Cuatro

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—¿Enserio no vendrás a casa?— preguntó sorprendida una vez más colocándose un mechon de su rebelde cabellera detrás de su oreja que se encontraba despeinándose debido al viento marino de la bahía, mientras caminaban por el pueblo fronterizo de la capital y la provincia de Morraine, conocido por ser un puerto comercial concurrido por la mayoría de comerciantes y negociadores para vender sus productos o servicios.
Caminaban ambas jovenes por las calles de adoquines blancos junto a casas y negocios algunos hechos de piedra otros de madera, un estilo contemporáneo sin dudas, banderines con el logo real y el de su familia adornaban la ciudad, desde lo alto como si fueran telares de festival.

—Tengo mucho por hacer— respondió neutral colocándose la capucha de su capa negra, se notaba que no quería hablar del asunto así que ya no insistió, no quería parecer entrometida, su amiga no era del tipo comunicativa todo el tiempo y eso le gustaba de ella ya que no requería de constante esfuerzo mental en entablar conversaciones sin sentido cosa que debía hacer desde que se despertaba hasta que se dormía en la corte real y con el consejo, creo que ambas ya estaban cansadas de todas esas pantomimas por las que tenían que pasar y se comprendían perfectamente, así que no se presionaban una a la otra, si era importante lo diría cuando esté lista y si no, no había inconvenientes con ello.

—De hecho solo vine aquí por un mandado, encontré tu flor en el correo cuando ya estaba saliendo— aclaró mientras se adentraban en la avenida principal del pueblo siendo seguidas por los guardias de la princesa con sus resplandecientes armaduras y capas negras, comercios y personas se escuchaban con el bullicio característico de una zona así, personas caminaban con prisa, carretas se transportaban por todos lados, carruajes y vehículos por el asfalto, vendedores ambulantes y de puestos negociaban sus productos con palabras encantadoras para enganchar a los compradores, comida callejera se olía por todos lados, guardias patrullando la zona mientras todo era iluminado por los faroles y luces mágicas colgantes que daban el efecto de ser como estrellas.

—Oh, está bien— afirmó sin más luego de escucharla comenzando a curiosear el lugar y los puestos de venta con la mirada, su amiga le agradeció que no volviera a parlotear del asunto así que estuvieron en silencio, silencio que aprovechó para ordenar sus ideas junto a sus actividades del día de mañana pero ese silencio no duró por mucho

—¿Y como volveras?, Si quieres le digo a Sir. Arnold que— preguntó preocupada, no podía estar en silencio, de hecho no le agradaba para nada estarlo pero la interrumpieron antes de que termine de formular su pregunta.

—Mi madre mando un vehículo a buscarme en la entrada del puerto, no te preocupes— le regaló una mirada tranquila para que se no se alterará.

—Entonces rodearas los saltos para llegar más rápido, es más seguro de esa forma— tomó su barbilla analizando la información mirando al cielo estrellado

—Así es— se acomodó la mochila.

—Y la mejor manera de no ser visto— la miró de reojo con una sonrisa pícara, difícilmente algo se le escapaba.

—¡¿Estas en una misión secreta?!— susurró emocionada solo para que ella la escuchara

—Algo así— afirmó mirándola incrédula por su deducción con solo unos cuantos datos.

—¡Ay que envidia!— saltó emocionada dando vueltas sobre su eje llamando un poco la atención de su entorno —Yo hace mucho deje de hacerlas—

—¿Porque?— preguntó ignorando su emoción infantil a la cual ya estaba más que acostumbrada viendo las manzanas del puesto de frutería, se veían bien, tal vez se llevaría algunas.

Alas de fuegoWhere stories live. Discover now