tres.

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Miré al cielo. Estaba despejado, el sol brillaba de una forma agradable y las nubes se alineaban anunciando un bonito clima. Sonreí levemente, deseando que Alhaitham pudiera disfrutar también de esa vista. Con un suspiro negué, subiendo con mi diestra la correa de mi bolso a mi hombro nuevamente, luego de que se deslizara. Era tan molesto.

Bajé en la estación, siguiendo mi ruta ya predeterminada. Por ende, no tardé mucho en llegar a la bonita casa. Toqué un par de veces y la calma desapareció de mi rostro al mirar la expresión preocupada de la señora. Retiré lentamente mi auricular.

–Kaveh, qué bueno que llegues... Ali tropezó anoche, intenté ayudarlo pero... Se puso muy furioso y se niega a abrir la puerta. –Habló apresuradamente, mientras sus manos se movían de aquí para allá expresando su angustia. Se abrazó a sí misma mientras yo solo hacía una pequeña mueca.

–¿Tiene llave de su habitación? –Cuestioné, mientras me introducía a la casa. Me perdí en los pasillos, dirigiéndome hasta la habitación del chico, llevando mi mano a la perilla para intentar abrirla, en vano claramente. La señora apareció poco después, extendiéndome la que parecía ser la llave. Su mano alcanzó la mía, presionando suavemente.

–Ten cuidado, suele ponerse algo violento y no me gustaría que te sucediera algo. –Mencionó temerosa. Negué ligeramente, haciendo un gesto con mi cabeza para transmitirle la calma que tenía en aquellos momentos. Si bien era más alto que yo, carecía de algo que yo no y estaba seguro que sabría manejar bien la situación.

Se retiró luego de aquello y finalmente introduje la llave desbloqueando el pestillo. Apenas abrí un poco la puerta, un golpe contra esta me hizo retroceder.

–No entres, lárgate. –Habló. Su voz sonaba dolida y sobretodo furiosa. Suspiré, introduciéndome al cuarto en un rápido movimiento, evitando así el próximo zapato arrojado. –¡No te acerques! –Alzó la voz, mientras alcanzaba las cosas a su costado, arrojándolas al aire. No me resultó difícil en lo absoluto esquivar el vaso de cristal que lanzó. Puto loco.

Me mantuve en silencio, mientras lo miraba. Su pecho subía y bajaba con furia. En su nariz había un rastro de sangre seca, pero aún así lucía impecable, igual a como lo dejé el día anterior, incluso, las lesiones que se había provocado habían sanado dejando apenas pequeñas cicatrices secas.

–¿Quién anda ahí? –Cuestionó luego de unos minutos en silencio, aún entre lágrimas. A pesar de eso, lucía un poco más calmado que antes. Di un par de pasos hacia su posición, lentamente sentándome al costado de él, en la cama. Alcancé su mano, pareció tensarse ante el tacto pero luego de toquetear el área, su expresión se relajó. –Vete, Kaveh. No quiero ayuda. –Murmuró entre dientes, apartando mi mano con molestia, entonces la dirigí a su cabello, removiendo el flequillo de su rostro, acción que pareció romperlo, pues no dudó en hablar con voz entrecortada. –No quiero vivir así. Es desesperante hacerlo, no puedo ver nada y antes podía hacerlo, voy a dormir deseando no despertar para así tal vez poder seguir viendo cosas como lo hago en mis sueños... Pero aún así se desvanecen poco a poco porque ha pasado tiempo desde que las vi por última vez. –Susurró, entre sollozos. Mi corazón se encogió.

–Ven aquí. –Murmuré, posando mi mano en su nuca para atraerlo. Pareció entender, pues instintivamente se encorvó un poco hasta recostar su cabeza en mi pecho, permitiéndome acariciar sus cabellos. –Puedo entender cómo te sientes... ¿Sabías que algunas personas en tu situación se angustian tanto que no sobreviven más de una semana? Mírate, tienes dos largos meses existiendo. Sé que no de la forma que te gustaría, pero lo has hecho, eso es valiente, Ali. –Halagué. Su cuerpo pareció relajarse ante el tacto, solo quedaba el ruido de su nariz sorbiendose ocasionalmente. –No sabes lo triste que es llegar y mirarte aquí, solitario. No puedo ni imaginar el dolor que tienes aquí contigo, por eso necesito que me permitas ayudarte. –Mi mano tocó su pecho, sobando el área donde su corazón estaría. No pareció molestarle, simplemente asintió de forma lenta. Permanecimos en silencio por un buen rato, al menos hasta que su respiración se regularizó y el sonido de sus sollozos cesó por completo; carraspeé llamando su atención. –Hey, necesito limpiar tu nariz, iré por el botiquín, ¿sí? –Pedí su autorización, pero él negó rápidamente. –¿Qué pasa?

𝐇𝐄𝐋𝐏, haikaveh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora