Casa

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30 de abril de 1962.

Primero, que nada. ¡Feliz Navidad, hijo! Espero que no se me salgan las lágrimas mientras te leo esto en la Navidad de 1965, lo escribí en carta para no olvidar las palabras exactas que me llegan en este momento. Seguro lo entiendes, eres poeta, el mejor de todos.

Le prometí a Dris que este día llegaría, después de pensarlo mucho tiempo, esperando, claro, que así sea y aún estén juntos. Dios quiera y sí, y si no fue así probablemente ya lo golpeé por ti, hijo. Es un buen muchacho, lo he visto crecer tanto como a ti, y sé que lo amas con todo el corazón. A Dris Moore le confiaría mi vida entera, tanto en batalla como en la vida, es por eso que estoy confiándole lo más valioso que tengo, a ti (claro, después que tu madre).

Dris, es así como un hombre cumple sus promesas, sigue mi ejemplo siempre. Espero que hayas venido bien arreglado a nuestra primera navidad juntos como una familia. Te entrego a mi hijo para que hagas de su vida la mejor, que lo colmes con flores por el tiempo que la vida les preste. No será nada fácil este viaje que emprenden juntos, pero estarán el uno para el otro. El fin de semana pasado (1962) me preguntaste el porqué de darte la mano de mi hijo hasta la Navidad de 1965, porque para entonces, mi pequeño ya tendrá 21 años, esa fue la edad en la que yo tomé a la mujer más hermosa del mundo, Laura Pierce, y la Navidad es el pretexto perfecto para besarse en el muérdago.

En la caja con el moño de tela que tienes están las llaves de casa. El número 44 de la calle Prout en Enville, el lugar donde creció Haz, nuestro primer hogar, y ahora su primer hogar. Es mi regalo para ambos. Un lugar donde empezar su vida. Sus muros protectores del mundo cruel. Ahí podrán amarse libremente para siempre.

Mi querido Haz, jamás olvides que te amo, y tal y como lo hicieron Hamlet y Ophelia para unirse en matrimonio, escapen juntos, no se preocupen por Johnny Moore, ya me inventaré algo para él.

Feliz Navidad, niños.

Firma

Jerond Pierce.

-Papá y tú...- Haz tiene las lágrimas a nada de escaparse.

-Una vez cómplices siempre cómplices. – dice Dris sonriendo y acercándole las llaves a Haz. Haz mira las llaves y luego Dris. Se lanza sobre él y lo abraza. Se separa y luego besa a Dris con alivio de volver a hacerlo. -Casa es cualquier lugar donde estés tú.

Se besan y se abrazan, ambos lloran. Saben que sin importar que afuera el mundo se acabe se tienen el uno al otro, tal y como lo dijo Jerond. Dris por fin llega a una conclusión consigo mismo: no puede dejarlo ir. Y si, también es hora de cumplir la segunda parte de la promesa, escaparse a una vida con Haz, sin mirar atrás.

-Nos iremos. – dice Dris. – Ya no importa nada más.

-A donde vayas iré contigo. – dice Haz.

-Debo pensar en un plan. – dice Dris levantándose y dándole mano a Haz. – Pero debo decirte que lo haremos en esta semana de servicio. – Haz se queda impactado de escuchar eso. – Será más fácil llegar a Enville, nos acerca un poco más. Así que no empaques muchas cosas para esta semana.

Haz estaba ansioso por que el día llegara. Ya hasta comenzaba a recordar como era la casa y qué muebles se habían quedado ahí, cuáles le servirían y cuáles no.

La noche cayó, cada quien estaba en su casa, y comenzaron a empacar sus maletas para su semana corta de servicio, sólo serían 3 días por Navidad, así que no se vería extraño que Haz y Dris llevaran tan pocas cosas.

Cuando terminó de empacar, Haz bajo con su madre, y le contó sobre el plan de Dris y su padre. Le mostró la carta y le dijo sobre las llaves que ahora tenía Dris. Laura no pudo contener las lágrimas de dolor.

-Me hubiera encantado que él te las diera.

Haz abraza a su madre y le dice que todo estará bien. Laura no lo duda, así que se despiden el uno del otro y se prometen escribirse todos los días, y también hacer llamadas telefónicas el tiempo que la línea se los permitiera. Incluso acordaron que las siguientes Navidades las pasarían en Enville, en la nueva casa de Dris y Haz. Finalmente, Haz se va a dormir con una sonrisa. 

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