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La fiesta.

Al cabo de aproximadamente una hora llegamos a la fiesta. Es una mansión muy linda y grande, no más grande que la de Carsten, pero también está muy lujosa. Hay todo tipos de autos lujosos afuera parqueados, me quedo mirando uno en específico, un Porsche Carrera GT negro, otro de los autos de mis sueños.

—También tengo dos de esos -dice Carsten a mi lado.

Giro la cabeza y lo miro.

—¿Qué más tienes? Ya nada de ti me sorprendería -contesto mirándolo con curiosidad.

—Lo tengo todo -dice con una media sonrisa.

—¿Acaso eres el hombre más rico del mundo? o ¿qué? -digo jugando y me río.

—Si, si soy el hombre más rico del mundo -dejo de reírme al instante.

—Qué mierda -suelto.

Pensé que ya nada me podía sorprender de él, pero veo que hay mucho por saber de él y presiento que cada cosa me dejará muy sorprendida. Seguimos caminando hasta llegar a la gran puerta de la mansión donde hay algunos hombres custodiándola. Cuando ven a Carsten lo saludan pero él no responde y seguimos nuestro camino.

Él me trae agarrada de la cintura y se me acerca un poco más para decirme algo.

—No te alejes de mi, mantente siempre cerca. Hay mucha gente que me quiere muerto y como sabrás también te van a querer muerta a ti por ser mi mujer -me susurra en el oído.

—Está bien, no me alejaré -contesto.

Me da un poco de miedo, pero entiendo y por mi bien no me alejaré. Arreglo mi vestido con las manos para disimular que estoy nerviosa y que las manos me sudan.

Abren las puertas y entramos, todas las miradas van dirigidas hacia nosotros y eso me dispara los nervios, pero me obligo a mantener la calma. Muchas miradas son hacia mí, analizándome, algunas miradas son de envidia, otras de odio y por parte de los hombres veo que me miran con deseo, la lujuria pura en sus ojos.

Carsten ni se inmuta, camina firme y sin desviar la mirada, camina con elegancia, con poder, seguro de sí mismo. Caminamos hasta que un hombre de aproximadamente la misma edad que él, de tez bronceada, pelo castaño, ojos color avellana y muy alto, nos saluda.

—Hasta que llegas, Carsten -dice el castaño.

—Estaba haciendo algo importante, Edell -responde con desinterés.

—¿y quién es esta hermosura? -indaga examinándome.

—Es mi mujer, Edell, y más te vale que no le sigas diciendo hermosura, idiota -ordena con una pizca de rudeza en su voz.

El chico ríe y se presenta.

—Hola, linda, soy Edell Joss, el mejor amigo y mano derecha de este bloque de hielo -dice divertido.

Se me escapa una risa por lo de "bloque de hielo".

—Mucho gusto, soy Hadley Lombardi -me presento.

—El gusto es mío, Hadley -responde con una linda sonrisa.

Tiene sentido del humor, me agrada. Luego de hablar con el amigo de Carsten nos dirigimos hacia una mesa y nos sentamos ahí con otras personas. Carsten me presenta a todos como su mujer y me presenta a algunos de sus socios.

Al cabo de una hora, ya me quiero ir, estoy súper aburrida y las personas solo hablan de negocios. Miro mis alrededores a ver si me entretengo y nada, me acerco un poco más a Carsten para decirle algo en el oído.

—Quiero ir al baño -le susurro.

—Está bien, iré contigo -responde ayudándome a parar.

Cuando vamos de camino al baño me fallan los pies y casi me caigo de no ser por Carsten que me agarra de la cintura para mantenerme de pie.

—Gracias -digo en voz baja.

—¿Estas bien? -pregunta.

—Si, solo necesito ir al baño -aseguro, dándole un sonrisa de boca cerrada.

Cuando llegamos a un pasillo donde hay varios baños, Carsten me suelta y se queda ahí para que entre sola, mientras él espera fuera.

Cuando voy entrando choco con una chica y la piso sin querer.

—Ay, disculpa -digo con un poco de vergüenza.

La chica me mira de arriba a abajo con desprecio y arrogancia.

—Mira bien por dónde vas, criada -me dice arreglándose el vestido.

—Mide tus palabras, te pedí disculpas -le respondo irritada.

—No tienes derecho a decirme que tengo que hacer o no, se te nota a leguas que eres una inútil, buena para nada -responde con burla —espera... ¿eres la supuesta mujer de Carsten? -me pregunta con una ceja enarcada.

—Oye, me disculpé , esto no tiene que llegar tan lejos -trato de pasar para dejar esto así.

—De verdad que Carsten no tiene ojos, como va a preferir a esta puta -suelta con enojo -creo que ni familia has de tener. Lo que hace un hombre por follar, recoger a cualquier puta barata.

Eso dolió un poco.

Eso hace que mi furia crezca. Me acerco y la agarro de los pelos estampando su cara en el tocador.

—Escúchame muy bien zorra de mierda, no tienes ni puta idea de quién soy para meterte conmigo. Si Carsten me eligió a mí antes que a ti, una razón tendrá. Aquí la única puta barata eres tú, seguro te follaron una noche y quedaste con ganas de más -le digo con burla —Comprendo tu enojo hacia mí, tengo lo que quieres y no puedes tener, hasta yo me tendría odio si fuera tú -término riendo.

Aprieto mi agarre arrancándole una extensión rubia de las que trae puesta, tiro el mechón de cabello en el piso y me doy la vuelta para seguir mi camino antes de arrancarle algo más.

—Me las vas a pagar, maldita -exclama lloriqueando.

Entro a uno de los cubículos del baño y cierro la puerta, luego de unos minutos salgo y me lavo las manos, me quedo mirándome al espejo y me arreglo un poco el peinado, me pongo un poco más de labial y sonrío.

Recuerdo lo que ha pasado hace unos minutos y eso me hace soltar una risa. Arreglo mi vestido y cuando voy saliendo me encuentro a Carsten, ve que vengo con una sonrisa y me mira con el ceño ligeramente fruncido.

—¿Qué pasó? -pregunta llegando hasta mí.

—Nada, Cariño -recalco la última palabra.

Vendida al Rey de la Mafia ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora