Capítulo 11

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Ambos estaban echados sobre el sofá, con una manta cubriéndolos despreocupadamente y un ligero aroma a vino flotando en el aire.

En el televisor se reproducía Last night in Soho y para este punto Chuuya se había acurrucado junto a Dazai, mientras este último repartía suaves caricias sobre su cabello.

Eran aproximadamente las ocho de la noche, hacía algunas horas habían salido del bowling y sin nada más que hacer terminaron en el departamento de Dazai con un tazón de palomitas en su regazo y unas cuantas copas de vino.

—¿Daz?—lo llamó.

—¿Mh?—un leve sonido salió de su garganta para hacerle saber que era escuchado y apartó su vista de la pantalla antes de posarla en él.

Chuuya lucía dubitativo, como si no estuviera muy seguro de preguntar. Abrió la boca y volvió a cerrarla, lo intentó de nuevo, pero finalmente sacudió la cabeza y se tomó la copa de vino de golpe.

Una vez que apartó la copa de sus labios, Dazai se dió cuenta de que Chuuya se encontraba algo achispado, tal vez no lo suficiente como para catalogarlo ebrio, pero sí lo necesario como para que sus mejillas adquirieran un bonito color rosado y un brillo atontado se instalase en sus ojos, mientras sus pestañas se batían con torpeza.

—Tú...—antes de continuar pasó saliva, sentía la boca seca—. Cuando estábamos en el bowling, tú... ¿En verdad ibas a besarme?

La pregunta pareció tomarle por sorpresa. El silencio reinó en la estancia por unos segundos; sin embargo, Chuuya no iba a retirar su pregunta y fingir que nada pasó. Le había parecido que tan pronto como salieron del bowling ambos olvidaron lo ocurrido e hicieron un pacto no acordado acerca de no hablar sobre ello. Era como si el momento se hubiera esfumado en el aire, y aunque no lo había comentado en todo el día, por su mente vagaba la duda de cómo continuar las cosas con Dazai.

No se sentía inseguro ni nada parecido, simplemente era... Extraño.

Era extraño pensar en su situación con Dazai, porque aunque no quisiera admitirlo, ciertamente comenzaba a disfrutar cada vez más de su compañía. Se preguntaba cómo se sentiría besarlo, ser mimado por él y tal vez ir un poco más allá...

Dazai comenzaba a gustarle.

Y aquello era terreno peligroso, porque no sabía si sería correspondido o no.

Y pese a que resultaba evidente que Dazai sentía atracción hacia él...

Solo era eso. Atracción.

Chuuya estaba seguro de que era algo que no iba más allá de lo físico, algo meramente superficial que al cabo de un par de meses de seguro olvidaría, y Dios, no quería ser el único sintiendo esa especie de conexión.

—Uhm—Dazai se volteó, de modo en que quedaron uno frente al otro. La luz del televisor iluminando su perfil—. ¿Realmente quieres saber?

Rodó los ojos.

—Si no, no estaría preguntándote, idiota.

Dazai rió un poco antes de dar un sorbo del contenido de su copa, ocultando su sonrisa tras esta. Y Chuuya no pudo explicar exactamente porqué, pero aquel simple gesto le pareció tan encantador que casi olvidó que Dazai se estaba haciendo el listo y evadía sus cuestionamientos.

Cuando apartó la copa tan solo le sonrió como quien esconde un secreto y volvió su vista al televisor.

Chuuya frunció el ceño.

—Oye—chasqueó los dedos frente a su rostro para llamar su atención, el castaño lo miró—. ¿Vas a ignorarme y pasar de mi pregunta?

Ni siquiera lo pensó.

Un día de OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora