Capítulo 1

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¿Qué me van a regalar, ustedes? Preguntó Marcos, aceptando, de a poco, que los cumpleaños, mientras más años sumaban, menos escandalosos son y, tal vez, se resumían en pasar la tarde con dos amigas, mirando poleras negras en un local del Eurocentro, de baldosa blanca en el suelo y una cajera gótica tras un mesón.

―Según lo veo ―dijo Vicenta―. El sentimiento puro de hermandad que provee la amistad es el mejor de los regalos.

Y en el caso de Leidy, tampoco tenía buenas noticias. 

―Sorry, Mac, pero tendrás que conformarte con nuestra salida al cine. 

Leidy se percató de Vicenta, levantando con impaciencia una polera pero era Mac al que le gustaba Death Note por lo que dejó que el cumpleañero revisara la talla y, de paso, aprovechó de preguntarles a que hora empezaba la película.

―A las nueve cuarentaicinco ―Mirando de reojo a Vicenta―. Porque, una señorita, acá, no se quiere perder El Diario de Eva.

Vicenta pidió que no la culparan por ser esclava de la cultura pop y el vil intento de la mass media por encapsular a su generación en bandos. Siempre lo mismo con esta hueona, le reprobaba Leidy, con esas excusas que solo a ella la satisfacían, le hubiese preguntado a Marcos su opinión, de todas maneras, era su cumpleaños pero este se adelantó, yendo al mesón para pagar un parche que compraría como regalo de cumpleaños, que llevó a Leidy a adelantarse y arrebatarle el parche de las manos. 

―Pero lleva algo que no sea de My Chemical Romance ―Leidy agarró la muñeca de Marcos evitando que pagara y, a cambio, le entregó una chapita de Linkin Park que extrajo de un muestrario  ―. Toma, varía un poco.

Marcos no se quejó, nunca lo hacía, ni reclamaba, tampoco rebatía y, según Deisy, era esto lo asemejaba a un personaje de tan poco carácter como lo era Shinji

―Pero si yo me llevó bien con mi papá ―dijo Marcos.

Para variar Marcos no entendía, Vicenta le aclaró que la comparación apuntaba su falta de temperamento y recordando la vez en que un niño se agarro a combos con Marcos y noqueándolo sin sudor, ni demora.  Pero Marcos encontró que era injusto que le sacaran en cara ese episodio cada vez que se ponía en juicio su persona. Además, en esa ocasión, él también era un niño y el cabro que le pegó, por lo demás, le superaba en tamaño. 

Mejor pagaba luego. Tenía que volver luego a su casa. Su madre no le perdonaría que pasara todo el día callejeando. La mujer de maquillaje y vestimenta negra le preguntó si llevaría algo más y en esa conversación de compra y venta, escuchó de los labios granate de la mujer que sería rey, y al no entender de primera a lo que se refería la mujer fue más severa. Tú serás rey, Marco Betancur. Todo era confusión e incredulidad al oído de Marcos que forzó la memmoria para dar con algún recuerdo y así dar con el rostro de la mujer, ¿la conocía de algún lado? Al final, cualquier esfuerzo resultó inútil cuando la garra negra de la mujer se aferró a su antebrazo y ese pequeño espacios de baldosas, poleras y chapitas era otro. El terreno se volvió un páramo plomizo y de vegetación mustia. El mismo aspecto de todos los inviernos que en opinión de Marcos era tan feo como bello.

―¡Para cuando celebres la próxima fecha de tu nacimiento, estas palabras serán verdad. Reinarás sobre la sangre derramada de muchos, recordando mi rostro al momento de volvernos a ver bajo la lluvia del próximo invierno. Al acabar las broncas y las mochas, cuándo haya derrota y victoria.

Quitar el brazo fue inútil. Las uñas se incrustaban con mayor profundidad ante cualquier movimiento. 

Lo bello será feo y lo feo será bello, fueron las últimas palabras que escuchó antes de que las amigas rescataran a Marcos del trance. Ante él se dibujaba la calle y la incertidumbre de qué ocurría con exactitud, junto con el momento en que salieron de la galería. El objetivo era que Marcos entendiera que lo único ocurrido dentro fue la compra de esa chapita nueva que lucía en su bolso. Lo acompañaron hasta que lo abandonaron los temblores y el delirio. 

Delineado con navajaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora