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     — Tu padre jamás ha tomado decisiones correctas como Rey. Al parecer las adulaciones lo elevan tanto que se encarga de destruirse con todo a quien él se entrega: Coperos y cocineros que llenan su estómago, prostitutas que por una cantidad de dinero le hacen lo mismo que a cualquier otro hombre... Se arruina de la misma manera que el resto de los seres humanos— Arizona hablaba durante el viaje a Invernalia que parecía ser más largo de lo que recordaba. Recordó que no era una mujer que dependiese de las penas amorosas y el horripilante matrimonio de Ned con Catelyn Tully. Recordó las órdenes de su padre, instruir a Joffrey de la manera que fuese posible y por otro lado su trato con Robert.

Además se ser una estrategia política le divertía mucho, avivaba su deseo. Joffrey tenía el brillo en los ojos de la inocencia lista para que una leona como ella zarpase a desnudarla. Claramente él no había descubierto cuánto placer podría brindarle su cuerpo y quizá, sin ella, nunca lo descubriría. Sus ambiciones eran tan cortas como sus dieciocho años, pensaba Arizona mientras observaba la arrogancia de su ceño alzado y delicado, su pequeño mentón sin un solo rastro de barba y el turquesa de sus ojos.

— Se es rey gracias a las adulaciones que elevan nuestras figuras, cuando sea Rey de los Siete Reinos también apreciaré cada una de las adulaciones que los demás me hagan. No porque sea cortés ni considerado con ellos, sino porque me recuerdan quien soy. Aunque debo reconocer, si, las falencias de mi padre... Jamás permitiría que una prostituta se me acercase, hablaría muy mal de mi imagen reunirme con esa gente tan sucia y enferma. Padre dice que las mujeres dan placer, centenares de veces ha intentado llevarme con ellas y yo creo que el placer es la muerte del deber— respondió Joffrey en un tono cordialmente elegante, como cada vez que se dirigía a Arizona y a su abuelo Twyin, los dos grandes leones de la Casa Lannister.

— Existen otras maneras para que un Rey recuerde quién es en verdad y no me creerías... Tiene mucho que ver con las mujeres y el placer que son capaces de brindar, sin absorver un segundo de tu honor— Arizona murmuró ladeando su copa vacía de vino antes de dejarla en la mesa y quitarle la copa a Joffrey de entre sus manos. Estaba a medio vaciarse y con el oro delicado de aquella copa, recibió la caricia de sus labios para beber todo el vino que allí se encontraba. Sus ojos se cerraron al disfrutar la gasificación del espumante, dejando ver a delicados rasgos su maquillaje, el delineado de sus ojos grises únicos en todo el mundo quizá pertenecientes a la estirpe Cleagane, su verdadera sangre. 
Joffrey no llegaba a dimensionar cuánto honor y de qué manera eran capaz de absorver las prostitutas a las cuales evitaba constantemente. Pero en ese momento, pretendió que Arizona absorbiera lo que fuera que expulsara él de sí al ser estrujado por esas mismas manos tal y como una uva del viñedo.

— Más que muchas mujeres, debería hablar de una sola, una tu reina a la cual despojes cada vez que se les antoje su cuerpo de oros y ropajes— Arizona continuó su discurso y antes de reafirmar que él no necesitaba el consentimiento de su reina y que tan solo hacía falta el suyo, tomó un pequeño paño y con las manos sudadas se acercó a su mentón del cual una pequeña gota de vino se escapaba.
Arizona no pudo evitar sonreír y estilizarse cruzándose de piernas con elegancia, presumiendo de sus encantos que hacían sudar a las manos del joven príncipe.
Le regaló una mirada cómplice y tomó esas manos húmedas de nerviosismo para llevar el pañuelo entre sus labios que estaban humedecidos por el vino.
Joffrey se maldijo internamente por comenzar a temblar y se prometió una serie de torturas si no lograba mantener firme el pulso. Minuciosamente restregó ese pañuelo por esa boca humedecida por el vino. Al finalizar, guardó el pañuelo en su bolsillo, necesitaba en sus ratos de soledad volver a emocionarse por ese momento.

— La unión conyugal es lo que hace a un Rey y una dinastía duradera. Los Targaryen han perdurado tanto tiempo por su unión conyugal, el Rey Loco no guardaba una buena relación con su esposa y todos conocemos su trágico final...— ella continuó hablando, como si no fuera capaz de abstraerse al igual que él. Y lejos de dar una respuesta, a pesar de haberla oído, sintió rabia, mucha rabia ¿Qué le hacía falta a él para detener su mirada, para atraerla callándola con tan solo un gesto?

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⏰ Última actualización: Apr 27 ⏰

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𝐄́𝐗𝐓𝐀𝐒𝐈𝐒 | 𝐣𝐨𝐟𝐟𝐞𝐲 𝐛𝐚𝐫𝐚𝐭𝐡𝐞𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora