayudar a todos, pero ella estaba sola en ese vuelo, intentó comunicarse con el piloto a través de su auricular.

—Tenemos una emergencia, está pasando de nuevo, los susurros volvieron.

Ya no había nada que hacer, eran los primeros síntomas de un bucle en el que pronto entrarían.

—Oiga ¿Qué le pasa a nuestra amiga? —pregunta Clay.

—¿Se recuperará cuando aterricemos? —esta vez fue Adara la que cuestionó.

La aeromoza los miró con lástima.

—Pobres inocentes, es tarde, hemos entrado en el bucle y ni ustedes, ni yo, ni ellos, saldremos de aquí con vida. Nos han alcanzado los susurros. —respondió señalándolos a todos.

—¿Qué bucle es ese? ¿Cómo podremos ayudarla? —pregunta la joven intentando agarrar el brazo derecho de Jocelyn.

Pero rápidamente con el izquierdo se da otro golpe en el oído.

¡Oh no! Clay había caído en el bucle también.
Inclinaba la cabeza hacia un lado, en un grotesco gesto que parecía casi imposible. Y gritaba:

—No, déjame ¡Cállate!

Adara comenzó a llorar de la impotencia, y a arrepentirse de todo lo que había hecho. Ella fue la de la idea desde el principio de este viaje, quizás si tan solo hubiera escuchado a sus padres, nada de eso habría pasado.

—Ya no llores —dice la aeromoza —O los susurros te alcanzarán más rápido.

Y sacó un cuchillo del bolsillo de su uniforme.

—Les quitaré el dolor.

Hizo un gesto directo a Clay con intenciones de apuñalarlo.

—No… —gritó Adara alargando la última letra y poniéndose entre el cuchillo y Clay.


Despertó sudorosa en su habitación. ¡Todo había sido un sueño! Genial. Respiró hondo, le dolía la cabeza y un líquido se deslizaba por sus labios. ¡Le sangraba la nariz!


Antología de Cuentos Oscuros (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora