07: Horror en el laberinto de heno

3 1 0
                                    

❛ CAPÍTULO 07: HORROR EN EL LABERINTO DE HENO ❜

02 de septiembre, 1984

Merry Hills, Texas

Una semana y media después, las palmas me seguían ardiendo. Las había metido en agua fría luego de soltar la bandeja de vuelta al horno, embarrado en ungüento para quemaduras del botiquín de primeros auxilios de los Forman y envuelto en gasas quirúrgicas. Desde entonces estuve repitiendo los cuidados todas las mañanas.

Era el segundo día de septiembre. Aquella tarde en cuestión me puse mis mitones de cuero marrón, para no lastimarme con las manillas de la bicicleta. A veces soy un poco dramática, tengo que admitirlo, pero en gran parte seguía haciéndolo porque ya me había acostumbrado.

Papá solía decir que las cinco de la tarde eran el mejor accesorio de Texas, y que «Beverly Kane es el mejor accesorio de Merry Hills», en especial si venía acompañada por mis tres «pequeños discípulos». Así llamaba a los Forman desde que comencé a hacerles de niñera hasta dos veces por semana. Era gracioso, si lo piensas. Como fuera, con el tiempo me hice consciente de las maneras en las que me desplazaba por el pueblo, embrujadas por la gloria y el vaivén de un barco en tempestad: de popa a proa, del bar al minimercado, tarareando, esquivando; de babor a estribor, de la calle St. Simon a la Lincoln Rd., silbando y ladeando la cabeza al un, dos, tres...; The Romantics componía el soundtrack de mis travesías, tocando desde la cajetilla color plata que ya se suponía adherida a mis trabillas de mezclilla.

Los anuncios publicitarios robaban la atención de mi vista al camino. Con esto me refiero a que se me dificultaba sólo ignorarlos, pero era imposible leerlos todos. En serio eran demasiados. El otoño se avecinaba presagiando que los festivales en los huertos de calabazas estaban prontos a abrir las puertas al pueblo, y la disputa entre los Taylor y los Black por coronarse cosechadores de la calabaza más grande del condado endemoniaba las lenguas de quienes elegían bandos. Me parecía anticuado, si me lo preguntas, pero muchas cosas en Merry Hills lo eran, y yo estaba bien con eso. Era lindo, supongo, porque le daba el mérito de ser un pueblo con tradición y habitantes que les rendían un respeto transgeneracional. Si te soy franca, creo que me gustaría cosechar una calabaza enorme algún día, del mismo modo que desearía crecer para ser de las chicas que arreglan flores en lo del señor Moore. Creo que desde el corazón comienzo a entenderlos.

El festival de apertura para la temporada correspondía a los Taylor, y si uno sucumbía las incitaciones de la curiosidad y miraba a través de las hendijas del portón de madera, bien podía divisar un tumulto de heno hacia las profundidades del recinto, así como sillas vacías, carretas de calabazas y ramos de mazorcas por delante. La bienvenida la daba un aviso de cedro teñido en blanco con canas oscuras, de letras azul rey que citaban: «BIENVENIDOS AL HUERTO TAYLOR – EST. 1933» y más abajo, en letra chica, un muy razonable: «LA APLASTAS, LA PAGAS».

Recuerdo que lo segundo lo añadieron el año después de que Mick Marvin y su nueva banda de amigos, que ahora forman parte del equipo de béisbol escolar, se escabulleron en el huerto por la madrugada con unos bates para destripar las calabazas podridas. Eso estuvo mal. Digo, estaban podridas, de cualquier modo, pero no eran suyas. No puedes ir por ahí pretendiendo tener derecho a destripar las calabazas podridas de otras personas como si fuera cualquier cosa; pero eso no lo es todo si se hace hincapié en el hecho de que se escabulleron en el huerto por la madrugada. Cristo. Eso no sólo es malo: es un delito. Es, ¿cómo le dicen? Allanamiento de morada. Creo que sólo se salvaron de la denuncia porque los padres de los bravucones respondieron financieramente por los daños, pero eso fue todo. Me pregunto cuánto costará una calabaza podrida. Y me pregunto por qué los bravucones son bravucones, y no sólo gente normal, porque ciertamente no lo son. En el mayor de los casos son psicópatas, si lo piensas bien, pero nadie lo dice porque está normalizado y son chicos, supongo, y no puedes pensar tan mal de los chicos porque todavía no tienen el lóbulo frontal bien desarrollado. Creo que yo no podría ser una bravucona, porque creo que tienen que importarte mucho todos para serlo, si sabes a lo que me refiero; yo no podría serlo, creo, porque por lo general todos me importan muy poco. Me refiero a mis compañeros de clase y ese tipo de gente. Digo, cuando ves una película no te fijas en los extras.

Uno es multitud #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora