Segunda semana

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Por los pasillos pasa el perrito faldero de Ethan

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Por los pasillos pasa el perrito faldero de Ethan.

Ethan es el castaño impulsivo con severos problemas emocionales que pensó que era razonable y justificable golpear a Dylan solo por el hecho de que era divertido. Y el rubio que lo detuvo de hacer lo mismo conmigo lo sigue a todas partes como si el susodicho fuera su salvación, así que lo he bautizado como perrito faldero.

Lo observé de reojo. Luego de encontrarmelo en la tienda, lo he vuelto a ver en los pasillos siguiendo a Ethan, casi todo el tiempo. No sé cuál es su nombre, y tampoco quiero saberlo, de hecho me gustaría borrar de mi mente el nombre de su amigo.

No merecen que recuerde sus nombres.

Las personas que siembran paz en medio de un mundo caótico, son las que dejan un legado que vale le pena recordar. No importa que tan ínfimo sea su esfuerzo, o si solo ocasionaron una sonrisa en el rostro de alguien. Ese cambio mínimo que les costó toda una vida, merece ser recordado por toda una eternidad.

El rubio camina con una pila de libros, alguien pasó a su lado con una velocidad vertiginosa y lo tropieza con fuerza. Un sonido reverbera en el suelo por la caída inminente de todos los libros, ahora desperdigados en el suelo.

Balbucea un lo siento, y sigue su camino con la misma rapidez.

El chico respiró con los ojos cristalizados, miró al techo, mordió su labio inferior y contuvo la respiración por varios segundos. No un suspiro de "Por favor, paciencia o si no le estrellaré el cráneo contra el casillero hasta causarle un traumatismo" si no un "Estoy que explotó de frustración y si algo más sucede voy a caer en el suelo y llorar hasta ahogarme en mi propio llanto"

No puedo ignorar eso. No puedo quedarme observando sin intervenir de alguna forma.

Cerré el casillero de golpe, en el segundo que él se agacha para recoger los libros, lo imité apilando todos los libros que estaban a mí alcance.

—¿Día difícil?

Inquirí, agregando la pila que recogí a la que él tiene en sus brazos.

—Algo de hecho.

Musitó sin alzar la mirada.

—¿Vas a la biblioteca?

—Sí, iré a devolver todo esto.

—¿Cómo permitiste que se te acumularán tantos libros?

Un sonido entre un gruñido y un refunfuño se escapó de sus labios.

—Necesitaba estudiar.

Enarqué una ceja.  

—No todos tenían la información que necesitaba. No los revisé completos, solo extraje lo más importante. Quería verificar y comprobar con varias fuentes, y lograr conseguir toda la información que pudiera reunir.
Se justificó.

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