7 | Daisy Kwan

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Daily News - Internacional

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Daily News - Internacional.

Henry Herbert Roy III ha muerto a los 98 años.

Piers Hamilton.

El empresario e inversor canadiense Henry Herbert Roy ha fallecido hoy 13 de mayo a los 98 años de edad, tras confirmarse los peores augurios provocados a comienzos de esta tarde por un comunicado hecho por su hija, Greta Roy, que ya asumía el rol de directora ejecutiva de Allegiance Investments International, la inversora canadiense especializada en gestión de activos y fondos de inversiones.

La familia pidió discreción y respeto, las exequias se llevarán a cabo el domingo para que los tres hijos del magnate y sus respectivas familias puedan estar presentes en el funeral.

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Cuando Rose tenía cinco años, justo el día de Navidad, su madre recibió una visita de un extraño, ella no pudo verlo porque estaba en el piso de arriba y tampoco logró escuchar la conversación, pero sí recordaba que su madre parecía destrozada luego de que él se fue. Nunca se lo dijo, pero ella estaba segura de que se trataba de Harry.

Lo confirmó cuando poco después de su cumpleaños número siete llegó una carta. Lo recordaba a la perfección, era uno de sus pensamientos centrales.

Llevaba puestas sus mallas rojas, con un vestido rosa fucsia, que tenía un gran corazón rojo de lentejuelas en todo el pecho, no llevaba zapatos porque estaba dentro de casa. El correo estaba en la mesita de la entrada, al lado del periódico de su abuela, Rose estaba hablando consigo misma, caminando de puntillas mientras tomaba las cartas y el periódico, se tropezó con la alfombra, intentó sostenerse aferrándose a una cortina, pero lo que hizo fue arrancarla y se dio de bruces contra el suelo. De pura casualidad vio que había una carta con el sello de Nueva York. Su tío Yong vivía allá, también la tía Nini, pero ellos siempre llamaban por teléfono, no enviaban cartas.

Por desgracia, su madre escuchó el ruido que había hecho, ¿cómo no?, y corrió para ver qué le había pasado.

—Estoy bien, mama —le había dicho, poniéndose de pie de inmediato, pero ella le revisó las manos y la cara con gesto preocupado.

—Ay, Rose —le besó la frente—, promete que tendrás más cuidado, ¿sí?

Recogió las cartas y recibos y su cara cambió cuando vio la carta de Nueva York. Esa noche, Rose la escuchó merodear en la cocina, esperó hasta que se fue a dormir y bajó a investigar. La carta estaba rota, al igual que el sobre, y los había tirado a la basura.

Rose los recogió y, con torpeza, juntó los pedazos con cinta adhesiva y pegamento, hasta que fue capaz de leer el remitente: H. K. Young y su dirección en Nueva York, en el Upper East Side.

Xoxo, Rose [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora