[Capitulo 3]

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El estaba observando a sus compañeros, quienes llevaban enormes bigas de acero oxidado hasta donde estaba la antena anclada. Mientras que los pequeños parecían estar usando el agua para regar donde pequeñas flores de un color rojo florecía, usando una cubeta como regador.

Veía todas las acciones de las maquinas, ya que estaba completamente aburrido. Las máquinas eran de gran ayuda sinceramente, ya habían pasado lo que el diría que eran unas cuantas semanas, tal vez incluso llegando a ser 2 meses en el que estaba aquí.

No estaba solo, las máquinas eran una pequeña ayuda a no sentirlo, se movían, actuaban, lo ayudaban, y ciertamente no sabía si estas podían hablar, ya que nunca las escucho, aún cuando este empezaba a hacer una conversación con estas, parecían verlo con algo de duda, o lo que el pensaba, ya que el expresar de las máquinas era algo tan neutro que seria difícil entenderlo, a no ser el cambio de ojos que presentaban.

La vida en su refugio fue un tanto particular, las máquinas pequeñas y grandes se habían hacendado cerca de la estación de radio y habían formado pequeños fuertes y donde creaban a partir de la chatarra más de ellos.

Eso lo supo cuando vio como un puñado de máquinas estaban cargando/ llevando a máquinas mucho más pequeñas, parecidas a bebés siendo llevadas por su madres.

No lo iba a negar, estuvo muy extrañado por lo visto, además que ciertamente era loco ver que las máquinas pudieran procrear. Aun así solo lo tomo como una curiosidad, ya que buscar la lógica, seria igual que buscar sentido a su situación.

Termino levantándose de él suelo en el que había descansado, y este simplemente se adentro en la estación de radio.

Dentro de esta, se habia llenado de un montón de estanterías en un estado decente que el se había llevado de los edificios no muy colapsados  y con un botín decente.

Gracias a la ayuda de las máquinas, pudo hacerse de varias de estas y de artefactos que los vio muy . Dentro de los estantes habían varias especies de plantas y hierbas, y al lado de estas un cuenco de piedra algo desgastado y lleno de grietas.

El se paro delante del estante y empezó a preparar un guenco de especies. Al terminar de prepararlo, el se quito la venda de su mano derecha, encontrándose una herida un tanto desagradable, estaba cicatrizado, pero una parte de ella estaba de un color morado y rojo.

El viendo esto, agarro el guenco con dos dedos y se lo aplico, un pequeño dolor visible surgió en su rostro que ya empezaba a tener una pequeña barba.

Había sido un buen tiempos desde que el se había cortado la barba, que ya empezaba a crecer mucho más de lo habitual. Su higiene era un desastre gracias a la escasez de productos, además de que fue una buena suerte haber encontrado un libro de medicina antigua.

Lo encontró luego de haberse adentrado a la biblioteca central de la ciudad, gran parte de su techo había colapsado, siendo así más fácil su entrada. Dentro de esta pudo ver como varios de los pocos libros que habían quedados apenas eran manchas negras de lo que alguna vez fueron escritos de relatos e historias, hoy en día sólo eran garabatos sin capacidad de reconocer.

Aun que pocos eran los que se salvarán gracias a su lejanía del gran agujero, eran casi escasos. Y para su suerte un libro de medicina antigua fue el único sobreviviente de todos los que estaban en la estantería.

Estaba traducido al inglés y habían breves notas de cuales eran sus características e ingredientes necesarios para la elaboración de pastas con químicos curativos, o eso creía. No tenía forma de saberlo, salvo usarlo con el mismo.

Y eso empezó hacer.

Su herida que obtuvo cuando se corto con la puerta de metal oxidado había empezado a tomar un color un tanto harapiento.

Bajo este mundo en ruinas. [Nier Automata]Where stories live. Discover now