VI

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24 de Fadestra, Año 1730 D.L

Había vuelto a hacer encargos para Hyulia como si no hubiese pasado nada. Perseguía animales por el bosque para quitarles las pezuñas y limarles los cuernos, recogía plantas de las zonas más recónditas entre los árboles y bajo las rocas buscaba todo tipo de insectos que la curandera necesitase para sus brebajes. Había vuelto a hacer todo lo que hacía normalmente en su vida, pero algo había cambiado dentro de Karolyn.

No sabía si era por haberse quitado la venda o por haber visto a aquel ser en el bosque, pero se sentía diferente. ¿Era por el ser que se había cruzado en el bosque? ¿O era por haberse quitado la venda y haber visto el mundo por primera vez?

Lo primero la aterraba. Volvía rápido a casa todas las noches y cerraba todo a cal y canto para que nada del exterior pudiese entrar dentro sin permiso, lo que la mayoría de las veces conllevaba con acabar viendo a Lukeros berrear por la mañana para que le abriese la puerta. Pero no había habido más apariciones de aquel ser, nadie en Kratkos había mencionado encontrar nada extraño y no habían aparecido huellas ni señales de que una criatura extraña estuviera rondando por los bosques.

Haberse quitado la venda, sin embargo, había cambiado algo en su interior.

Se notaba más rebelde, más desafiante. Sin darse cuenta se encontraba dudando de las doctrinas de las Mecedoras, de sus juicios de valor y de sus decisiones, siempre hasta que recordaba lo que había pasado con los pájaros en la playa. Cuando recordaba el sentimiento que la abrumó cuando vio todo teñirse rojo y las vepkas precipitarse hacia la playa. En ese momento todo sentimiento volvía a desaparecer de ella, la rebeldía se apagaba con un jarro de agua fría e incluso la felicidad y la tranquilidad daban paso a la culpabilidad y al remordimiento.

¿Acaso podía haberlo evitado? Sabía que sí, y eso era lo peor. Si hubiese hecho caso a las Mecedoras aquellas vepkas seguirían vivas y ella no tendría aquel sentimiento en el cuerpo.

Pero aun con la mala sensación que sentía y todo su interior revolviéndose, una pequeña llama dentro de ella la llamaba a volver a la playa. A quitarse allí la venda otra vez y volver a apreciar el cielo azul.

Pero soy un monstruo, se dijo a si misma intentando hacer que aquel pensamiento se fuese, lo que desencadenó una pregunta desde el lugar más recóndito de su mente. ¿Acaso un monstruo yo no merezco ver el cielo azul?

Estaba caminando hacia su casa, ya había hecho todos los encargos de Hyulia y era hora de ir a descansar, pero aquella pregunta la hizo parar en seco en medio del bosque.

¿Y si...? Se preguntó por un instante casi sin darse tiempo a elaborar el pensamiento en su cabeza.

Se sentía mal por pensar de aquella forma. Había matado a una bandada de vepkas y se sentía mal por ello, sí, pero seguía sintiendo más curiosidad por el cielo, por como sería todo a su alrededor y por el por qué de la venda y sus ojos que por los animales muertos.

¿Estaba actuando mal por querer pensar en ella misma por una vez?

Durante toda su vida se había preocupado por las Khyphyr y por el Imperio. Había antepuesto ambos a su vista e incluso a su vida, pero experimentar que había algo más allá había roto todos los esquemas de la mente de Karolyn.

Sin dejarse tiempo para el arrepentimiento la joven ignoró su camino hacia su casa y caminó por el mismo lugar por el que había acompañado a Lukeros varios días antes hacia la playa. Reconoció rápidamente los cambios en la vegetación y consiguió no perder el rumbo llegando a la playa antes de lo que había pensado.

Se descalzó en cuanto notó la arena alrededor de su cuerpo y corrió hacia el mar.

Entonces, en cuanto el agua helada del mar bañó su piel y la espuma burbujeó en ella, se quitó la venda.

Los Ojos de la CazadoraWhere stories live. Discover now