Segunda parte.

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THE SNOW IS FALLING AND TIME IS DRIFTING AWAY

Los matices rosáceos del atardecer pintan el vasto cielo y bañan con su luz la concurrida ciudad. El hermoso paisaje evoca un encanto sin igual que lo cautiva mientras observa el exterior a través de la ventana desde el asiento trasero del vehículo. Ensimismado en el camino que se despliega ante él, apoya su cabeza sobre el cristal, sintiendo que su corazón se retuerce por la inquietud motivada por sus reflexiones y que se acrecienta a medida que se acerca a su destino.

Mirando en retrospectiva y rememorando todas las cosas que ha tenido que afrontar para que este momento llegase, no puede evitar pensar en lo cruel que es el flujo del tiempo; porque avanza tan rápido que un año se siente como un segundo al mirar hacia atrás, pero también puede transcurrir lentamente y convertir un día en una tortura infinita al esperar algo anhelado.

Por eso, estos quince meses de aislamiento se sintieron como una eternidad, en la que cada día vivió un suplicio interminable que sólo hizo que la espera se volviera más insoportable. Fue como si hubiera sido sentenciado a un infierno personal; él fue su propio verdugo y se encargó de que fuera así, como expiación de sus errores. La culpa lo hizo sufrir sin misericordia ni tregua, tanto que hasta deseó un infierno real con tal de poner fin a su sufrimiento autoimpuesto.

El cargo de conciencia que tenía por las faltas que había cometido impidió que pudiera encontrar el perdón en sí mismo e hizo que la vergüenza que sentía, por sus actos cobardes, lo convirtiera en una bomba de relojería. Eventualmente explotó en desesperación y sus sentimientos lo abrumaron hasta cegarlo, y la única forma de redención que encontró entre la conmoción causada por ellos, fue abandonarlo todo y volver a Seúl, como un intento arriesgado por cambiar las cosas.

Sin embargo, esa última parte no depende de sí mismo... Sino de Kim Seung Min.

Un nudo se forma en la boca de su estómago por la ansiedad y su corazón late sin control, viéndose envuelto en una bruma de incertidumbre que lo enferma.

La belleza del paisaje, que era lo único que le proporcionaba un poco de consuelo, se eclipsa por una nebulosa que oscurece su visión cuando las incógnitas que lo han estado torturando durante todo el trayecto vuelven a resonar como un eco persistente en su cabeza: ¿Cómo puede sostener la idea de ser perdonado después de haber causado tanto dolor? ¿Y si Seung Min ya ha encontrado a alguien mejor?

Está plenamente consciente de que las posibles consecuencias que pueden surgir de su regreso son negativas en su mayoría, lo cual sólo genera más estrés. Y tampoco ayuda que la visión que tiene del resultado de este viaje sea tan imprecisa.

No hay forma de que sea optimista en esta situación, ni tan siquiera fingirlo para tratar de mantener la calma. De por sí, Lee Min Ho no se caracteriza por ser una persona que se inclina demasiado a ver el lado positivo de las cosas —lo cual es completamente imposible en este caso, además—, así que tiene motivos de sobra para estar preocupado.

Porque no importa que ya haya dejado atrás a aquel hombre inmaduro e incapaz de hacer frente a los problemas que solía ser, no importa que haya cambiado para mejor ni importan los sacrificios que hizo para estar aquí ahora. Esos "logros" carecen de valor, porque fueron a costa del sufrimiento de Seung Min y por supuesto que eso no es algo de lo que pueda sentir orgullo. Sólo vergüenza y decepción.

Su perdón depende de Seung Min y no podrá estar en paz a menos que él le dé el consentimiento para estarlo. Para eso está dispuesto a tomar la responsabilidad de sus actos, de pagar con su propio dolor el sufrimiento que le causó, de admitir que se merece su odio y sus maldiciones —lo que sea que requiera para encontrar el perdón que tanto necesita para poder seguir con su vida... Pero aún teniendo esta resolución, el miedo persiste.

It Has to Be You | 2MinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora