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Me encontré con mi yo adolescente atrapada en las canciones que escuchaba a los quince, en mi grupo favorito a los dieciséis, y en aquella serie que veía antes de cumplir dieciocho. Aún me sé de memoria las canciones de ese viejo grupo, sé lo que pasará en cada capítulo de esa serie que ya no está en emisión, y sé cuantos años cumpliré en los próximos meses.

Lo que no sé, es como pasé de saber todo a los diecisiete, a no saber nada en mis veintes.

Tenía mis metas claras, fui de las pocas personas que siempre estuvieron seguras de la carrera que querían escoger—aunque en el fondo tuviera un sueño al que catalogan como "guajiro"—,sabía a que universidad iría desde antes de acabar la preparatoria y ya había armado mi futuro. Sin embargo, todo se vio derrumbado cuando ya estando ahí me di cuenta que no era como yo había pensado. Quiero decir, no es horrible, pero tampoco estoy segura de querer vivir así el resto de mis días.

Unas pocas lágrimas caen sobre mis olvidados discos de la que fue mi banda favorita, llenas de melancolía y felicidad, dos emociones que acompañadas son extrañas. Es gracioso como mi estabilidad emocional dependía de los integrantes de aquel grupo, y como mi día se basaba en ver sus videos musicales o entrevistas donde ellos salieran. En realidad nunca ocupé los discos porque tenía su música en el celular, pero aún así me daba alegría comprarla en físico.

—Sofía.— Escucho la voz de mi tía tras la puerta. —Ya está lista la comida.—

—¡Voy!— Contesto limpiando mis lágrimas rápidamente, es vergonzoso estar llorando por una banda que ya se separó.

O mejor dicho, llorar porque
mi adolescencia no volverá.

Salgo de la habitación con el celular entre mis manos, sin prestar mucha atención al pasillo y escaleras porque sé de memoria el camino hacia la cocina. Abro spotify y busco "One Direction", sí, yo era esa compañera obsesionada que probablemente tuviste en la secundaria—y si no la tuviste, entonces probablemente tú eras esa compañera—. Agrego varias de sus canciones a mi playlist actual y sonrío, aunque hayas pasado los años, sé que recordaré las letras a la perfección.

Cuando llego al comedor, vuelvo a encontrarme con Armin. Es incómodo de cierta manera convivir con él ahora que ya somos adultos, bueno, adultos no tan viejos. Tomo asiento lo más lejos que puedo de él, terminando ambos a cada extremo de la mesa y mi tía Hange a un costado de los dos.

—Se ve deliciosa la comida.— Halaga el rubio.

—Gracias querido, espero que les guste a ambos.— Sonríe complacida y empezamos a comer.

Hange conoce a cada uno de mis amigos—excepto a los de universidad—,Armin, Mikasa, Eren, Ymir y los demás son como sobrinos postizos para ella, es básicamente como la tía buena onda. Mastico tratando de evitar la mirada de Armin y no crear un ambiente más extraño que este, aunque parece que él está más concentrado contando los granos de sal que hay en el spaguetti.

—Hmm...— Carraspea el ojiazul. —Jean y Connie dijeron que vendrán a ayudar en el campamento.—

Oh no, un pedazo de spaguetti
se me fue al cerebro.

—¡Que buena noticia!— Exclama mi tía Hange, al mismo tiempo que yo toso y palmeo mi pecho intentando no ahogarme.

—Eren aún no confirma nada.— Continúa hablando. —Parece que está buscando trabajo de medio tiempo estas vacaciones.—

—Yo puedo darles un sueldito.—

—¿Jean? ¿Connie?— Intervengo, llamando la atención de ambos. —¿Sueldo? a mí no me dijiste nada de un sueldo.—

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⏰ Last updated: Jan 24 ⏰

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por siempre diecisiete | armin arletWhere stories live. Discover now