Capítulo 29

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Jennie abrió la puerta y Jisoo entro con su hermana Jiyoon.

Con el pelo negro y los ojos oscuros, Jiyoon  parecía una copia más adulta de Jisoo. Era una de las pocas sacerdotisas blancas de vudú; regentaba una tienda de artículos mágicos y hacía de guía turística por el cementerio los viernes por la noche.

— No saben cuánto les agradezco que hayan venido —les dijo Jennie al cerrar la puerta, una vez pasaron al recibidor.

— No es nada —le contestó Jisoo— además, creo que se los debo.

— No es así, Chu. Tu solo quisiste ayudar y...

— Sí, Jen. Es así. No solo porque te ayudé a traerla y sacarla del libro, si no también por lo que pasó con Rosé. Es muy apenada por lo que le dijo a Lisa.

La castaña bajó la mirada ante su mejor amiga.

— Sabía que había pasado algo. Pero tranquila. No hay problema. Ahora el asunto es más urgente. Lisa está ardiendo en fiebre y no encuentro la manera de hacerla bajar. De hecho, por eso las llamé. Estoy desesperada.

— ¿Dónde está? — Jiyoon preguntó y Jennie las llevó al piso superior.

La hermana de Jisoo puso un pie en la habitación y se quedó paralizada al ver a Lalisa sobre la cama presa de continuas convulsiones y maldiciendo a todo el panteón Tailandes.

El color abandonó su rostro.

— Lo siento. No puedo hacer nada por ella.

— Unnie —la increpó Jisoo—. Tienes que intentarlo.

Con los ojos abiertos como platos por el miedo, Jiyoon negó con la cabeza.

— ¿Quieres un consejo? Sella esta habitación y déjala hasta que regrese de donde vino. Hay algo tan maligno y poderoso observándola que no me atrevo a
hacerle frente. —Miró a Jisoo—. ¿No percibes el odio?

Jennie comenzó a temblar al escuchar a Jiyoon, y su corazón empezó a latir cada vez más rápido.

— ¿Jisoo? —llamó a su amiga. Necesitaba desesperadamente que alguien aliviara el sufrimiento de Lalisa de algún modo. Tenía que haber algo que ellas pudiesen hacer. — Sabes que no puedo ayudarla —le respondió con gran pena, su mejor amiga—. Mis hechizos nunca funcionan.

¡No!, gritó su mente. No podían abandonarla de aquel modo.

Miró a Lisa mientras forcejeaba por liberarse de los grilletes.

— ¿Hay alguien a quien pueda acudir en busca de ayuda?

— Unnie, por favor. Inténtalo. Te lo ruego — Jisoo intentó de nuevo.

— No —contestó Jiyoon—. De hecho, ni siquiera puedo permanecer aquí. No te ofendas, pero todo esto me pone los pelos de punta. —Lanzó una mirada categórica a su hermana—. Y tú sabes muy bien a qué tipo de atrocidades me enfrento diariamente.

— Lo siento, Jen —se disculpó la castaña, acariciándole el brazo—. Investigaré y veré lo que puedo descubrir, ¿de acuerdo?

Con el corazón en un puño, Jennie no tuvo más remedio que acompañarlas a la puerta. Cuando la cerró, se dejo caer sobre ella con cansancio.

¿Qué iba a hacer?

No podía limitarse a aceptar que no había ayuda posible para Lalisa. Tenía que haber algo que pudiese aliviar su dolor. Algo en lo que ella aún no hubiese pensado. Subió las escaleras y volvió junto a él.

— ¿Jen? —Lalisa la llamó con un gemido tan agónico que su corazón acabó de hacerse pedazos.

— Estoy a tu lado, cariño —le dijo, acariciándole la frente.

MI SUEÑO PROHIBIDO | JENLISAWhere stories live. Discover now