ENCUENTRO

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Diez años después...

Jimin estaba cansado. Conducía su automóvil casi en piloto automático a través de la ciudad, más concentrado en sus depresivos pensamientos que en el tráfico.


Desde hace un tiempo sentía que nada le satisfacía. Trabajaba y pasaba demasiado tiempo solo. El trabajo parecía ser lo único que llenaba su vacía vida.

Era casi doloroso volver cada noche a su departamento. Estaba considerando seriamente comprarse un perro. Quizás una mascota que se alegrara cuando llegara a casa haría que no se sintiera tan miserable.

Extrañaba las mariposas en el estómago que se sienten cuando recién conoces a alguien que te gusta. Quizás su corazón ya no funcionaba bien, tal vez un corazón solo puede aguantar una cierta cantidad de falta de amor, hasta que se atrofie permanentemente.

Hace casi un año que no salía con nadie, estaba cansado de coleccionar fracasos amorosos. Tenía un gusto horrible con los hombres, siempre terminaban engañándolo, rompiéndole el corazón o ambas cosas a la vez.

Tal vez su desánimo se debía a que había pasado demasiados años enamorado de un imposible, de Alex para ser más preciso. Después de conocerlo en la fiesta del primo de Gino, se habían vuelto a encontrar muchas veces y cada vez lo encontraba más encantador, más perfecto y más imposible.

Finalmente había estado en lo cierto con Alex y Dani. Sus amigos llevaban felizmente casados tres años. La ceremonia si bien solo había sido simbólica, había sido hermosa. La madre y la hermana de Alex habían hecho una sobria y elegante fiesta. Y la ceremonia había sido conmovedora, sus amigos se amaban tanto que hasta el más cínico habría entendido que aquello era total y absolutamente correcto.

Durante la ceremonia no había podido evitar las lágrimas, no porque sintiera que estuviera perdiendo a Alex, nunca lo había tenido, si no porque ese siempre había sido su sueño pero otros lo estaban viviendo. Él sabía que si algún día encontraba a alguien especial, querría una ceremonia similar.

La posibilidad de encontrar a alguien ahora le parecía más imposible que nunca. A su alrededor la mayoría de sus amigos estaban casados o en pareja. Incluso su mujeriego mejor amigo se había asentado. Gino se había casado con Elizabeth hace dos años y estaban esperando su primer hijo.

Se alegraba por Gino, su amigo era feliz, pero eso lo deprimía aún más. Mientras su amigo estaba en casa acompañado de su dulce esposa él iba a pasar otra maldita noche trabajando y solo.

No ayudaba que había escogido especializarse en derecho familiar, por lo que además de los casos de tuición* y pensiones alimenticias, la mayoría de los casos que veía eran de divorcios. No solo se sentía solitario, además debía terminar con un matrimonio tras otro, semana tras semana. (*Acción y resultado de guardar o defender.)

Para empeorar su ánimo, cuando iba llegando a su departamento se dio cuenta que había dejado su computador portátil en la oficina y tuvo que volver.

Cuando cruzó las puertas del estudio jurídico que compartía con Gino y otros dos colegas, escuchó una música que venía de su oficina. Era extraño ya que todos se habían marchado a su hogar a esa hora.

¿Asaltantes?

Se acercó silenciosamente, la figura delgada de un joven cómodamente instalado en su escritorio y ocupando su computadora llamó su atención. La estridente música que sonaba era un rock pesado en... ¿eso era alemán?

El joven en cuestión era lindo, demasiado joven para él, pero lindo. El brillante cabello negro necesitaba urgentemente un corte y estaba totalmente despeinado, como si se hubiera pasado los dedos a través de el una y otra vez. Su vestimenta era de un universitario, jeans, camiseta negra con el logotipo de una banda musical y zapatillas deportivas. Complementaba todo una mochila en el suelo.

SOLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora