𝘖𝘭𝘰𝘳 𝘢 𝘓𝘢𝘷𝘢𝘯𝘥𝘢 [Lumity Fanfic]

-Capítulo 10

En este momento me preguntaba: ¿Cómo la miraría a los ojos después de demostrarle tanto? Sí, tanto a través de mis labios hambrientos en el cariño de los suyos. No tuve idea de qué fue aquello que me causó valor en el pecho para impulsarme y alcanzar su boca, pero había aparecido como si fuese un ente en un cementerio.

A mi parecer, las palabras no habían drenado mi corazón ni atestado en sus grietas. Tenía que darle a conocer de otra forma aquello que me causa; y probablemente, ese trabajo era de mi boca, mis caricias, y el sentimiento de mi calidez en su cuerpo. Porque no solo quiero que sepa, sino que sienta aquello que siento por ella.

Hoy era miércoles, y pese al haber pasado tan solo tres días de que probé el sabor de sus labios; sentía que mi cuerpo estaba por explotar. Mi lengua estaba atada a mi paladar y las palabras atoradas en mi garganta luchando por salir. Me daba vergüenza.

Y no; no me refiero a amar a una mujer, sino a ir con mis hermanos y decirles: "Oigan, ¿Recuerdan a Luz? Bueno, pues el domingo comí de su boca con amor desfrenado y un deseo tan febril que nos podía calcinar".

No sabía por qué sentía ese impulso tan atolondrado de hablarlo con alguien, mucho menos con un familiar; pero supongo que es justo para ella, para mí, y para ellos.

Pero... ¡No podía simplemente llegar así! Tenía que encontrar la forma adecuada de dialogar con ellos sin que armen un escándalo superfluo y mis padres sepan algo sobre ella y yo, incluso a pesar de que no estén en casa.

Es difícil mantener la boca cerrada cuando estás enamorada.

Y en este momento, fingía ponerle atención a la televisión mientras me encontraba en medio de mis hermanos, quienes veían a los ThunderCats. Reitero; mamá y papá habían salido. Realmente mis oídos no se enteraron hacia donde irían, pero el punto es que Edric dijo que durarían un buen rato fuera de casa.

Carraspeé, pensando que así podría llamar la atención de ambos, pero sentí un poco de molestia cuando me percaté de que ni se inmutaron. Mis ojos navegaron por toda la sala, pero al ver que no había ninguna idea que pudiese hacer llamar su atención; opté por comenzar a removerme en el sillón como si mi cuerpo tuviese comezón.

Pero poca fue mi paciencia, y entonces mi mano tomó el antebrazo de Emira, quien me miró después de pocos segundos tras haberle dado sigilosos apretones en la carne. Frunció su entrecejo, miró la televisión y bajó el volumen, haciendo que Edric se queje en un resoplido.

—¿Qué pasa, Mittens? —ella inquirió, y yo no supe qué responderle cuando sentí que mis pies se habían puesto fríos. Tenía el pavor suficiente para lograr guillotinar a cualquier sonido en mi garganta. Empero, de inmediato pensé; "¿Qué me pasa? ¿Por qué no confiaría en mi propia sangre? ¿La falta de brío es capaz matarme?".

La respuesta era "Sí".

Y entonces, de forma no pensada, dije: —Hay algo que quiero que sepan.

Poca necesidad había en levantar la mirada para saber que sus rostros pintaban preocupación. Mis hermanos sufrían por mi silencio, pero he de opinar que mi amor era muy puro y hermoso como para ser oculto, incluso ante quienes tanto confiaba.