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Christopher.

-Eres imbécil, ¿no?-Patrick me golpea cuando se sienta a mi lado y frunzo el ceño dejando de lado el tenedor

-Si no quieres morir, no vuelvas a jodidamente golpearme, Patrick-advierto-. Voy a cortarte la mano si lo vuelves a hacer.

-Eso, finge que no lo mereces-masculla-. ¿Sabes que tengo que enterarme por mi esposa que permitiste que Regina le hablara a Hailey como si tú fueras el papa Francisco? Maldito imbécil de mierda, por eso ella no quiere verte ni en pintura.

-No sabes nada-gruño y él bufa

-¿No? ¿Por qué tengo a Simón y Hailey en mi casa hablando sobre ti y cuánto te detestan?-enarca una ceja-. Y por fin escuché lo que hiciste para que te dejara, nunca creí que fueras tan imbécil, hermano. Sobretodo porque ella es la única lo suficientemente loca para amarte.

-¿Qué les dijo?

-Todo-me lanza una mirada envenenada-. Estaba llorando, casi no podía hablar mientras nos contaba todo lo que soportó durante la campaña. ¿Qué has hecho? ¿Te das cuenta de que arruinaste el matrimonio que tanto te costó obtener?

Aprieto mis manos en puños, recordando la forma en la que ella lloraba el día que preparó sus maletas y se fue de casa con nuestra hija.

Me quedé helado, no sabía que decir. Estaba molesto con ella por dejarme y conmigo mismo por hacer que se fuera. Y la odié, en ese momento la vi como una cobarde y por eso no la detuve.

No es una cobarde. Después de haberla visto la primera vez en la oficina del abogado y escucharla hablar sobre nuestro matrimonio me di cuenta que ella no es la cobarde.

Yo si.

-Lo sé, me doy cuenta de ello cada vez que llego a mi maldita casa y no puedo ver a mi esposa e hija, gracias-me levanto y me encamino a mi oficina, sintiendo que mis músculos están tensos por la rabia contenida

Me costó conseguirla, ya lo sé, maldita sea. Y de todas formas fue fácil perderla.

Hailey no era esas chicas que se te lanzan a los brazos. Ella me rechazó, lo hizo una y otra vez dejando claro que ella no tenía ni el menor interés en estar con un hombre como yo, que tan pronto estaba con una como con otra.

Me tomó dos años de noviazgo que ella se sintiera lista para casarse. Me tomó mil malditas humillaciones porque ella era como un pajarito herido por el abandono de su padre. Me recordaba mil veces lo mucho que le afectaba cuando ella no era siquiera un poco la prioridad de los que ella amaba.

Y yo, años después, la hice sentir como si no fuera mi maldita prioridad.

Todo lo que ella me reclamó es cierto de alguna forma.

Porque yo solo pensaba en la campaña por querer protegerlas a ellas pero se me fue de las manos. Me obsesioné y dejé de lado la principal razón para aceptar toda la mierda de ser un político.

Ella no asistía a galas porque no le gustan las niñeras y no quería a nuestra hija en ese ambiente. Yo tampoco, así que me parecía bien, pero me acostumbré a ello.

Me acostumbré a ignorar a Gema y dejarla hacer lo que quisiera por la buena imagen. La dejé hacer tanto y tomarse su lugar a mi lado tan en serio que confundió toda la mierda.

El día de la gala, el día en el que ella misma me llamó para informarme que el presidente de China, un sector que era importante para nuestra campaña y que necesitábamos para ganar estaba ahí, estaba en la gala y estaba preguntando por mi presencia.

Makayla estaba mejor, le había dado su biberón y respiraba bien así que creí que pasarme un momento por la gala no sería mucho.

Ella me obligó a caminar por la alfombra roja, yo quería que se callara la boca para poder conocer al presidente, hablar brevemente con él y salir de ahí.

Logré hablar con él, iba de camino fuera del salón cuando Gema se me atravesó y me besó. Ni siquiera duró dos malditos segundos antes de que la apartara.

Y entonces se le cayó la cartera. Y mi celular cayó de ella.

Estaba tan fastidiado con los flashes que no me di cuenta que ella me lo había sacado. Y sentí rabia, le dije que tomara sus cosas y se largara mientras tomaba mi celular.

Pero cuando lo encendí me di cuenta que tenía un mensaje de Hailey. Nuestra hija estaba en el hospital y quise matarme en ese momento por ser un imbécil que daba todo por hecho.

Ella no me perdonó por eso, me vigilaba constantemente cada vez que yo tomaba a nuestra hija.

Y en su cumpleaños... un maldito ataque.

Un ataque por parte de los malditos Halcones negros no me permitió llegar; sabía que ella iba a creer cosas que no eran y le compré las únicas flores que encontré a las tres de la mañana porque no encontré las malditas Gardenias en todas las jodidas florerías en las que busqué. Iba a explicarle, le iba a compensar. Pero ella ya estaba recogiendo cuando llegué y no hice nada.

Dejé que todo se fuera a la mierda.

Ella se fue a Brasil, cambió su número y la única forma en la que sabía de nuestra hija era por los correos que me mandaba con fotos o por los hombres que tenía sobre ella para mantenerla a salvo.

No sabía que hacer para recuperarla, hasta ahora sigo sin saberlo pero estos meses han sido malditamente cansados y solo hay una cosa que quiero.

No el puesto de ministro, ni de coronel, quiero a mi mujer y a mi hija donde pertenecen. Conmigo. Y las tendré conmigo así tenga que esposar a Hailey para que me escuche.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Where stories live. Discover now