PRÓLOGO

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"Si hay algo que aman los dioses es la tragedia

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"Si hay algo que aman los dioses es la tragedia. Con alas que arden y niños que caen."

PUJANTES VIENTOS IMPULSARON el Violande más cerca de las orillas de Marcaderiva de lo que la reina habría deseado, y tres veces pasó a escasa distancia de los navíos de guerra de la Serpiente Marina, pero tuvo buen cuidado de no ser vista

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PUJANTES VIENTOS IMPULSARON el Violande más cerca de las orillas de Marcaderiva de lo que la reina habría deseado, y tres veces pasó a escasa distancia de los navíos de guerra de la Serpiente Marina, pero tuvo buen cuidado de no ser vista. Al final, al anochecer, los braavosíes la dejaron en el puerto que hay al pie de Rocadragón. La reina había enviado un cuervo desde el Valle Oscuro para avisar de su llegada, y halló una escolta que la aguardaba al desembarcar con su hijo Aegon, sus damas de compañía y tres caballeros de la Guardia Real (ya que los capas doradas que habían huido de Desembarco del Rey con ella se habían quedado en el Valle Oscuro, mientras que los Manderly se quedaron a bordo del Violande para continuar la travesía hasta Puerto Blanco).

Llovía cuando la reina y los suyos llegaron a la orilla, y apenas se veía ya a nadie en el puerto. Hasta los lupanares parecían oscuros y desiertos, pero su alteza no se fijó en nada de eso. Enferma de cuerpo y espíritu, destrozada por la traición, Rhaenyra Targaryen no deseaba más que regresar a su sede, donde imaginaba que su hijo y ella estarían a salvo. Poco sospechaba que estaba a punto de sufrir su última y más grave traición.

Su escolta, compuesta por cuarenta espadas, estaba comandada por Ser Alfred Broome, uno de los hombres que se habían quedado en Rocadragón cuando Rhaenyra lanzó su ataque sobre Desembarco del Rey. Broome era el más veterano de los caballeros de Rocadragón, ya que había entrado en la guarnición durante el reinado del Viejo Rey. Como tal, esperaba recibir el nombramiento de castellano cuando Rhaenyra partió en pos del Trono de Hierro; pero su disposición taciturna y sus modales acres no inspiraban ni afecto ni confianza, nos dice Champiñón, de modo que la reina no quiso saber nada de él y favoreció al más afable Ser Robert Quince. Cuando Rhaenyra preguntó por qué no había acudido Ser Robert a recibirla, Ser Alfred replicó que la reina se reuniría con «nuestro orondo amigo» en el alcázar.

Y así fue, si bien el cadáver de Quince estaba tan achicharrado que resultó irreconocible cuando llegaron a él. Tan solo por su tamaño lograron distinguirlo, ya que estaba enormemente grueso. Lo hallaron colgado de las almenas de la atalaya junto al mayordomo de Rocadragón, el capitán de la guardia, el maestro armero... y la cabeza y el torso del
Gran Maestre Gerardys. Todo cuanto hubo bajo sus costillas había desaparecido, y las entrañas colgaban del vientre rajado como negras serpientes abrasadas.

FORCE OF NATURE | PJO, HP & HOTDWhere stories live. Discover now