La caída del Ministerio

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La banda de seis figuras encapuchadas recorrió los brillantes pasillos de mármol del Ministerio, incapacitando silenciosamente a todos los que se interponían en su camino. Era tarde, a esa hora sólo quedaban unos pocos guardias en servicio, por lo que el grupo no tuvo problemas con su tarea. Finalmente llegaron a la puerta que buscaban y neutralizaron al último de los guardias que estaba afuera. Cuatro de las figuras se pusieron en formación y montaron guardia afuera de la puerta mientras las otras dos entraban silenciosamente.

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La oficina del Ministro había cambiado mucho bajo el reinado de Lucius Malfoy. Lo que una vez había sido un monótono centro administrativo gubernamental ahora parecía un opulento palacio. El propio Ministro estaba sentado ante su gran escritorio de madera tallada, leyendo algunos documentos y bebiendo un vaso de whisky de fuego. Al oír el sonido de la puerta abriéndose, levantó la vista y su largo cabello rubio cayó lejos de su rostro. Cuando vio a las figuras encapuchadas entrar a la habitación, tomó la varita que estaba en la esquina de su escritorio, pero salió volando lejos de su alcance antes de que siquiera la tocara y cayó en manos de la figura más alta. La figura metió la varita dentro de su túnica antes de bajarse la capucha. Lucius tuvo que luchar duro para evitar que su máscara de indiferencia callera.

"Severus" saludó al mago con cautela, levantando una ceja.

"Lucius."

"Mi viejo amigo. ¿Cómo has estado? ¿Eres un fantasma o nos han engañado a todos?".

"No, no soy un fantasma."

"Ah."

Entonces fue una traición. Por supuesto.

La segunda figura bajó su capucha y Lucius vio el rostro de la mujer debajo, las comisuras de sus labios torciendoce hacia arriba en una sonrisa oscura. Incluso en lo que sabía que era el umbral de su propia muerte, podía apreciar la ironía de la situación.

"Severus, no me digas que te estás follando a esta puta sangre sucia."

Severus levantó su varita y estaba a punto de hechizar al hombre cuando sintió una mano en su brazo, deteniendo su movimiento. Ella se paró frente a él, frente al hombre rubio. Cuando habló, su tono era de una calma inquietante.

"En primer lugar, no me llames sangre sucia. En segundo lugar, no soy una puta. Pero tenías razón en tu tercera afirmación. Definitivamente me ha estado follando". Un movimiento de su varita y brillantes cortes rojos aparecieron en sus prístinas mejillas mientras la sangre comenzaba a gotear por su rostro.

"De rodillas." Ella ordenó, con la varita todavía apuntando a él. Se deslizó de su silla y cayó al suelo, con las rodillas hundiéndose en la exuberante alfombra.

En realidad, esto era culpa suya. La había subestimado. Había pensado que quitándole la varita podría convertirla en muggle. Había pensado que ella ya no sería una amenaza para él. Obviamente se había equivocado.

Sus ojos se centraron en el trozo de madera oscura que tenía en la mano.

"Veo que conseguiste otra varita."

"Lo hice."

Bajó su varita y la metió dentro de su túnica. Luego se acercó y sacó la varita del Ministro de las manos de su amante. Lucius la observó sostenerla, balanceándola ligeramente sobre su palma. Se preguntó si ella iba a lanzarle un hechizo con su propia varita.

Ella hizo contacto visual con él, sosteniéndole la dura mirada durante un largo momento. Luego, con un crujido repentino, golpeó su varita sobre su rodilla y arrojó los pedazos rotos hacia su cara. Se estremeció cuando uno de los pedazos astillados le cortó la mejilla. Escuchó la madera golpear el suelo de piedra detrás de él con un eco hueco.

Quebrado y destrozadoWhere stories live. Discover now