━━𝐈.

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──Y ya me voy

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──Y ya me voy.──Dije sin ninguna intención de dar más explicaciones. ¿Estaba huyendo? Claro que sí.

Con la bendición de mi madre y diciendo que no me demoraría mucho en volver, salí de mi hogar para comenzar a caminar entre las chacras. Aunque sinceramente, yo caminaba con la esperanza de que pasara un micro hasta el parque donde me encontraría con mi amiga, porque no me daba la gana de caminar cuarenta minutos.

Cuarenta minutos a pie y quince minutos en micro, la diferencia era bastante clara. Si me demoraba en llegar, pasaría menos tiempo con mi amiga; si no me demoraba, podría tener unos veinticinco minutos más con ella.

Con la misma suerte de siempre, tuve que caminar cuarenta minutos. Cuando llegué al parque, lo primero que hice fue tumbarme en las piernas de Jen, la cual me miró con cierta alegría.

──Si me lo hubieras pedido, hubiera caminado hasta tu casa.──Dijo ella mientras reía.

──Siempre vienes tú, ya me tocaba hacer un esfuerzo.──La miré con una sonrisa.──Ahora, ¿me vas a contar el motivo por el que me sacaste de mi casa de esa manera?

Por el rabillo del ojo, pude ver cómo un sonrojo se apoderaba de sus mejillas. Vaya, entonces tenía que ver con él.

Jen me contó todo, absolutamente todo, con lujo de detalles de cómo su novio había ido a dejarle dos libros por Navidad. Uno había sido la versión ilustrada de Boulevard y el otro un romance vainilla.

──También me dio un collar de luna.──Me enseñó el collar, el cual estaba bonito.──No sabes lo emocionada que estaba cuando me entregó todo.

──¿Y qué dijo tu madre de eso?

──¿Mi madre...?──Hubo un silencio mientras esperaba su respuesta, pues a ella no la dejaban tener enamorado.──Le dije que me lo regalaste tú.

Solte un suspiro. Sí, primero Ingrid, luego Anaí y ahora Jen. ¿Qué tenían con usar mi nombre? A este paso, ninguna madre se iba a creer ese cuento. Segundo, ¿De dónde una chica de dieciséis años va a sacar tanto dinero como para regalarle cosas así a sus amigas?

──¿Se lo creyó?──Pregunté mientras jugaba con el collar.

──Sí, todos saben que trabajas, entonces no hubo oposición alguna.

──Mi humilde sueldo de veinte soles semanales no va a cubrir un libro que cuesta cien lucas.

Ella simplemente me miró y acarició mi cabello para cambiar de tema. Me contó lo que estaba haciendo en sus vacaciones, que pensaba entrar en una academia para tener una mejor posibilidad de ingresar a la universidad. Por mi parte, decidí contarle que ya estaba en el curso de teatro y que ahora tenía que interpretar a una reina malvada. Las dos estallamos en carcajadas cuando me dijo que el papel me quedaba como anillo al dedo.

──Si tú y yo fuéramos sultanas, asesinaríamos al Sultán y gobernaríamos el mundo.──Dijo ella repentinamente.

──¿Quién te da a ti esas ideas? Primero nos matan a nosotras.

━━━━ ━𝐊𝐚𝐝𝐢𝐧 𝐒𝐚𝐥𝐭𝐚𝐧𝐚𝐭Where stories live. Discover now